Durante una larga semana no me animé a ir a clases. El temor se apoderó de mí de una manera catastrófica. Pero para mi mala suerte, Anastasia decía que si no me animaba a salir de mi zona de confort nunca iba a sanar, así que cuando menos me lo esperé, me consiguió un trabajo informal de medio tiempo en una reconocida cafetería de la ciudad. No estaba en condiciones de salir a la calle, pero ¿y si era una señal? ¿Qué tal si aquella fuera su manera de decirme que necesitaba que me hiciera cargo de mis gastos?
Siempre supuse que la familia sospechó que algo más ocurría, pero hasta el día en el que cuento esto sostuve la mentira de que todo marchaba bien. No porque esa persona haya agarrado como víctima a la chica más fácil de manipular de la ciudad, sino porque no quería que el tío Max y su familia se arrepintieran de la decisión que tomaron meses atrás. Mi intención nunca fue darles problemas, así que el saber que alguien potencialmente peligroso nos tenía al acecho, los haría preocuparse y, eventualmente, cuestionarse mi estadía en la casa. Por primera vez en años me sentía parte de un hogar, así que jamás me perdonaría destruirlo.
—Jackie, ¿puedo pasar? —llamó Amber mi atención desde la puerta.
—Claro, adelante.
—¿Emocionada? —me escrutó por completo, tal y como un detective lo haría al tener delante a un criminal.
—Sí, un poco. Aunque creo que es normal que me sienta nerviosa; nunca he trabajado en mi vida.
Se sentó en la esquina de la cama mientras en sus manos ocultaba algo. Luego habló:
—¿Piensas trabajar allí toda la vida?
—No seas exagerada, sabes que solo será por un poco de tiempo. Además, es para estar ocupada en algo y ayudar a Max por lo menos costeando mis propios gastos de la universidad.
Asintió, emocionada.
—Estás clara de que papá no te ha exigido nada, ¿verdad?
—Claro que sí, y se los agradezco mucho. Pero siento que es mi deber, y es difícil que no obedezca mis instintos.
Amber alzó ambas manos en señal de rendición, porque bien sabía que cuando se me mete algo en la cabeza no estoy tranquila hasta verlo realizado. De repente, se levantó de un brinco y me colocó una fina cadena de plata.
—Hace semanas que quería darte este obsequio. No sabía si te iba a gustar —confesó.
—¡Me encanta! —Me di vuelta para abrazarla.
Jamás imaginé que llegaríamos a ser amigas, así que, una parte de mí me decía que era justo que le contara todo lo que estaba ocurriendo, pero el amor y el egoísmo me motivaban a ocultárselo y no ponerle en peligro, o arriesgar mi aparente estabilidad.
—Oye, ya se me hizo tarde, así que lamento tener que irme —dije a duras penas—. Llama a las chicas para que no estés sola.
—¿Acaso crees que no tienen nada más que hacer?
—Claro que sí, ¡vamos! Te siguen a todos lados, llámalas y verás. —Salí de la habitación.
—Tienes un punto —comenzó a reír—, las llamaré. Cuídate mucho. Que tengas un muy buen primer día de trabajo.
El simple hecho de salir y ver a mis vecinos caminar sin preocupaciones hizo que me llenara de envidia y no me creyera más que una simple desdichada. ¿A esto se refería mi madre cuando me deseó aquello que la vida me debía? Puede ser. La gran incógnita era si estaba ella en lo cierto...
(...)
Creí que mi primer día como camarera en Darien's coffee lo iba a estrenar con un desastre. No sé, me imaginaba que iba a ser derramando café encima de algún importante licenciado, pero para mi sorpresa no fue así. Acaté las instrucciones casi de inmediato y cuando me pidieron que me quedara para las pruebas acepté. Me pasé cinco horas de aquí para allá, y cuando mi turno casi llegaba a su fin una de mis compañeras ya me estaba cuestionando si volvería al día siguiente.
Vi llegar a todo tipo parejas una detrás de otra, así que me fue casi imposible no pensar en Lucas. Pero ¿por qué? Era un extraño, por supuesto, pero aun así me preocupaba que después de despedirnos no volví a saber más de él.
—Jackie —me llamó Emely, mi compañera de turno.
—¿Sí?
—¿Qué te parece si usas esa mesa para practicar lo que conversamos? —Señaló una de la esquina, aquella que se veía opacada por completo por una enorme maceta.
—No hay problemas. Vamos a ver cómo sale. —En seguida tomé lápiz, la libreta e inspiré profundo antes de acercarme.
A ese chico le conocía. Nos habíamos cruzado varias veces por la facultad de ciencias y en una de ellas hasta chocamos. Su nombre era Manuel. Sabía de su existencia porque Amber me contó las polémicas en las que se había metido, de las cuales al menos dos trataban de homicidio. ¿La razón por la que no estaba en prisión? Que uno de sus tíos es una de las personas más influyentes en el mundo de la política.
—B-buenas tardes —tartamudeé luego de olvidar todo lo que Emily y yo habíamos practicado.
—Buenas tardes, Jackie. Solo voy a querer un expreso.
Conocía mi nombre y no sabía por qué. A diferencia de Lucas, este no tenía ningún tipo de relación con nadie de mi círculo. Me di vuelta casi de inmediato y llegué con el corazón en la boca hasta donde Emely sacaba las órdenes.
—Un expreso, por favor —avisé.
«Basta de pensar, Jackie. Tienes que trabajar. Concéntrate», me dije una y otra vez.
—Yo entrego la orden y tú te encargas de la siguiente mesa, ¿sí?
Asentí con la cabeza agachada y el corazón a mil millas por hora. Estaba asustada, el temblor de mis piernas era evidencia de ello. Pero debía trabajar, debía estar resuelta a no demostrar que era débil o incompetente cuando no era el caso.
—Muchas gracias. Yo me encargo —dije con la frente en alto.
La siguiente mesa era conocida, pues la ocupaba un chico con el que compartía las clases de francés. Sí, otro más. Su nombre era Derek y su único delito era ser guapo y dedicado en todo lo que hacía. Así que, si me lo preguntan, no era en el físico que caía su verdadera belleza, sino más bien en sus dones y esa pronunciación fluida del francés que era capaz de enamorar a cualquiera.
Lo sorprendí leyendo un libro, de esos antiguos que ni estando hipnotizada me atrevería a tocar. Pero, a decir verdad, no me esperaba menos de él.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle? ¿Va a ordenar algo?
—Lo mismo de siempre —dijo sin siquiera levantar la mirada.
—Cuando dices lo mismo de siempre ¿a qué te refieres?
En ese momento y al asimilar mejor mi voz, levantó la cabeza.
—Solo quiero un café expreso sin azúcar y un croissant de jamón y queso. Anótalo para que mañana no tengas que preguntarme.
—¡¿Quién se cree él?! —grité al lado de Emely, quien se espantó al escucharme.
—De verdad que no lo sé, pero no me molestaría tener la oportunidad de averiguarlo, ¿me dirás que a ti no?
Enarqué las cejas y no pude evitar hacer una mueca.
—¿Te gusta? ¿Me dirás que ese es tu tipo?
—Desde hace más de un año. —Tras sus palabras soltó un suspiro.
—¿De dónde lo conoces?
Se detuvo para mirarlo mejor y sonreír como una tonta enamorada.
—Es un cliente recurrente, así que, si te molestó, más te vale que te vayas acostumbrando.
Me di vuelta y al igual que ella me quedé observándolo. Sin duda alguna se notaba a leguas que era un chico seguro de sí mismo y difícil de sorprender con estupideces. Daba la apariencia de ser alguien enfocado, pero a su vez, el tipo de persona con las que conviene llevarse bien.
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AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]
Misterio / SuspensoSigue la historia de Jackie, una joven que es víctima de una obsesión mortal. A medida que el acoso se intensifica, ella se verá atrapada en un macabro juego donde sus intentos de escapar solo la acercan más a aquel que la acecha. Explora los límite...