17. "Mascotas y viaje"

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Los fríos vientos de octubre se estaban alejando poco a poco y yo me encontraba acurrucada en el sofá de la sala de mi casa tomando un chocolate caliente y estaba bastante abrigada.

Cuando mi madre me dijo que me abrigara lo más que pudiera porque podría enfermarme o algo por los vientos. Pero que tonteria, pense, estuve en coma por un accidente, no sufrí alguna enfermedad que me bajará las defensas ¡Por Dios!

Pero bueno ¿Qué se le puede hacer? Exacto. Nada.

–Keitlyn Jenna McGavern Park –gritó mi madre desde mi habitación, alertándome–. ¡Ven en este preciso instante!

¡Oh no! ¿Y ahora qué pasó?

Hacia ya cuatro meses del accidente, un mes de que había despertado del coma y ya hace dos semanas que había vuelto a caminar pero no me acostumbraba a hacerlo totalmente aún.

Pero lo malo no era que no me acostumbrará a caminar bien sino que Melody se aprovechaba de la situación.

–¿Qué pasa, mamá? –aún encontraba extraño decirle "mamá" pero ya me estaba acostumbrando.

–¿Qué hace éste gato aquí, abajo de tu cama? –señaló a un pequeño e indefenso gatito blanco con manchas negras por todo su cuerpo, casi que parecía un dálmata.

–No lo se. Ni siquiera sabía que había un gato en la casa –y decía la verdad. Yo no sabía que hacía ese gatito debajo de mi cama.

Cuando de repente se me prendió el foco y comprendí que era otra de bromas de Melody, y una de esas zafadas que se daba de los castigos de mis padres.

Volví mi vista a mi madre. Tenía una ceja arqueada, las manos en la cadera como jarras y uno de sus pies tamborileaba contra el suelo a cada segundo.

–¿Me crees capaz de meter a un gatito debajo de mi cama? –pregunto con los nervios de punta.

–No lo sé. Ahora los jóvenes son capaces de todo –abrí la boca indignada.

–Mamá. Te juro que yo no he sido yo –dije resignada.

–Bien, te creo. ¿Pero entonces estás diciendo que fue Melody?

Me encogi de hombros.

–Bien. ¡Melody! –la llamó mi madre.

–Si, mami –llegó dando saltitos inocentes.

–¿Qué hace este gato aquí? –le preguntó mi madre sin sutileza.

–¿Qué no fue...? –dejo la frase inconclusa para mirarme de reojo y yo le lancé una mirada molesta. Ella suspiro–. Bueno. Si, fui yo quien lo trajo. Es que estaba tirado en una caja rota por aquí cerca, en la esquina de esta cuadra que da a la casa.

Miré al simpático gatito. Estaba desperezándose en la cobija que mi hermana le había puesto. Junto a él estaba un poco de leche en un plato hondo de plástico, el gatito caminó hasta el plato y empezó a beber de él.

La verdad era muy lindo y se veía manso. Caminó hasta mí y se rozó en mi pierna desnuda, ya que llevaba pantalones cortos, y empezó a ronronear mientras se rozaba en mí. Se volvió a verme y me maullo.

Me volví a ver a mi madre disimuladamente para saber si me estaba prestando atención y por suerte no lo hacía. Tomé al gatito entre mis manos y lo empecé a acariciar mientras él no paraba de ronronear. Se me escapó una sonrisa al ver lo tierno que era.

–¡Keitlyn! –me volví a mi madre–. ¡Baja a ese gato! ¡No sabes que pueda tener!

–Solo necesita un baño, comida y estará comi nuevo. Tranquila, no nos pasará nada –dije con calma.

El asistente de mi padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora