Me sentí en una especie de sueño, en uno de esos en los que solemos correr de algo o alguien y la desesperación es tanta que no nos movemos de un punto fijo, mientras el monstruo está cada vez más y más cerca. Podría parecer raro para cualquiera, pero esa mañana no me sentía feliz, tampoco realizada como algunos podrían esperar. Todo, absolutamente todo me parecía extraño. Desde la visita de Max y su familia, hasta la extraña solidaridad de Derek. A eso había que sumarle que seguía con mis malestares, y que aquel beso de la madrugada me tenía con tanta vergüenza que no quería ni levantarme.
No me había acostumbrado a Mill Valley y era consciente de que aquella noche con Ana no fue más que producto de una casualidad. No olvidaba que las cosas seguían marchando mal y que cada día era más mi necesidad de ver a un especialista de la salud mental. Por tal razón, me encontraba extraño que me quisieran sacar del lugar que supuestamente sería mi refugio, y que, en pocas palabras, me quisieran forzar a vivir como si nada hubiera pasado.
Crecí escuchando un dicho, uno que alude que cuando una pequeña hormiga se quiere perder, alas le comienzan a nacer. No sabía a ciencia cierta por qué me sentía tan identificada, y por qué mi mayor anhelo parecía ser una pesadilla, porque tal y como me dijo Amber:
—Siempre quisiste salir de Mill Valley, ¿no? Es tu oportunidad.
Estaba sentada en el sofá mientras Anastasia me hacía unas trenzas para que me viera más bonita. Aunque, siendo objetivos, no entendía cómo ninguno era capaz de ver qué otra cosa ocurría en mi interior, que nada estaba bien conmigo.
—Sí, pero no así...
—¿Así cómo? —preguntó Anastasia.
Me levanté de la silla para poder mirarlas a las dos.
—Tan rápido, a la ligera. Además, ¿por qué Derek? Sigo sin entender todo lo que sucede.
Amber se levantó y caminó hasta la puerta para percatarse de que nadie entrara.
—¿Por qué te empeñas en encerrarte?
Miré a Anastasia, buscando apoyo.
—Jackie es dueña de sus decisiones. Si ella no se siente preparada para afrontar responsabilidades, será mejor que no lo haga.
—Lo entiendo, pero nos estamos olvidando de Derek. ¿Dónde queda él y todos los sacrificios que ha estado haciendo?
En ese momento volví a sentarme en la silla en completo silencio. Anastasia entendió mi señal, así que se acercó para terminar de hacerme la última de las cinco trenzas.
—Pero yo nunca le he pedido a Derek que me rescate.
No era mentira. De haber sabido que Derek se tomaría a apecho mi situación nunca le hubiese pedido que me ayudara, porque si hay algo que siempre me molestaba, era el deber favores.
—¡Hey, Jackie! —llamó mi atención Anastasia—. Eso fue desconsiderado. Él no merece que hables de esa manera, mucho menos después de que se involucrara en un asunto que nada tenía que ver consigo.
De manera inconsciente me llevé la mano al vientre y con disimulo lo acaricié. Esa mañana me levanté con un terrible presentimiento, y con cada hora que pasaba no hacía más que confirmar que me había convertido en una carga. Aunque, también había una posible razón a lo que estaba ocurriendo. ¿Sospecharía mi familia que a lo mejor estaba embarazada? ¿Será que me estaban buscando marido, alguien tan enamorado de mí que no lo pensaría dos veces para hacerse cargo de un bebé que no es suyo?
—Jackie —volvió a llamar Amber—, tu situación es muy difícil. Vive cuanto puedas.
¿Confirmó con sus palabras mis sospechas? A mí me pareció que sí.
—Entonces, ¿ahí afuera estaré fuera de peligro? ¿Qué les asegura que él no volverá a hacerme daño?
Anastasia soltó una sonora e inesperada carcajada.
—Pues que ya no estás sola. ¡A ver si se atreve ahora que tienes a un hombre custodiándote!
«Custodiándome
Custodiándome
Custodiándonos, querrá decir...»
Frustrada, me llevé las manos a la cara y me la restregué una y otra vez, pero no fue hasta que lo escuché que sentí que el corazón se me paralizó.
—Entonces... ¿no vienes conmigo?
Todas miramos hacia la puerta, en dirección a Derek. Estaba en el marco, con los brazos caídos y la desilusión bien plasmada en el rostro.
—No, ella no quiso decir eso —se adelantó Amber.
—Sí —intervino Anastasia—. Jackie no se siente bien para afrontar tal reto.
—¿Eso es cierto? —habló Max.
Todas las miradas estaban puestas sobre mí, incluso la de Ana a la distancia. Si es cierto que el embarazo no fuera evidente solo para mí, podrían estar juzgándome por no aceptar la ayuda de Derek, y, por lo tanto, no aligerarles la carga. En el fondo de mi corazón sabía que la propuesta de escapar con Derek no era únicamente con fines curriculares.
—Yo...
Él se acercó y tomó mis manos entre las suyas.
—Perdón por ponerte entre la espada y la pared, pero debes decidirte. —Miró el reloj en su muñeca—. Ya debo ir de camino si quiero alcanzar el autobús que nos llevará al hotel.
—Es que...
—Jackie —volvió a llamar—, ya está, no importa. Me pondré en contacto con Caroline. Total, la maestra le asignó como apoyo.
En ese momento fui yo quien apretó con fuerza sus manos, motivada por la presión que el grupo estaba ejerciendo sobre mí.
—No hace falta. Creo que puedo hacerlo.
Repasé con la mirada a todos en la sala. Parecían convencidos, a excepción de Ana.
—Bueno, pues —comenzó a explicar Derek—, debemos partir ya si queremos llegar a tiempo.
Siempre creí que incluso mi familia era capaz de ver que no estaba preparada para ese tipo de aventuras. El problema surgió cuando se dejaron llevar por la emoción del momento, y vieron a Derek como una especie de salvador. No tenía ni idea de las cosas que ocurrieron tras mi ausencia, y algunas como la desaparición de Lucas me resultaban difíciles de creer. Por tal razón, no estaba al tanto de los motivos reales por los que ellos comenzaron a considerarlo como un héroe, pero mucho menos tenía razones contundentes para desconfiar.
Esa tarde recibí más cariño del que me esperaba. El sol salió una vez más y nos regaló una de las mañanas más calurosas y veraniegas de la historia, según Ana. Y para Amber, aquella mañana que solo ellos podían percibir como hermosa, marcaría el fin de mi corta etapa en Mill Valley.
No podía deshacerme de aquel horrendo nudo en la garganta, uno que era un claro reflejo del miedo que sentía en aquel momento. Y es que, aunque no emitiera ni una sola palabra por unos largos minutos, mi cuerpo hablaba por sí solo. Y de no ser porque cada uno de los miembros de mi familia estuvieran ensimismados, o que aparentaran eran vendidos, se habrían dado cuenta de cómo mis manos temblaban, o de las intenciones detrás de las finas y persuasivas palabras de mi compañero de viaje.
Resultará increíble, pero es muy poco lo que recuerdo de aquella segunda despedida. Los «te amo» se los llevó el viento casi al instante, y el único aroma que me llevaba como recuerdo era el de Derek.
—Que esta sea una oportunidad para enfrentar tus miedos. —Fueron las únicas palabras que me llevé.
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AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]
Misterio / SuspensoSigue la historia de Jackie, una joven que es víctima de una obsesión mortal. A medida que el acoso se intensifica, ella se verá atrapada en un macabro juego donde sus intentos de escapar solo la acercan más a aquel que la acecha. Explora los límite...