Capítulo Treinta y Ocho

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18+

Ruggero.

La semana en general paso demasiado rápido, después de nuestro amoroso y divertido fin de semana todo volvió a la normalidad.

Mi relación con Karol era cada vez mejor, se puede decir que cada vez existe más confianza.

Esta semana hemos salido un par de veces, algunas veces solos, mis preferidas y otras veces con Mike y Valentina, esta última tenía una pequeña obsesión con las citas dobles, por lo cual tuvimos que ir a los bolos y por helados.

Mike estaba mejorando, ya no era más una molestia en el culo, de vez en cuando teníamos las conversaciones de hombre a hombre pero en general él estaba bien, me dejaba tiempo a solas con Karol siempre con la misma advertencia "Le haces daño,te mato".

En conclusión una semana tranquila, hoy, viernes, estoy aquí acostado en la cama de mi novia viendo una película de mierda.

La cabeza de Karol esta apoyada en mi hombro, mi brazo izquierdo sobre sus hombros mientras que mi mano acaricia suavemente su cabello tirando de el entre mis dedos, ambos apoyados contra la cabecera de la cama y con la portátil en nuestras piernas.

Karol tenía un gran bol lleno de dulces, miles de ellos. Bombones de chocolate blanco, trozos de chocolate negro, malvaviscos, caramelos y gomitas.

Ella de vez en cuando ponía un puñado de golosinas en mi boca. Y juro que nunca fui más feliz. El tenerla cerca me hace feliz.

En verdad la película fue una mierda, excepto la parte del sexo, en esas escenas Karol me dedicaba pequeñas miradas sonrojada, de esas que yo le lanzaba a mis padres cuando en una película aparecía alguna parte sexual. Ella era graciosa.

Los créditos comenzaron a salir y con mi mano disponible cerré la pantalla.

- Sip, eso fue una tremenda mierda -me quejé mirando a Karol quien frunció el ceño y sacudió la cabeza-.

-¿Qué dices? - ella se lanzó una gomita a la boca-. Fue increíble, quiero decir, ¡Se aman! -chilló-.

- Sí, y yo te amo a ti -Murmuré sonriendo. Ella puso un bombón en su labios y yo me incliné para tomarlo-.

- No entiendo por qué no te gustó - cogió un malvaviscos y de lo llevo a los labios, volví a inclinarme y se lo arrebaté- ¿Quieres dejar de esas eso? - gruño comiendo una gran cantidad de los dulces-.

- Mi cielo, no deberías comer tantos de esos - tomé un chocolate y lo lleve a mis labios-.

- No va a pasarme nada Ruggero - rodó los ojos y se llevo un puño completo de dulces a su boca. Levantó las cejas y movió su cabeza hacia mi, indicándome que la ayudara. Fue mi turno de rodar los ojos y hacer lo que ella quería-.

Al principio solo cogería los dulces de su boca, pero después la besé un rato.

- Tuviste suficiente -quité el bol de su mano y me incliné para dejarlo en la mesa de noche de su lado. Aproveché que se recostó para poner mi pecho sobre el de ella, aplastandola-.

- Ay Ruggero -susurró poniendo su mano en mi cuello y acariciando mi mandíbula con su pulgar. Ella tenia una sonrisa hermosa y grande que la hacia lucir completamente perfecta. No usaba ni una gota de maquillaje y olía como a vainilla-.

Acerqué mi mano derecha a su mejilla y remarqué su pómulo. Llevé mi rostro a el de ella y picoteé la comisura de sus labios con los míos.

Tracé su perfil con mi nariz y me dediqué a besar sus mejillas, sus manos acariciaron mis rizos pero la detuve y lleve sus manos sobre su cabeza sosteniéndola con una sola de mis manos. Bajé con mi nariz y acaricie su clavícula, pasé por el valle de sus senos y terminé donde su suéter lo hacia.

Treinta. (Ruggarol) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora