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Marinette miró a Emilie Agreste como perdida en un trance. Supuso que Chloé la reconoció por su voz porque visiblemente no lucía como ella, aunque no era como si Marinette la hubiese podido conocer. Hacía la atroz comparación gracias a las fotografías de ella en la mansión Agreste y las que estaban plagadas en los foros de internet donde conspiraban acerca de su muerte. Aunque, claro, ahora todos esos seguidores frustrados quedaban como idiotas ante ella.

La señora Agreste no presentaba ese característico pelo rubio dorado que Adrien había heredado de ella y que era tan notorio en sus fotografías, en su lugar estaba un rubio sucio, desaliñado y mugriento que parecía como si hubiesen usado la cabeza de la pobre mujer como un trapeador. Su rostro perfilado y con pómulos encantadores ahora estaba esquelético. Sus ojos verdes y vivaces se veían apagados, como si hubiesen sido manchados con el gris de la guerra, estaban rodeados de oscuras ojeras que le daban repelús a la pobre Marinette. Sus piernas, delgadas y maltrechas, tenían dos prótesis cada una. Marinette no quiso preguntar qué había sucedido, pero entendió por qué tambaleaba tanto cuando entró.

Emilie Agreste simplemente lucía como un cadáver.

Si Aixa hubiese dicho en ese momento que había desenterrado a Emilie, hecho un hechizo super místico para revivir a los muertos y la había llevado allí, Marinette le hubiese creído.

—Oh, por favor, dejen de llorar —dijo Emilie. Marinette no era consciente de que al igual que Chloé había sucumbido al llanto, sólo que de una forma más silenciosa.

Nathalie se apresuró y ayudó a Aixa a sentar a Emilie en el modesto sofá de su apartamento.

—Trae agua, por favor —le pidió Aixa y Nathalie salió disparada al instante a la diminuta cocina.

—Sé quién eres —dijo Emilie, mirando fijamente a Marinette—. Eres la ya-no-tan-pequeña-Marinette. Espero que mis hijos te hayan encontrado. Peleaban constantemente por ti.

Emilie le dedicó una débil sonrisa que hizo que a Marinette se le partiera el alma.

Chloé se acercó a ella y la tomó de las manos.

—¡Está viva! —lloriqueaba.

En un momento determinado Marinette vio como Chloé le besaba las manos sucias a Emilie sin siquiera hacer un gesto de asco. Entendió que era algo que le salía de adentro, algo sin remordimiento e interés. Chloé miraba a Emilie con el mismo amor que Nathalie y Aixa, y eso no ayudaba a que Marinette se sintiera mejor. Se sentía fuera de lugar, como si todas ellas pudieron aportar algo a su vida anterior, a lo que fue, no al cadáver andante que era ahora.

Marinette, sin poder contenerse, fue al baño a buscar los paños húmedos que Chloé había insistido tanto en llevar y comenzó a limpiarle el rostro con cuidado a Emilie. La mujer soltó una risa que sonó en parte como una queja.

—Usted... Usted no debería lucir así —balbuceó Marinette con el rostro cubierto de lágrimas—. Él va a pagar por esto, va a ver que sí.

—¿Él? —preguntó Emilie, sonando curiosa.

—Félix Agreste, por supuesto —dijo Marinette—. Esto es simplemente inhumano.

Emilie le dedicó una mirada a Nathalie y otra a Aixa.

—Fu le contó toda la verdad, o al menos la esencia de ésta —informó Nathalie.

—Fu es un viejo chismoso —terció Emilie.

—¿Qué querías que hiciera? —soltó Chloé—. ¿Que nos mandara a una guerra sin siquiera saber a qué nos enfretamos? En lo que a nosotras respecta, él es el único que estuvo dispuesto a contarnos toda la verdad.

¿Quién es Hawk Moth? [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora