No era mucho lo que podía hablar de mi estadía con Ana, porque si bien dos semanas no son suficientes para adaptarse a un entorno, mucho menos lo será si las personas involucradas están indispuestas. Varias veces la escuché quejarse con Max por teléfono. Afirmaba sin descaro que las cosas que yo le hacía eran producto de la maldad, que no quería colaborar con ella y que incluso planeaba escapar. Eso último no era mentira, pues dos días atrás me descubrió mientras trataba de robarle las llaves.
Ambas partes vivíamos en una constante agonía, donde por más que lo intentáramos, jamás terminaríamos de acostumbrarnos la una a la otra.
—Oh, Jackie, estás ahí —dijo mientras lavaba los platos.
Me acerqué mientras me abrazaba a mí misma, con vergüenza y el corazón a mil.
—He escuchado un escándalo muy fuerte allá afuera, ¿qué sucede?
Dejó a un lado los platos y se concentró en mí.
—La feria llegó. Habrá juegos y concursos de belleza, según tengo entendido.
—¿Hoy?
—No, eso es cosa de toda la semana.
Caminé hasta la ventana y corrí un poco la cortina. Admiré por un momento cómo unos hombres trabajaban en un terreno baldío y a un montón de jóvenes y niños siendo espectadores.
—¿Quieres ir?
Negué rápido con la cabeza, al mismo tiempo que retrocedía.
—No, yo prefiero quedarme haciendo algo productivo.
Después de una risa burlona se concentró en sus platos en el fregadero.
—¿Cómo qué? Claro, si se puede saber.
Podría decir que, de todos los días que llevaba en la casa, aquella era la primera conversación normal que pudiéramos tener. Nada de malas miradas, comentarios pasivos agresivos o insultos vestidos con falsa decencia. Pero claro, nada de eso implicaba que actuáramos de acuerdo con el lazo de sangre que nos unía, pues aún había entre nosotras una espina.
—¿Te puedo hacer una pregunta íntima?
A ese punto de la conversación ella fregaba y yo le ayudaba a secar los platos, mientras observábamos a los obreros desde la ventana.
—Sí...
Dejó todo a un lado para pensar mejor la forma en la que iba a formular su pregunta. ¿Qué si la perdonaba por desaparecer de mi vida? ¿Si mi padre dijo algo sobre ella mientras estaba agonizando en cama? ¿Cómo fue que Max se enteró de que necesitaba ayuda? O, mejor aún, ¿podría yo perdonarla?
—¿Podrías reconocer a tu atacante si lo tuvieras frente a frente?
Fue una sorpresa grande, tanto que me dejó petrificada. Y no, juro que no sabía la razón. Era como si mi mente hubiese bloqueado ese recuerdo, porque desde que llegué a Mill Valley, lo único que me preocupaba era cuándo Max iría a rescatarme.
—¿Atacante dices?
Me quedé helada, con la mirada puesta en el cielo despejado.
—Sí, ¿qué pasó después de que dejaste a Amber en la avenida? Ya sabes, cuando te llevó de vuelta al bosque.
No, aquel recuerdo no lo había olvidado. Esa tarde descubrí que aún era capaz de oler el aroma de la maleza y la tierra húmeda; aún sentía su fuerte agarre de mi brazo y el violento roce de las hojas y ramas contra mi cara. Estaba siendo arrastrada hacia el interior del bosque, aquel en el que nadie se atrevía a aventurar por temor a los animales salvajes y las leyendas, y donde al menos dos hombres más me esperaban.
ESTÁS LEYENDO
AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]
Mystère / ThrillerSigue la historia de Jackie, una joven que es víctima de una obsesión mortal. A medida que el acoso se intensifica, ella se verá atrapada en un macabro juego donde sus intentos de escapar solo la acercan más a aquel que la acecha. Explora los límite...