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Díadieciocho.
- Karol -Valentina me llamo desde la puerta. Dejé de mirar la pared y gire mi rostro para mirarla- ¿Qué pasa? -preguntó-.
- Nada -susurré volviendo a darle la espalda y centrando mi vista de nuevo en la blanca pared. Suspiró y sentí como mi cama se hundió-.
- Iré a comprar un vestido para año nuevo, ¿Quieres venir?.
- No.
- ¿Qué te pondrás entonces?
- Tengo algunos vestidos sin usar, elegiré alguno -suspiré-
- Algo te pasa.
- No es nada, sólo estoy cansada -me gire hacia ella y le regalé la mejor sonrisa-.
- Bueno -Suspiró con cansancio- Cualquier cosa me llamas a mi o a Mike.
- Esta bien - me gire de nuevo cuando ella se puso de pie-.
Mi cabeza estaba dando vueltas logrando enloquecerme, en mi estómago podía sentir una constante sensación igual a la que se siente cuando estás nerviosa.
Me puse pie y camine al baño con rapidez, gire la manilla de agua fría y me introduje en el agua con todo y ropa.
Cerré los ojos mientras sentía como mi pijama se empapaba al igual que mi cabello, me deje caer contra la pared hasta llegar al suelo.
¿Qué mierda me pasa?.
Salí del baño envuelta en una toalla bastante grande que si no me equivocaba era de Ruggero.
Busque mi ropa interior en la gaveta superior de mi cómoda, unas bragas naranjas al igual que el sujetador.
La puerta se abrió y tape mi cuerpo semi-desnudo con mis brazos.
La cara de Ruggero se puso roja y rápidamente volvió a cerrar la puerta.
Corrí hasta mi closet, saque unos pantalones de deporte con una sudadera color lila.
Me vestí lo más rápido que pude, tome un cepillo de cabello y caminé a la puerta.
Ruggero estaba con los ojos cerrados recostado a las barandas del pequeño porche, cerré la puerta detrás de mi y comencé a peinarme hasta llegar a él.
- Lo siento Karol -abrió los ojos con sus mejillas aún sonrojadas-.
- Esta bien -force una sonrisa para evitar que él notará que yo también estaba avergonzada. Se aclaró la garganta y me dio el ramo de flores de hoy, todas de colores brillantes y diferentes-. Gracias - me puse en puntillas y besé su mejilla-.
- No es nada -tomó el cepillo de entre mis manos y comenzó a peinarme él-.
Lo hacia tan suave que ni siquiera podía sentirlo.