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Aquel auto estaba lleno de héroes. Una Queen B, una Rena Rouge, un Chat Noir y dos Ladybugs. Sin embargo, ninguno se movió. El silencio parecía más que palpable, se sentía increíblemente mal. Ellos se sentían mal. Era como si fueran los grumos de la leche cortada. Por un instante eterno todos se miraron entre sí, como preguntándose qué hacer con la mirada, sólo que realmente no era eso. Cada quién pensaba sobre qué sería lo más sensato hacer. Definitivamente no se entregarían, no podían permitir que Hawk Moth ganara... ¿pero una guerra? ¿Estaban realmente listos para eso?

El Hawk Moth con el que habían batallado, a quien habían estado buscando, parecía un juego de niños comparado con el que habían visto hace unos segundos. No estaban totalmente recuperados luego del ataque de Style Queen aunque quisieran aparentar lo contrario, y probablemente tampoco lo estuvieran contra la nueva promesa de su villano favorito.

—Hemos llegado a la residencia Dupain-Cheng —informó el mayordomo de Chloé, rompiendo el silencio; haciendo que ellos se percataran aún más de la tensión en el ambiente.

No. La respuesta era simplemente un no. Nadie estaba listo para una guerra.

Las chicas sacaron su equipaje de la cajuela, esta vez con ayuda del mayordomo y de Chloé. Adrien se quedó dentro, petrificado, cavilando las casi inexistentes opciones. Marinette lo había visto de reojo antes de salir. Pensó que él se sentía asustado por aquella amenaza.

Se equivocaba.

Adrien estaba aterrado.

Temía por Marinette, por su familia, por sus amigos, por todo París... Pero lo que más le daba pavor era que no temía por sí mismo. No sentía ese miedo a morir, a que algo saliera mal, a no ganar. Más bien tenía miedo de no poder asegurar un futuro a todos aquellos que le importaban. Para ese entonces fue que él se percató de que se había entregado en cuerpo y alma, y que no había vuelta atrás.

Sabine Cheng salió a recibir a su hija y se detuvo al ver a Chloé de pie junto a ella.

—Chloé... —murmuró ella.

—Hola, señora Dupain-Cheng —musitó ella, como una niña a la que descubren robando una golosina.

Sabine la abrazó y Chloé se quedó quieta. Sabine olía a flores y a pan recién salido del horno, y desprendía ese calor que sólo una madre podía desprender. Al separarse la miró por un largo rato, como queriendo decir algo, pero al final se mantuvo callada y le sonrió. Se había dado la vuelta para entrar las maletas cuando Marinette se dirigió hacia Chloé.

—Gracias por traernos —dijo Marinette—. Um... ¿podríamos hablar luego, Chloé?

—Sí —se limitó a decir la rubia.

—Y... Si pasa algo... o necesitas algo... Puedes llamarme. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, Marinette, lo sé. Por eso es que te odio. —Marinette la miró algo perpleja pero luego vio cómo Chloé sonreía y subía a su limusina.

Mientras el auto se perdía, Marinette deseó que esta vez hicieran las cosas bien. Por el bien de Chloé, por el bien de ella..., por el bien de toda Francia.


❇❇❇ 


En medio de su habitación en el Françoise Dupont, Chloé se sentó con las piernas cruzadas. Había visto de hurtadillas a Fu hacerlo miles de veces, había visto a Marinette y a Adrien hacerlo también. ¿Por qué no tratar? Después de todo, ahora ella era una portadora. Ella también tenía derecho a hablar con las portadoras del miraculous de la abeja del pasado.

¿Quién es Hawk Moth? [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora