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A pesar de que no hubiese estado demás darle unos buenos golpes a Félix para liberar su frustración, Bridgette no era capaz de hacerlo. No quería luchar, pero el hecho de que él seguía atacando no ayudaba mucho. Al final, ella tuvo que hacer lo que consideró correcto y se dejó tumbar por Félix. No fue un golpe mortal como ella esperaba, él le propinó una tacleada hasta posicionarse frente a ella. Prácticamente le arrancó los gogles de la cabeza y sacó una pequeña linterna de su bolsillo.

Parpadeó varias veces, procesando lo que veía, mientras sus lágrimas comenzaban a cubrir la cara de Bridgette.

―¡¿Dupain-Cheng?! ―gritó él.

―¡Guarda silencio! ¡Dios! ―respondió ella―. Te lo estuve tratando de decir... ¡pero sigues siendo un necio que no escucha a nadie!

Félix pareció evaluar qué podía decir o hacer. Estaba paralizado, abría y cerraba la boca constantemente, descartando todos los diálogos que llegaban a su mente. Cuando se percató de que había alguien además de él allí su pulsó bajó al suelo, pero ahora que tenía a Bridgette frente a él sentía el corazón desbocado. A penas podía verla con sus ojos todo lagrimosos, pero no dudaba de que era ella. Su voz, sus quejas... Alzó un dedo para rozar su mejilla y sintió su cálida piel, no tenía duda alguna de que era ella.

Bridgette aprovechó ese momento de confusión en él, se retorció y lo tumbó debajo de ella. Al hacerlo él terminó impactando el suelo con su cabeza y soltó una queja sonora. Ella fue ágil y con la cuerda del gancho que llevaba lo amarró y sentó en el suelo, tirando el gancho lejos de ambos para que él no lo pudiera usar en su contra. Él seguía quejándose del chichón que estaba seguro que iba a tener en la coronilla y ella lo revisó con cuidado.

―Vaya que eres un quejica ―dijo ella―, ¡si no te has hecho nada!

Bridgette soltó un resoplido y tomó la pequeña linterna de Félix para alumbrar sus alrededores. Habían un montón de cuadros, libros y demás cubiertos por mantas, otros la única capa de algo que tenían no era más que el polvo de estar guardados allí durante años. Las tuberías tenían algo de moho y estaban un poco oxidadas, pero eso no significaba que fueran a colapsar en cualquier momento. En la distancia podía ver una luz amarillenta detrás de unas sábanas, pero nada más.

―Si no confiara en tu sensatez, pensaría que vas a abusar de mí ―dijo Félix, examinando lo apretados que estaban esos nudos.

―Conque eso es lo primero que me dices... ―dijo ella, mirándolo con cierto desprecio―. Vas a responder todas mis preguntas, Félix Agreste, empezando con ¿por qué diablos no estás en Londres?

―Creo que me necesitas más aquí que en Londres.

Ella frunció el ceño y Félix soltó un suspiro sonoro. Se movió un poco, como si tratara de estar lo más cómodo posible estando amarrando.

―Prometo contestar todas tus preguntas ―dijo él, y ella contempló sus serios ojos azules, sus escleróticas teñidas de rojo y las lágrimas que corrían por sus mejillas. Resistió las ganas de apartar las lágrimas de su rostro―. El polvo de este lugar me está ocasionando una terrible alergia. Dejaré que me arrastres entre las sábanas cubiertas de polvo si eso ayuda a que creas lo que digo.

―No será necesario ―respondió de ella de inmediato.

Ella se sentó frente a él, apuntó la linterna hacia él y lo contempló por largo rato antes de soltar la primera pregunta.

―¿Por qué te despediste de esa forma tan cruel?

Félix la miró fijamente. ¿En serio esa sería su primera pregunta? Soltó un suspiro ruidoso. Bridgette estaba imponiendo sus sentimientos antes que el verdadero problema, el motivo por el cual estaban todos envueltos en tremendo lío.

¿Quién es Hawk Moth? [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora