Capítulo Diecisiete.

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Día dieciséis.

- ¿Qué haces vestida así? -Valentina se carcajeó desde su cama-.

- Cállate -rodé los ojos-. Voy a jugar golf con Ruggero -acomodé mis trenzas a cada lado de mi cuello-.

- Entonces, ¿Ruggero está tratando de que te acuestes con él llevándote a jugar el juego más aburrido en la historia de los juegos?, aparte que no sabes jugar -ella se sentó para mirarme mejor-.

- Él va a enseñarme, además él está siendo bastante lindo.

- Karol, él debe entrar en acción si te quiere quitar las bragas -ella se quejó y yo le saqué el dedo del medio-.

- Se acabó esta conversación -dije y la escuche carcajearse-.

Me puse de pie y tomé un bolso de ejercicio que contenía agua, algunas toallas para el sudor y un cambio de ropa por si las moscas.

Mi teléfono me envió una notificación avisando que tenía un mensaje, rápidamente desbloqueé el teléfono.

De: Ruggero.

"Mowgli, estoy afuera".

Guarde mi celular en el bolsillo de mis shorts y me mire en el espejo rápidamente.

- Nos vemos después Valu -le lancé un rápido beso y salí del dormitorio-

Abrí la puerta del copiloto y vi a Ruggero usando su teléfono.

- Hey -saludé y me subí a la camioneta-.

- ¿Cómo estas Karol? -su sonrisa se hizo notable, se inclinó un poco y dejó un beso en mi mejilla dejando revoltijos en mi estómago-.

- Bien, ¿Tú como estas?

- Mejor ahora -encendió la camioneta y salió del aparcamiento-.

**

Me quedé observando la rosa adentro del hoyo uno y me gire a mirar a Ruggero.

Su sonrisa era amplia y abrió sus brazos indicando que fuera hacia él.

Caminé vacilante y con cautela y envolví mis brazos alrededor de su torso.

- Hay una flor en cada hoyo hasta el hoyo dieciséis -susurró en mi oído y la piel se me erizo-. Me encanta la reacción de tu cuerpo al sentir el mío -sus manos acarician mi cintura y cierro los ojos ante el placer que me produce-. Te aseguro que mi cuerpo reacciona igual al tuyo -sus labios dejaron un pequeño beso en la piel detrás de mi oreja-.

Me salí del abrazo y sin así quererlo mire sus labios.

Rosados.

Llenos.

Y malditamente besables.

Me puse en puntillas y estampe mis labios con los de él, Ruggero se tambaleó un poco ante la sorpresa pero sostuvo mis caderas con fuerza.

Lo hice retroceder a pasos torpes hasta que su cuerpo se detuvo ante el impacto con un pequeño árbol.

Mi auto-control se fue directo a la mierda agarrado de la mano con mi orgullo en el momento en el que Ruggero gimió.

Saque su camisa de entre sus pantalones y acaricié su abdomen siendo yo la que gimió está vez.

Con las manos temblando toqué la hebilla de su cinturón pero sus manos apretaron las mías.

- Amor, para -sus labios estaban rojos y su mirada desorientada-.

Me sentí avergonzada por dejarme llevar por los sentimientos que empezaban a nacer en mi hacia el chico de rulos y ojos miel.

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora