La casa estaba hecha un desastre. Mis tíos tenían la sospecha de que aquella chica pudo haber dejado algo con la intención de espiarnos. Así que, cuando ellos sintieron que estaban perdiendo el control de la situación, enojado, Max fue a la comisaría para ver en el estatus de la denuncia. Sin embargo, no recibimos las respuestas que esperábamos, ya que, según ellos, era poco lo que podían hacer sin nadie como sospechoso o un rostro como referencia.
Sentí que una vez más mi mundo se derrumbaba, pero eso no era lo peor que me iba a suceder esa noche.
—Perdí el empleo —confesó Anastasia delante de todos en la mesa.
—¿Cómo que perdiste el empleo? ¿Estás bromeando? —intervino Max.
Ella lo miró, seria, con una extraña mezcla de enojo y preocupación.
—¿Crees que podría jugar con algo así?
Max se llevó las manos al mentón y meditó en algo mientras miraba a un punto fijo de la sala. No se atrevió a preguntarle la razón del despido a su esposa, pero tanto él, como Amber y yo, sabíamos muy bien el motivo.
En ese momento tragué hondo y comencé a sudar por los nervios. Sentí aquel silencio como si todos me estuvieran echando la culpa, como si reflexionaran a su vez en lo tranquilas que eran sus vidas antes de yo aparecer. Y claro, agradecía de corazón la buena voluntad con la que me recogieron de aquella casa que compartía con quien se hacía llamar mi madre, pero no podíamos tapar el sol con un dedo: en apenas pocos meses desde mi llegada, fueron en aumento las desgracias.
Era como si mi simple existencia fuera capaz de llevar desgracias a todo el que me rodea, porque una de las cosas que jamás olvidaré, es aquella vez que delante de todos en el funeral, mi madre me gritó que me fuera, que no era más que una carga para cualquiera. Esas palabras destruyeron mi esencia, autoestima y confianza, a tal punto de que la personalidad que tenía desde entonces no era más que migajas de lo que alguna vez fui.
—J-Jackie... —llamó Max.
Tartamudeó, lo hizo al mismo tiempo que sus manos no dejaban de temblar. Tenía una idea de lo que me iba a decir, pues espiando logré escuchar una conversación que los tres tenían en la mañana, a escondidas de mí.
—Con la tía consideramos que... —suspiró con pesar—, pues consideramos que tal vez lo mejor para ti sería enviarte a casa de la abuela. Ya sabes, confiando en que en Mill Valley puedas estar segura, tranquila...
No fue una sorpresa, pero sí una noticia devastadora. En ese instante sentí que mi pecho se comprimía como si estuviera a miles de metros bajo el agua, como si no fuera dueña de mi cuerpo..., como si todo me fue arrancado sin piedad. Todo, absolutamente todo. La universidad, los sueños y, cómo no, la familia que con gusto me acogió.
—¿Tienes problemas con eso? Te escuchamos —habló Anastasia.
Cerré con fuerza los ojos mientras mis lágrimas caían sin control sobre mi comida. Traté de mantenerme serena y ver las cosas desde un punto de vista objetivo, pero no pude. En ese momento no estaba lista para razonar, pero tampoco para formular oraciones coherentes, porque todo lo que tenía en el pecho no podía ser expresado con palabras. Así que lo único que se me ocurrió fue asentir, hacerlo tan rápido que al final me despeiné y seguro estaba haciendo el ridículo delante de todos.
Quería hablar, pero no podía; deseé mirarlos a la cara, pero me fue imposible. Cuando las manos de Amber buscaron las mías debajo de la mesa, las aparté deprisa y levantando el dedo índice les pedí un permiso. Subí las escaleras y me encerré en la habitación, esperando con ansias caer en un sueño profundo y sin retorno...
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AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]
Bí ẩn / Giật gânSigue la historia de Jackie, una joven que es víctima de una obsesión mortal. A medida que el acoso se intensifica, ella se verá atrapada en un macabro juego donde sus intentos de escapar solo la acercan más a aquel que la acecha. Explora los límite...