37. "Día 3"

199 11 0
                                    

La esperanza es grande, casi incontable, casi perfecta. El problema, a veces son solo ilusiones que afectan aún más.

Y cuándo esta se pierde, ya no existe nada. No hay nada más que te sostenga, nada que te evite caer y derrumbarte.

Nada.

Han pasado 50 horas en las que mi hermana lleva desaparicida. Nadie puede hacer más que esperar. La policia busca desesperadamente pero no hay nada, no encuentran ni el rastro de mi hermana.

Nunca vi a mis padres tan alterados y frágiles. Mi madre está recostada en mi padre y él la abraza para tranquilizarla. Ambos tienen los ojos rojos y cansados, por llorar y evitar dormir para estar alerta. En estos momentos no les importa las peleas y el hecho de que están separados. Un hijo mueve tanto como para lograr algo de tal magnitud.

Yo no estoy mejor.

Ni siquiera nos hemos cambiado de ropa por dos días seguidos, tal es el sufrimiento y angustia que no me importa, en estos momentos quisiera simplemente tenerla aquí, a pesar de las peleas y diferencias que tengamos, porque la extraño muchísimo más de lo que alguna vez llegué a imaginar.

Suelto un suspiro resignado. Si tan solo hubiera prestado más atención a lo que ella hizo ese día no estaríamos en esta situación.

Y si no hubiera creado ese disturbio en la empresa ese día, quizás tampoco. Pudieron haber aprovechado ese momento para secuestrarla. Soy una tonta.

–Tranquila. La encontrarán –me intenta dar ánimos Nathan. Nuevamente.

Le miro a los ojos y no puedo hacer más que suspirar y negar lentamente.

Él nos ha acompañado estos dos días y las labores en la empresa han sido paralizadas, pues ninguno de los jefes tiene la intención de levantarse de ese mullido sofá e ir a dirigir una empresa inmensa en tal condición. Sería algo ilógico.

–Keit... –levanto la vista del suelo y veo la puerta principal.

Uno de los pilares de mi vida.

Me levanto del sofá y camino hacia ellas a la vez que ellas se encaminan a mí. Y nos envolvemos en un extraño abrazo en el cual llego a derrumbarme nuevamente, soltando sollozos.

–No puedo creer que esto esté sucediendo –susurra Beth.

–Es cierto que es una diablilla pero nadie merece esto –dice en el mismo tono Sasha.

–Pobre, Mel. ¿Dónde estará ahora mismo? –se lamenta Beth.

Nos sentamos en el sofá luego de que las chicas abrazan a mis padres con tristeza.

–Keit, ¿que pasó...? –me pregunta Beth.

Levanto los hombros en señal de no saber la respuesta.

–Oye, ¿estás bien? –me pregunta Beth.

–No ha hablado desde ayer, se ha quedado sin voz de tanto gritar y llorar –le contesta Sasha.

Así es, grité y lloré. Y mis cuerdas vocales han quedado hechas un desastre, ni siquiera mis sollozos se escuchan normales.

Todo el día primero de enero pasé recriminandome acerca de lo que pasó y haciéndome tanto daño de forma psicológica. Ayer ya no podía hablar.

–Oh Keit... –se compadece Beth y me abraza.

–Keitlyn, quiero hablar contigo –me dice Nathan–. O intentar hablar.

No quiero.

Asiento en respuesta y lo sigo hasta la cocina, donde ambos tomamos asiento en las sillas del mesón.

El asistente de mi padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora