8. "Guerra de miradas y sentimientos guardados"

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–¡Me duele la cabeza!

–¡Me duele el trasero!

–¡Me duele el pie!

–¡Me duele la uña!

Todas volteamos a ver a Sasha, quien acaba de decir una bobada. ¿Quién diría que le duele la uña?

–¿Qué? –interroga al ver que la miramos de forma severa–. ¿Acaso no jugabamos a decir que nos dolía alguna parte de nuestro cuerpo?

–Claro que no –recriminamos al unísono Beth y yo. Nos miramos entrecerrando los ojos–. Me debes un libro –volvemos a decir–. Dos, tres, cuatro, cinco. ¡Ya callate!

Tiffany se posiciona al lado de Sasha disfrutando de la función que estamos dando. Ninguna de las dos parpadeaba o apartaba la vista, teníamos una pelea interminable y me temo que yo tenía las de perder.

–¿Ya habían hecho esto? –pregunta Tiffany a Sasha y se sientan en la silla del comedor junto a nosotras. Mientras Beth y yo seguimos sin apartar la mirada de la otra.

–Sip y no se porque lo siguen haciendo si nunca se dan los libros –dice Sasha.

–¿Por qué libros? ¿No serían sodas? –dice Tiffany confundida.

–Es algo de ellas, por ser fanáticas de la lectura y esas cosas.

Pasan alrededor de 5 minutos y seguimos sin parpadear, me arden los ojos pero no dejaré que me vuelva a ganar. La última vez que hicimos esto ella me gano y tuve que hacerle un favor que no me gusto para nada.

*Flashback*

Beth y yo teníamos una gerra de miradas, llevábamos alrededor de 10 minutos sin parpadear y ya empezaban a dolerme los ojos, seguro ya los tenía rojos. Beth ni siquiera se inmutaba.

–¡¿Cómo haces para que no te ardan los ojos?! –pregunto indignada.

–Supongo que por la practica –se encoje de hombros.

–¿Practica? ¿Con quién? –digo todavía sin apartar la mirada.

–Con mi papá –dice con una sonrisa en su rostro.

Mi rostro decae junto a mis sentimientos. Parpadeo y aparto la mirada triste.

Beth a tenido todo lo que yo no tengo, ella es como todo lo contrario a mí. Su familia es muy unida, sus padres no pasan discutiendo todo el tiempo, tiene una hermana mayor llamada Yuly que es un gran ejemplo para ella.

Según como ella me ha contado todos los fines de semana se sientan en la sala a charlar sobre todo lo que han pasado en la semana y problemas que tienen. En su familia hay mucha comunicación y son muy cariñosos, son geniales. Todo lo contrario a la mía.

–¡Gané! –grito dando brinquitos en su puesto. Luego de unos segundos para de dar brinquitos y cae en cuenta de como me siento–. ¿Estas bien?

Elevo la mirada y finjo una sonrisa– Si, estoy bien es solo... –suelto un suspiro–. Me puse a pensar en mi familia –suelto un sollozo.

–¡Oh cuanto lo siento! No quise recordarte eso –se acerca y me abraza mientras yo le correspondo el abrazo soltando unos cuantos sollozos más.

Dejo que mis sentimientos fluyan por medio de las lágrimas. Recuerdo cada momento en el que mis padres me gritan el porque soy mala en todo, que yo no sirvo para nada, que en todo salgo mal, que les doy vergüenza y cuando ellos discuten por cada cosa que les pasa en su vida, cuando me regañan y me dan cachetadas. Incluso recuerdo la vez que dijeron que no debí haber nacido.

El asistente de mi padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora