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Era una noche bonita. Una hermosa noche cálida de verano, con las luces de la terraza de Marinette iluminando el alrededor. Habían bocadillos en la mesa y la brisa regaba el olor de las flores entre todos. En la ventana de algún vecino sonaba una dulce melodía que llegaba hasta arriba, y el barullo de los coches al pasar incluso podía llegar a resultar agradable.

Definitivamente, una noche encantadora. Pero era como la vainilla. Olía delicioso... pero sabía horriblemente amarga.

Estaban aglomerados alrededor de la mesa, mirando los bocadillos que Sabine y Tom habían dejado, diligentes. Éstos se encontraban abajo, tratando de calmar a Nadja y a su hija. Marinette miraba fijamente sus manos y Chloé jugaba nerviosa con su pelo. Alya había acudido al enterarse de todo, lamentándose por haber llegado tarde, y lo mismo había sucedido con Bridgette, quien miraba la comida como si fuera una blasfemia, dada la situación. Adrien miraba el cielo, recostado en su butaca, preguntándose cómo la naturaleza podía conspirar de esa forma, creando una noche perfecta, como si quisieran que todos olvidaran lo que había sucedido ese día.

—La noticia ya tuvo que correr lo suficiente —dijo Chloé, poniéndose en pie—. Debería ir a ver a Sabrina.

—Deberías, sí —murmuró Bridgette.

Ella no notó que Chloé asintió con debilidad, pero sí cómo se marchaba, chocando en su camino con Nathalie Sancoeur.

—Veo que nadie tiene apetito —dijo.

—¿Se supone que debemos tener apetito? —murmuró Marinette.

Adrien miró a Nathalie lentamente, pensando en lo que sabía gracias a Fu. Si Nathalie estaba allí, se suponía que Marinette debía saber la verdad. No estaba seguro de nada y tampoco quería arriesgarse a iniciar una guerra familiar, así que no dijo nada. Deseó hacerlo, sin embargo. Quería preguntarle a Nathalie que cómo era posible que ella poseyera el miraculous del pavo real, pero Fu actuaba de maneras misteriosas y, ¿qué clase de poder no estaría permitido para la penúltima Ladybug?

Bridgette, en cambio, la miró como si la quisiera golpear. De hecho, sentía un hormigueo en la mano. Definitivamente quería golpearla. Estaba molesta, pero no entendía bien por qué. Tal vez porque le habían mentido toda su vida... casi nada. Recordó las fotos que habían sido enviadas desde Shanghái y trató de pensar en cómo debió haber sido la niñez de su madre y sus tías. Su tía Sabine iba a ser portadora del miraculous de la abeja y su tía Nathalie fue la portadora del miraculous de la mariquita. ¿Qué había pasado con su madre? ¿Por qué le dijo que Nathalie estaba muerta? ¿Por qué ahora Nathalie se alzaba como un ave fénix frente a ellas, dispuesta a ayudarlas?

Algo había cambiado.

¿Pero qué?

Es ella, caviló Bridgette, es ella la que está diferente. Pero...

Eso no respondía nada.

Nathalie avanzó y tomó uno de los saucisson sec que había preparado su cuñado, dándole una mordida sin tregua. Bridgette la miró horrorizada.

—¿Cómo puedes comer? ¡Alguien acaba de morir! —le dijo.

—Muere gente todos los días —replicó Nathalie.

—¿Acaso esas muertes no tienen importancia? —espetó Bridgette.

—Cada vida tiene importancia —le corrigió Nathalie—, pero la muerte es algo difícil de reparar. Puedes enmendar un error mientras sigues con vida, pero ¿qué se puede resolver con la muerte? Como heroína, debes tener estómago para estas cosas.

—Disculpa por no haber nacido con la capacidad de tolerar el asesinato de alguien. —Bridgette rodó los ojos.

—No se trata de que aceptes el asesinato de alguien, se trata de que aceptes la realidad. —Nathalie le dio otro mordisco al sándwich—. Deberías simplemente dejar mi hambre en paz, puedo ser peor que Aixa si me lo propongo.

¿Quién es Hawk Moth? [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora