~15~ |Guillermo

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...

Sábado

El dolor de cabeza es atronador.

Abro los ojos mientras todo da vueltas, lo primero que noto es que esta no es mi habitación. Y lo segundo...

La garganta se me seca y un nudo se instala allí, toda la tranquilidad que sentía hasta hace instantes se disipa cual humo contra el viento.

—Montse... —Jadeo mientras me incorporo.

La puerta de la extraña habitación se abre revelando a...

—Venu, por fin despierta.

El profesor Guillermo.

—¿Qué pasó de Montserrat?

Él me mira sin expresión alguna.

Me levanto y un fuerte mareo golpea mi cabeza, tambaleo un poco pero logro llegar hasta él y tomar su remera entre mis dedos.

—La maté...¡¿Verdad?!

Me aparta con delicadeza y niega lentamente.

—Está en la habitación de al lado.

El alivio que experimento es algo único, lo aparto de un empujón y me enfilo rumbo al cuarto de al lado. Abro la puerta completamente y cuando mis ojos dan con ella, duermiendo tranquilamente, su pecho bajando y subiendo al compás de su respiración empiezo a sollozar de felicidad.

No la maté.

No soy una asesina.

—Venu...

Saco mis lágrimas y volteo a ver al profesor. Él me llama.

Cuando salgo de la habitación se encarga de cerrar la puerta suavemente y luego me mira curioso.

—¿Qué es todo esto?

Me siento avergonzada así que observo la pared tras suyo, supongo que estoy en su casa recuerdo todo pero después de que nos recogió de la fiesta todo parece nebuloso.

—Yo...pensé que maté a Montse, usted estaba ahí, ¿Se acuerda?

Niega ceñudo.

—Cuando llegué a la fiesta estabas dormida al lado de la piscina y tu amiga...ella se estaba bañando alegremente, creo que soñaste.

Todo fue un sueño, un maldito sueño.

¿Pero cómo es posible? El dolor me carcomía hasta no poder, estaba destrozada, devastada, sólo quería dormir y olvidar. Ahora resulta ser que todo fue un maldito sueño.

—¿Esta es su casa?

Asiente.

—¿Y se puede saber cómo rayos usted casualmente me llamó ayer?

—Tranquilízate que no tengo la culpa de que te hayas pasado con las copas y tú cerebro te haya hecho una mala jugada.

Abro la boca aturdida, sus hermosos ojos se vuelven pacíficos.

—Lo siento —Se disculpa.

—Yo...sólo quiero saber cómo acabé aquí y no en casa.

—Mi amigo, tú profesor de poesía me dio tu número quería pedirte para que convencieras a Montserrat de venir a una capacitación para las competencias, te llamé y supe que estabas ebria así que me preocupé porque ví en tus ojos que no eras esa clase de personas así que decidí ayudarte. Como vi que estabas muy ebria decidí traerte aquí, supuse que tú madre te daría el sermón de tú vida al igual que a tú amiga.

Desde tu llegadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora