Capítulo Once.

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Día diez.

- Karol, ¿Te bebiste las pastillas? - Valentina preguntó por vigésima vez-.

- ¡Joder si! -deje de peinar mi cabello para mirarla-

- Bueno no tengo la culpa de que tu maldito novio me hinche los ovarios con mensajes cada cinco segundos -ella rodó los ojos y se lanzó a la cama-.

- Vete a la mierda.

- Con gusto, sólo asegúrate de mandar a mi novio también, de preferencia, desnudo - ella de carcajeó y yo hice como si fuera a vomitar-.

Mi teléfono vibró sobre la mesa y lo desbloqueé para leer el mensaje.

"Estoy afuera"

Bloqueé de nuevo el teléfono y miré a Valentina.

- Me voy.

- Ve, pierde la virginidad con el maldito de Ruggero.

- ¡Valentina! -grité-.

- Es broma - ella se volvió a carcajear, cada vez que viene su periodo es lo mismo-.

Abrí la puerta y había una rosa en la alfombra.

Otras por las escaleras, unas cuantas en el camino y las últimas llegando a la camioneta de Ruggero.

En total diez, cuando las tuve todas, me acerqué a Ruggero que está recostado en su camioneta.

- Original.

- Gracias - Ruggero hizo una reverencia y luego beso mi mejilla-.

Entre en la puerta del copiloto y él entró por la del conductor.

- ¿Bebiste tus pastillas? -preguntó saliendo del aparcamiento del campus y yo rodé los ojos-.

- Joder, si -lo mire y el gruño-.

- Sólo te cuido -él dijo bajito-.

- A veces eres lindo - me acerqué y besé su mejilla -

- Oh vamos, podrías darme un beso en la boca - me miró unos segundos y luego de vuelta al camino-.

- No -restregué mis manos sobre mi regazo-.

- Bésame - dijo riendo y yo le golpeé el brazo-. Ok esta bien, ¿A dónde quieres ir?

- Al centro comercial y luego a Hut -contesté mirando mi teléfono-.

- ¿Hut?, ¿Para qué?

- Voy a comprar un pastel para llevar mañana a tu casa.

- No, Karolcita.

- Si, Ruggerito.

Ruggero se carcajeó y negó con la cabeza.

El resto del camino no hablamos mucho.

- Aparca ya Joder - me quejé luego de la décima vuelta por el estacionamiento-

- No quiero que me rayen la maldita camioneta -me gruñó-

- Sólo aparca Ruggero.

- ¡Bien! -gritó y entró de golpe en uno de los puestos vacios-.

Bajó del auto y me dejó a mi sola.

Me bajé y caminé a paso tranquilo hacia el centro comercial. Ruggero sin duda era un tremendo idiota, al menos se comportaba como uno dejándome sola.

- Karol - Me sobresalte cuando la voz de Ruggero inundó mis oidos-

Estaba recostado en la fuente al lado de la puerta.

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora