3|No perteneces aquí

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—Solo dije que no perteneces aquí —dijo con un claro tono burlón.

—¿Eres tú? —Me acerqué sin miedo, intentando ser de alguna manera amenazante.

Comenzó a reír sin ser capaz de mirarme, evidentemente nervioso. Desde muy joven gané el don de identificar el miedo en los ojos de alguien, por lo que los suyos no me mintieron.

—¿Era necesario todo el espectáculo que montaste? Mejor aún, ¿quién te dio el permiso para entrar a mi casa? —Le encaré delante de otros sin temor, para demostrarle que los juegos de manipulación conmigo no funcionaban.

—Espera..., ¿de qué hablas? Ahora sí es verdad que estoy confundido. ¿Cuándo he ido yo por tu casa? —Me miró.

—Es decir que a fin de cuentas no eres tan valiente como aparentabas ser en la carta. Seguro que solo eres un miserable con falta de atención.

—¡¿Te has vuelto loca?! Me estas acusando de algo que parece ser grave cuando yo no tengo ni idea de qué me estás hablando.

Dejé de sentirme empoderada cuando otros a mi alrededor se fueron al bando suyo. Alegaron cosas sobre él que me importaban poco o nada, pero todas llegaban al mismo punto: Lucas sería incapaz de hacerle daño a una mujer. En el momento que algunos comenzaron a atacarme y acusarme de calumniadora me sentí indefensa, como una pequeña mosca. Entonces, cuando él se acercó tenía por seguro que me haría tragar todas y cada una de las palabras que dije, pero para mi sorpresa fue todo lo contrario.

—¡¿Quieren callarse?! No hay necesidad de atacarle así por un malentendido. —Me tomó del brazo—. ¡Rápido, que atienda cada uno sus propios asuntos!

Entonces agradecí al cielo por su oportuna intervención. Me sentí estúpida, lo admito. Desafiar a un chico amado por toda la facultad no fue la mejor de las ideas, pero corrí con suerte al hacerlo con alguien que al parecer tenía bien puestos los pies sobre la tierra. Lucas me ofreció un refresco para que me calmara, pero el azúcar me provocaría todo lo contrario. Intenté salir a como diera lugar de la casa, pero él me detuvo con cuidado.

—¿Por qué dijiste que no pertenezco aquí? —Me crucé de brazos sin bajar la guardia.

—Porque es muy obvio para cualquiera que tan solo te mire.

¿Era tan evidente que era una chica inexperta y de pueblo? ¿Resultaba tan obvio que por tal razón alguien ya dio por sentado que podía salirse con la suya?

—Déjame ir, por favor —dije sin ánimos de discutir.

—¡Espera! Algo me dice que necesitas contarle a alguien lo que te sucede.

—Lo que necesito no me lo puedes dar —aseguré con una sonrisa melancólica en el rostro.

—Lo entiendo. En ese caso, déjame llevarte segura a tu casa.

Me tomé un momento para mirar a mi alrededor y tratar de ver a las chicas. Sabía muy bien lo que le esperaba a Amber en caso de llegar sola a casa, así que lanzarla al medio tampoco era una opción. Estuve sentada al menos una hora, aquella en la que no paré se sentirme presionada por las miradas que encima de mí estaban. Lucas, por su parte, se sentó al lado mío y de ahí no se movió ni siquiera cuando yo no le dirigí la palabra. Hablaba sobre su búsqueda incesante de sus talentos, y cómo al igual que una de mis amigas él buscaba en distintas carreras aquello que le llenara el alma.

Mientras él hablaba sin parar mi atención se la robaba otra cosa. Cuando llegué a la fiesta de inmediato me percaté de que había un grupo importante de chicos, eran aquellos que desde su esquina supervisaban todo, y cuyo grupo estaba rodeado de aspirantes que buscaban pertenecer a ellos. El aire de superioridad que manejaban era enorme, y sus miradas eran tan cortantes que servían de advertencia para cualquiera que tan siquiera pensara en acercárseles. Nunca los había visto en la universidad, así que estaba intrigada.

AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora