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Él sabía que era un sueño.

Nada tenía que ver que estuviera en medio de la nieve incluso cuando recordaba haberse ido a dormir esa noche, o que en sus manos tuviera el libro de los miraculous incluso cuando sabía que se lo habían robado.

Sabía que estaba soñando porque ella estaba ahí.

Emilie avanzaba a través de la nieve, su melena rubia al aire y completamente vestida de negro. Aún no estaba lo suficientemente cerca pero él sabía que era ella; la reconocería sin lugar a dudas, en cualquier lugar, bajo cualquiera circunstancia. Parecía murmurar algo y, cuando al fin la tuvo cerca, se estremeció.

—¿Qué has hecho, Gabriel? —decía, una y otra vez.

—Lo hago por ti, mi amor —dijo él con voz temblorosa.

No es cierto —gruñó ella—. ¿Qué has hecho, Gabriel?

Entonces Gabriel trató de tocarla. Él estiró la mano lentamente en caso de que, si ella no quisiera, tuviera tiempo para despreciarle, pero Emilie se quedó allí, firme. Gabriel apenas logró rozar su pelo con sus dedos y ya estaba viendo cosas.

En un segundo estaba con ella cuando bailaron por primera vez, cuando se escaparon de aquella fiesta y subieron a la azotea del edificio. Llovía pero eso no les importó, bailaron hasta que los pies les dolieron, hasta que la ropa estaba tan mojada que se sentía muy pesada sobre ellos, hasta que el mundo pareció desaparecer y sólo estaban ellos; hasta que Gabriel sintió que de alguna forma, el amor de ambos sólo podía ser comparado con el poder de Dios.

Otro segundo pasó y Gabriel vio el día de su boda. Ella parecía un ángel, no, algo mejor que eso, si es que existía; y si existía Gabriel lo definiría usando su nombre. Él no notó las lágrimas al verla, tampoco las lágrimas cuando ella decía "acepto"; pero ella lo hizo. Notaba todo de él, cada gramo de él, y por eso la amaba.

Otro segundo. Vio el nacimiento de Adrien. Gabriel nunca fue muy dado a querer tener hijos, pero cuando Emilie se lo dijo algo se movió dentro de él, algo que él no quiso aceptar. Y luego nació Adrien y pareció que todo encajaba. Adrien era más que una parte de él, era una parte de Emilie. Quizás Gabriel no se amase del todo, pero amaba todo de Emilie, así que, ¿cómo no amar al pequeño bulto rojizo que lloraba sin parar?

Recordó a su otro hijo. Tranquilo, curioso, persistente. Pensó que antes sonreía más. Pensó que antes las cosas eran muy fáciles, como cuando lo sentaba en el regazo y le leía un cuento mientras Adrien pintaba con los dedos la cara de su mamá; o cuando ambos se daban miradas conspiratorias tratando de robar algún dulce de la cocina, sólo para encontrar que Adrien ya lo había hecho.

Sin embargo, aquellos no eran recuerdos felices. Félix estaba en cada uno de ellos, ¿cómo podrían ser felices así? El día en que bailó con Emilie, Gabriel lo atrapó mirándolos y riéndose como loco, como si todo aquello no fuera más que un gran chiste. Cuando se casó él fue el padrino de bodas simplemente porque su padre no le dejó escoger a nadie más. "Es tu sangre", le dijo, "así que debe estar presente. Más que eso, será el padrino". Félix lo miró con una sonrisa fría y burlona, y por un instante Gabriel no pudo evitar sentir que un piano le caería en la cabeza, justo como en las caricaturas. El día del nacimiento de Adrien él estuvo ahí, fisgoneando en la incubadora donde dormía su pequeño. Gabriel tenía ganas de echarle ácido del diablo(1) con tal de que él dejara de mirar a su hijo de esa forma tan perturbadora suya; fría, divertida, calculadora, curiosa. Su rostro siempre había sido un poema, uno muy devastador; tanto que era capaz de hacer que te pegaras un tiro sin pensártelo dos veces.

Aquellos no eran más que recuerdos agridulces, como lo poco que vivió antes de que su vida se sumergiera en tinieblas.

Luego miró flashes fugaces de la película de Emilie, "Solitude". Ella caminando sola bajo la lluvia. No pudo evitar pensar que esa era ella en aquel momento. La imaginó caminando sola a través del purgatorio, bajo la lluvia, esperándolo para poder expiar juntos sus pecados.

¿Quién es Hawk Moth? [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora