C a p í t u l o 63: "No siempre puedes ser fuerte"

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(Kyle)

En el momento en que abro los ojos y veo un techo blanco, soy consciente del lugar en el que estoy. Por unos segundos siento que estoy sumido en un déjà vu debido a que ya he estado ingresado antes en un hospital, pero a mi mente acuden los últimos recuerdos antes de que perdiera la consciencia.

La pelea con Max, su muerte justo cuando él iba a acabar con mi vida, el fallecimiento de Chris, los llantos desconsolados de Kelsey...

Hago el esfuerzo de mantener los ojos abiertos. La cabeza me duele bastante, pero aun así no dejo de darle vueltas a todo lo que sucedió en tan poco tiempo. Veo que mi brazo derecho está enyesado, y que en el izquierdo tengo un par de goteros que marcan la velocidad de mis pulsaciones. Tengo todo el cuerpo dolorido y vendas por todas partes, pero a pesar de todo eso, estoy bien.

Sigo vivo. Después de haber estado a punto de ser atrapado por las garras de la muerte.

Echo un vistazo a mi alrededor. La habitación es pequeña y me encuentro solo. Afortunadamente dispongo que una gran ventana con la que poder ver el exterior mientras esté internado en este asqueroso lugar. Todo es tan blanco que me enferma, pero tal monotonía la rompe un ramo de flores sobre la mesita de noche cuyo remitente desconozco.

¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

La puerta se abre de repente, dejando ver a una Kelsey algo cambiada. Parece que se ha cortado un poco el cabello, y lleva un jersey pegado que ya le hace notar sus meses de embarazo. Su rostro parece pálido y más delgado, pero en realidad sigue siendo la de siempre. Supongo que he permanecido mucho tiempo debatiéndome entre la vida y la muerte, porque tal sorpresa es la que se lleva cuando me ve que deja caer la bolsa que llevaba en las manos.

—No puede ser... —murmura con ojos cristalizados. Yo le lanzo una mirada desorientada, sin saber del todo qué está sucediendo.

Sin pensárselo dos veces, corre hasta mí y me abraza con cuidado, comenzando a llorar en mi cuello. Aunque no puedo corresponderle, el simple hecho de tenerla cerca me obliga a cerrar los ojos para contener las lágrimas que amenazan con salir.

—Cariño, lo he pasado tan mal... —dice ella nerviosamente, mientras acaricia mis mejillas y me besa varias veces en los labios— Has cumplido tu promesa, sabía que lo harías.

—¿Qué... me ha pasado? —pregunto con voz ronca.

—Te desmayaste hace tres días. Yo pensé que estabas muerto, pero los médicos confirmaron que seguías respirando. Tienes múltiples heridas y lesiones, aunque ninguna es grave. Has sobrevivido, amor. He estado muy preocupada por ti.

Lo que decía era cierto, lo podía comprobar en en las ojeras que se marcaban bajo sus ojos. Seguro que ha estado cuidándome todo este tiempo, haciéndome compañía cuando nadie más podía, esperando a que por fin abriera los ojos. La verdad es que me alegro de que el momento haya llegado, que haya podido volver a verla.

Pero hay un hecho que me preocupa.

—Chris —musito, lo que hace que su expresión cambie radicalmente.

—Ayer fue su entierro —me informa bajando la mirada—. Fue nuestra última despedida... Pero quiero creer que sigue con nosotros, en nuestros corazones.

El silencio reina entonces en la habitación. Por unos segundos me niego a creer que eso sea cierto, que alguien tan lleno de vitalidad como Chris haya dejado de respirar... Pero la realidad es que lo vi morir con mis propios ojos. Vi cómo el brillo se desvanecía de sus pupilas azules. Vi cómo una sonrisa se quedó en su rostro antes de exhalar el último aliento.

Júralo Por Mí [#UAI2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora