6| Un libro abierto

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Cuando terminó el turno me fue imposible irme de inmediato. Había muchas cosas que todavía faltaba por coordinar con Emely y las demás chicas. Asuntos como el horario, las tareas y los relevos para los días feriados.

Cuatro de la tarde y la calle estaba cerrada, por lo que el tráfico me aseguraba que no llegaría a tiempo a casa. En un momento de desesperación se me ocurrió que llegaría más rápido si salía caminando a la avenida, así que me ajusté las zapatillas deportivas y me amarré el cabello en una cola. Los primeros minutos fueron suaves, hasta que llegó la media hora y mis piernas no eran capaces de sostenerme, como consecuencia de que me pasara todo el turno parada en la cafetería. Pero, contrario a lo que cualquiera pudiera pensar, el dolor de pies no era nada comparado con aquella extraña y desagradable sensación de que estaba bajo acecho. Y no estaba exagerando, aquella sensación era el llamado de alerta de mi sexto sentido.

—¡Fíjate por donde caminas! —gritó alguien desde su auto.

Desconcertada me detuve por unos segundos, tratando de asimilar por qué me había gritado. Fue así hasta que miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba caminando casi en medio de la calle.

—Dios mío —susurré al mismo tiempo que me llevé la mano derecha al pecho.

Justo a unos metros estaba Manuel acompañado de otro chico. Ambos se cambiaron de acera cuando me vieron, y sin temor aceleraron sus pasos para cruzar nuestros caminos. Contaba cada una de mis pisadas y calculaba rápido los metros que nos separaban. Estaba segura de que mi cara hablaba por sí sola, y que posiblemente el miedo fuera algo de lo que ellos se aprovecharían. Sin embargo, cuando me cruzaron al lado y esperé en una milésima de segundos que me tomaran de los brazos y me llevaran a los matorrales, pasaron a mi lado sin pena ni gloria. Tuve que detenerme para poder mirar atrás y confirmar que siguieron su curso, tan solo dejando atrás el olor de sus perfumes.

Me llevé de nuevo la mano al pecho y comencé a correr. Lo hice sin que me importara quien me viera, o qué pudieran pensar de mí.

(...)

—Era cuestión de tiempo para que tuvieras a alguien detrás de ti. —Amber apareció de la nada en mi campo de visión.

—¿Quién?

—Lucas, ¿quién más?

Su expresión era seria, desconcertante.

—¿Cómo sabes eso?

Dejé a un lado mi cuaderno de notas y me concentré en ella, quien estaba parada frente a mí.

—Me hostigó por completo durante toda la clase. Quería tu número y no tuve más opción que dárselo, ¿estuvo bien? No me digas que pasó algo entre ustedes mientras estaban en la fiesta. —Se sentó a mi lado.

—¿Crees que voy a involucrarme sentimentalmente con alguien que usa las fiestas para ligar?

Suspiró y no supe descifrar por qué. Suspiró como si estuviera decepcionada por mi cortante respuesta, pero también como si estuviese enojada por el atrevimiento de él.

—No creas que tengo algo en contra de Lucas, porque no es así. Pero él tiene algo que...—Hizo una mueca—. No sé. Él es raro. Lo conocí por un tiempo y no creo que sus malas costumbres las haya superado de repente.

¿Era eso una advertencia?

—Gracias, pero sé cuidarme sola. —Me levanté—. Ahora, no entiendo por qué, si te parece raro, le diste mi número. ¿Hay alguna explicación lógica para eso?

—De hecho, sí. —Levantó el dedo índice—. En el fondo me preocupo por ti, y por eso quiero que conozcas a más personas. No estás yendo a la universidad, tampoco te preocupas por ir a tus sesiones con la psicóloga. Jackie...—Me dio la cara—. No quiero que termines...

AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora