Los sentimientos crecen tan rápido como un girasol se abre al tener contacto con el sol al caer la mañana.
Algo que claramente hoy no habrá.
Mis ojos siguen el recorrido que las gotas de agua dejan en la ventana de la cocina. Entré por un vaso de agua pero me entretuve viendo como el manto de agua caía a tierra poco a poco, por lo que mi sed cesó y terminó desvaneciéndose.
Es increíble como unas gotas de agua pueden caer tan plácidamente a tierra y luego la evaporación las eleve de nuevo al cielo. Ojalá fuera tan sencillo el descifrar los sentimientos que están empezando a florecer en mí.
Es miércoles por la tarde y no he visto a Nathan desde el viernes y aunque nunca lo acepte en voz alta, lo extraño tremendamente. Creo que me había acostumbrado a verlo con frecuencia pero ahora que ya no asisto a las sesiones no tengo pretexto para verle.
–Keitlyn, tu padre llegará en una hora. Te recomiendo que estés lista desde ya, no quiero que te encuentres corriendo en los últimos minutos. Como siempre –concluye ubicando las manos en sus caderas y mirándome de forma acusatoria.
–Ya lo sé. Ya lo sé. No debes volver a repetirlo –digo mirando de reojo el reloj que se encuentra en la pared de la cocina–. Todavía queda una hora, cuando falte media hora organizaré todo.
Murmura algo ininteligible y se masajea las sienes con una mano. Me acerco al refrigerador y saco un paquete de galletas de chocolate para luego sentarme en una de las sillas que yacen alrededor de la mesa.
–¿Qué haré contigo? –dice incorporándose para luego acercarse a una silla que se encuentra cerca de la mía.
–Amarme, alimentarme y nunca dejar de quererme –digo mordiendo un trozo de galleta–. Hablando de hacer, ¿no deberías estar en la empresa?
–¿Y tú no deberías estar ordenando tus cosas para irte con tu padre? –contraataca.
–Mejor olvida lo que dije –digo dándole otro mordisco a la galleta entre mis dedos–. Mamá, ¿puedo preguntarte algo?
–Claro, hija. ¿Qué sucede? –inquiere inclinándose levemente hacia adelante mostrando que me presta total atención.
–¿Tú...te sentiste alguna vez confundida con respecto...a tus sentimientos? –frunce levemente el ceño como si no lograra comprender por completo, así que agrego:–. Me refiero que, si alguna vez te disputaste por saber que era lo correcto o que era lo que debías escuchar; tu cerebro o tu corazón.
Por unos lacónicos segundos puedo escuchar el palpitar de mi corazón y mi acelerada respiración pues todo, inclusive la lluvia a nuestro alrededor, parece desvanecerse y quedar solamente nosotras dos con nuestros pensamientos en algún lugar, cualquier lugar menos aquí.
Sus ojos no han parado de inspeccionar mi rostro en busca de algún rastro de broma u otra cosa de la cual no tengo conocimiento. Al parecer ha quedado muda, pues intenta formular por lo menos una palabra pero no lo hace, ya que su boca solo se abre por unos segundos para luego volver a cerrarse y seguir mirándome fijamente.
Me permito alcanzar un vaso con agua y beberlo de un solo trago, pues no sé en que momento mi boca se ha quedado seca y el solo contacto del agua con mis labios provoca que mis ojos se cierren.
Puede que sea debido a que en verdad necesitaba agua para recuperarme o que solo trataba, inconscientemente, de evitar la mirada de mi madre. Lo más probable es que sea la segunda.
En estos momentos me arrepiento de haber formulado tal pregunta frente a mi progenitora.
–Yo... –carraspea tratando aplacar el silencio que se formó durante unos eternos minutos–, ¿desde cuándo te sientes así?
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El asistente de mi padre
Teen FictionElla siempre tenía mala suerte en todo lo que ocurría. Apenas empezaba a vivir su adolescencia y ya tenía desilusiones, tanto amorosas como familiares. Pero algo cambiará su vida y le permitirá conocer algo que no solo se basa en problemas, desilusi...