Capítulo Doce.

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Día once.

- A las once en el departamento, no se te olvide por favor - le dije a Valentina mientras ella caminaba a la puerta para ir donde su familia-.

- Lo sé, Karol -dijo Ella, tomó su bolso y salió-.

A Jorge no lo había visto hoy, puesto que se fue desde bastante temprano a casa de sus padres.

Mis nervios aumentaron cuando el reloj indicó las 7:12 PM, Ruggero estaría aquí en 18 minutos.

Me mire al espejo y suspiré, mi cabello estaba completamente liso sobre mis hombros y espalda, mi cuerpo cubierto por un vestido color coral entallado en mis pechos y luego suelto y algo abombado, unos tacones color azul claro y maquillaje sencillo.

Me puse perfume y acomodé todas las cosas cerca de la puerta para cuando Ruggero llegará.

Pase una pequeña lista en mi cabeza comprobando que llevaba todo.

Teléfono celular.

Pastel de manzana y canela.

Abrigo.

Dinero.

Labial.

La puerta crujió bajo los dedos del que me imagino que sería Ruggero.

Abrí y efectivamente era Ruggero.

- Oh Dios del cielo, yo trato de controlar mis impulsos y tu me pones en frente a un ángel -Ruggero dijo mirando al techo-.

- Supongo que es un cumplido.

- Supones bien -él movió las cejas y yo rodé los ojos-.

Me gire para tomar mis cosas y me sobresalté por el gritó de Ruggero.

- ¡Mierda!, ¡Tu maldito trasero!, ¡¿Llevas bragas?!

- ¡Por supuesto idiota! -grité y lo golpeé-.

- Jesús Karol, tu culo se ve tan bien en ese vestido que podría tocartelo corriendo el riesgo de que me cortes las bolas.

- Te detesto, cerdo asqueroso -puse la caja del pastel en sus manos con fuerza haciéndolo tambalear -.

Tomé mis cosas y salí dando un portazo.

No espere a Ruggero ni un minuto, caminé a paso rápido hacia su camioneta, agradecí a Dios del Cielo que estuviera abierta, abrí la puerta de golpe y sobre el asiento 11 rosas en un pequeño ramillete.

Suspiré y las tomé antes de sentarme.

Cerré la puerta y esperé a Ruggero mientras guardaba la torta en la parte trasera del auto.

- ¡Karol! -suplicó-.

- No me hables - le corté de inmediato-.

- Pero Karol.

- Nada, no me hables -miré por la ventana y él suspiró-.

El recorrido a casa de Antonella fue bastante rápido, el tránsito era ligero y Ruggero conduce bastante rápido.

Bajé del auto y tomé entre mis manos la tarta.

Caminé hasta la puerta de la casa y esperé a Ruggero.

- Karol -su brazo buscó rodear mi cintura pero no se lo permití-

Él bufó e introdujo las llaves en la cerradura.

El olor a pavo recién cocinado se coló por mis fosas nasales, aspiré deleitandome, Ruggero se puso por detrás de mi ayudándome a salir de mi abrigo.

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora