Capítulo Treinta y Uno.

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Día Treinta.

Mi día empezó desde las cinco de la mañana, sinceramente no podía dormir más.

Los nervios en mi estómago no me dejaban ni respirar. Mi corazón bombeaba sangre con tanta rapidez que pensé que explotaría en cualquier momento.

Llevo esperando este día tanto tiempo y ahora me estoy sintiendo enfermo.

Observé como el último de los empleados salía del lugar regalándome una sonrisa. Traté de devolverla, pero fue imposible.

Cerré la puerta y levanté mi muñeca para mirar la hora, tenía media hora para ir al apartamento y conseguir un baño.

**

Me miré en el espejo y me burlé de mi mismo.

Estaba usando una camisa de vestir blanca abotonada hasta arriba únicamente con un botón suelto, pantalones oscuros y mis botas de siempre.

Amarre una cinta en mi cabeza tratando de retener mi cabello, maldita sea, era tiempo de cortarlo.

Tomé en mis manos el perfume que Karol me había regalado y me rocié con el varias veces.

Me dediqué una última mirada y sin poder detenerme me solté dos botones más.

Michael estaba viendo una película con Valentina en el sofá, tomé las llaves con silencio del mostrador y salí antes de que él pudiera decirme nada.

Estaba demasiado nervioso como para escuchar sus malditas quejas.

Mis nervios explotaron en el momento en que estacioné en Dalton.

El auto de Karol estaba en la parte de propietarios luciendo sucio y descuidado, solo a ella se lo ocurre comprar un maldito Audi.

Mis nudillos estaban blancos cuando toqué la puerta del dormitorio.

La espera fue poca, la perfecta figura de Karol apareció regalándome una sonrisa.

Lucía simplemente preciosa.

Su cabello tenía unas pequeñas ondulaciones bastante naturales, una blusa gris que por debajo llevaba unos malditos sujetadores tan ajustados que sus senos sobresalían un poco, pantalones negros ajustados y unos zapatos de tacón color gris claro.

Preciosa.

- Luces...Caliente - susurré mirando el maquillaje en su rostro, era poco pero mierda, se veía increíble-.

- Gracias Rugge - rodó los ojos y se giró para cerrar la puerta-.

¡Maldita mierda que culo!

Mi entrepierna comenzó a despertarse y apreté con fuerzas mis piernas. Parecía un maldito animal, pero joder. Que culo tenía Karol.

- ¿Adónde iremos? - me preguntó inocente de los sucios pensamientos de mi cabeza-.

- Cuando lleguemos, lo sabrás - tomé sus manos entre las mías para dejar varios besos en ellas-.

Karol asintió mirando mi mano sobre la de ella con una pequeña sonrisa.

La ayudé a subir a mi camioneta y cuando cerré la puerta pase mis manos dos veces sobre el cierre de mi pantalón tratando de disminuir el dolor.

Una vez dentro de la camioneta, encendí el aire, estaba sudando.

Observé como Karol jugaba nerviosamente con sus manos y suspiré quitándome la cinta del cabello.

- Necesito que tapes tus ojos - murmuré dejando la cinta sobre su regazo-.

- Joder no, quiero saber al sitio al que vamos - susurró acercándose a mi y poniendo su boca en mi mejilla-.

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora