~23~ |La dirección

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Miércoles

Desde que abro los ojos siento que este día no será un de mis mejores, no sé el motivo sólo lo siento.

Hay días en los que me despierto y también presiento que no me irá muy bien, pero hay algo raro un pequeño vacío y no sé el por qué.

Trato de poner mi humor arriba pero no puedo.

Afuera el tiempo está nublado y hace un poco de frío, se acerca otoño mi estación favorita.

Cuando llego al colegio, hay poca gente observo mi celular para verificar la hora y así es, llegué muy temprano.

Para mi suerte Montserrat ya está, la verdad es no sé cómo hace para llegar tan temprano, juro que nunca en el tiempo que llevo siendo su compañera he llegado más temprano que ella.

Siempre me pregunto lo mismo, ¿Cómo lo hace?

Ella se encuentra hablando con un chico, creo que es de segundo, su rostro me parece familiar. Decido no interrumpir su conversación e ir a comprar algo de comer.

En eso lo veo.

Una mochila, una maleta y su mano entrelazada con la de su novia.

Me están dando la espalda por suerte ya que mi expresión de seguro es más que patética.

No quiero aceptar que el motivo de mi mal humor es que Nielson se vaya, pero una parte de mí la parte sensata sabe que es por eso.

Me duele ver cómo atraviesan la puerta y se pierden en el campo del colegio.

Aparto la mirada antes de llorar porque sé muy bien que lo haría si sigo mirando, pido un sándwich y un jugo de durazno y camino directamente hacia nuestro salón de clases.

Después de pasar varios minutos con los ojos cerrados y la cabeza apoyada por mis brazos sobre la mesa, alguien me zarandea.

No estaba durmiendo, sólo manteniendo la mente en blanco.

Antes, no sé hace cuando había leído en una página de internet ejercicios mentales para despejar la mente.

Estaba pensando en todo lo importante que había pasado, papá, mamá, Carlos, Montse, Guillermo, la profesora de biología, carretera y Nielson.

Me imaginaba sus rostros y los eliminaba uno por uno hasta acabar y dejaba la mente en blanco el mayor tiempo posible y la verdad es que te ayuda.

En este caso me mantenía ocupada para no pensar en Nielson y su partida.

—Oye... ya van a empezar las clases y estás durmiendo.

Por un absurdo minuto pensé que la mano que me zarandeaba era la de Nielson pero no.

—¿Kendall?

Él me guiña un ojo, y se sienta al lado mío.

—Quería agradecerte por todo lo que has hecho por mí y Yasmine.

—No te preocupes...

Alza una ceja.

—¿Qué tienes?

Desde tu llegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora