16| La verdad siempre sale a la luz

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Desperté en la habitación de Amber con un fuerte e insoportable dolor de cabeza. Cuando de manera inconsciente me llevé la mano al área afectada, una gran parte de ella estaba cubierta por gaza y algodón. Ahí fue que recordé todo: el agua fría, el costoso vino de Max, el enfrentamiento y, cómo no, la piedra enorme que rompió la ventana y me golpeó la cabeza.

—¡Por Dios, Jackie! Me tenías asustada. —Ella corrió hacia mí para abrazarme.

En una de las esquinas vi a Lucas, quien pareció despertar al mismo tiempo que yo.

—¿Qué pasó?

—Eso quiero que nos digas —dijo él en susurro.

Amber se sentó en la cama y junto a ella también lo hizo Lucas. Esperaban una respuesta de mi parte, pero es que ni siquiera yo misma tenía claro lo que había sucedido.

—¿Por qué no puedo recordar lo que pasó después? —pregunté, aturdida.

—Los calmantes, seguro. Te llevamos a la clínica y ya muy tarde en la madrugada regresamos para acá.

Cuando hice el intento de levantarme de la cama toda la habitación dio vueltas.

—Agresión física —dijo Lucas.

—¿Qué? —preguntamos Amber y yo al unísono.

—Ya no son simples notitas disfrazadas de amor y admiración. Ya esa persona se atrevió a agredirte físicamente, por lo que no lo va a pensar dos veces si se le presenta otra oportunidad.

—¡¿Olvidas que Manuel ya intentó hacerle daño?! —preguntó Amber.

Él caminó con dirección a la puerta, pero antes de salir se dio vueltas y nos miró, serio.

—¿Y ustedes siguen creyéndose ese cuento de que él trabaja solo?

Me dejó pensando en aquellas palabras dichas por el propio Manuel, aquellas en la que hablaba de que alguien lo había convencido de que teníamos oportunidad de estar juntos. Pero más importante aún, recordé a aquel grupo que vi la noche de la fiesta en la que Lucas y yo nos conocimos, y en lo nervioso que se puso éste cuando le pregunté por ellos.

—¡Lucas! —Le seguí y lo sostuve con fuerza de la remera. Si él tenía algo que ver, quería saber hasta dónde podría llegar—. ¿Qué crees que debamos hacer? ¡Dame soluciones, por favor! —Me aferré con fuerza a su cuerpo.

Las gotas de agua que golpeaban brutalmente mi ventana me hicieron despertar, sin dificultad abrí los ojos y me encontré con algo de almuerzo en la mesita de noche.

Con delicadeza me apartó y posó ambas manos sobre mis hombros. Su mirada era profunda, misteriosa, pero más importante aún, era la mirada de un hombre decidido.

—He tomado una decisión y no me importa si no les agrada.

—¿Cuál? —preguntó Amber detrás de mí.

—Hablaré con Anastasia y Max.

—¡¿Acaso no ves los peligros?!

—Sí, y por esa misma razón es que voy a hablar con ellos —dijo, furioso—. Él está haciendo de las suyas de todos modos, ya intentó raptarte y ayer mandó a uno de los suyos para que te hiciera daño. ¿Qué más debemos esperar para actuar? ¡¿Qué más?!

Nos quedamos en silencio, presenciando cómo Lucas bajaba de prisa las escaleras y desaparecía. Ninguna fue capaz de reaccionar en el momento, ni de preguntarle por qué nos dejaba. Solo nos quedamos ahí, vendidas.

Esa tarde ninguna volvió a comentar nada y más bien nos dedicamos a limpiar toda la casa. La sala estaba echa un desastre, evidenciando de manera clara las cosas de las que era capaz un niño caprichoso, uno que no consigue lo que quiere.

AQUEL QUE ACECHA [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora