Capítulo Treinta y Cinco.

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En el momento en el que salí de la universidad, fui al centro comercial a buscar lencería.

Ruggero y yo habíamos planeado un perfecto fin de semana juntos, desde el viernes a las 6pm hasta el domingo a esa misma hora.

Revisé todas las cosas: las nuevas sábanas rojas de mi cama, las velas y también la botella de vino.

Arreglé unas cien veces mi cabello y agregué muchísimas veces máscara a mis pestañas. Quería lucir sexy para Ruggero.

Me senté en mi escritorio observando con mi espejo de mano cada parte de mi rostro.

Retoqué mis labios en el preciso momento en el que la puerta sonó.

Fruncí el ceño, le había dicho a Ruggero que Valentina no estaría aquí y él podía entrar cuando quisiera.

Mi sonrisa era enorme cuando abrí la puerta y lo vi allí de pie frente a mi. Pero desapareció por completo cuando él se tambaleó hacia adelante y sentí el olor a licor.

Intentó besarme pero falló.

-¿Por qué estás borracho? - fueron las primeras palabras que cayeron de mis labios-.

Él me observo unos segundos antes de encogerse de hombros y responder - Porque quiero y porque puedo-.

Mi boca se abrió ligeramente y tragué saliva. No iba a cerrar la puerta en su cara, antes lo hubiera hecho, pero él es mi novio y estamos en un relación seria, seria muy inmaduro. Estaba enojada, muy enojada.

- Dios Karol, es cierto lo que todos los chicos dicen, me controlas y me obligas a hacer cosas - se pasó las manos por el cabello y suspiró-. ¿Qué mierda fue esa de comprarme el jueves un jarabe y un inhalador? No solo eso, también obligarme a usarlo.

- Bueno lo siento, estabas tosiendo bastante y se que eres asmático - me defendí clavando mis uñas en la palma de mi mano. Del hombro de Ruggero se cayó al suelo un bolso de deportes que supongo era donde traía su ropa-.

Ambos nos quedamos en silencio. Miré a sus ojos pero él miraba al suelo.

Giré sobre mis talones dejando la puerta abierta y caminé a mi cama, cuando llegué allí me tumbé y tomé mi móvil fingiendo estar ocupada en el.

La puerta se cerró y pensé que Ruggero se había ido, pero segundos después la cama se hundió a mi lado.

- Perdón -Ruggero susurró y levanté mi vista hacia él-. Perdón bebé - volvió a decir pero no contesté-. Todo es culpa de Michael, él me invito a por unas cervezas - se aclaró la garganta ya que sus palabras eran difíciles de entender debido a su estado-. Yo accedí a ir porque él me dijo que era un maricón que siempre está detrás de ti - se lamió los labios-. Entonces comenzamos a hablar como "hermanos"- Hizo comillas con sus dedos ante la mención de la última palabra -. Él dijo que si yo seguía tan cerca de ti y siempre queriendo estar contigo, tú ibas a dejarme por que te ibas a cansar - suspiró -. Luego de unas diez o quince cervezas y una o dos botellas de tequila no recuerdo bien, él empezó decirme que a Valentina le excita que él use bóxers rosados y yo le dije que tú me haces llegar al orgasmo como nadie - rodé los ojos-. Ya después no recuerdo - y entonces comenzó a reír, a grandes carcajadas y yo no pude evitar sonreir-. Ay madre, estoy tan ebrio, está dándome vueltas la habitación.

Suspiré, por más enojada que estuviera ese chico era mi novio y lo amo.

- Cierra los ojos Ruggero - susurré pasando mis dedos por sus párpados-.

- ¿Vas a hacerme una mamada?- preguntó esperanzado y yo sacudí la cabeza-.

- No, solo cierra los ojos para que dejes de estar mareado - le dije pasando mis manos por su cabello-

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora