C a p í t u l o 59: "Atrapados en el infierno"

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(Kyle)

Tres meses. Tres meses son los que Kelsey lleva embarazada, y la verdad es que todo está yendo muy bien. Mis padres nos están ayudando, nuestro día a día en los estudios sigue como siempre... Incluso Brandon, el padre de Kelsey, nos ha suplicado perdón.
Me vi obligado a perdonarle, porque no quiero cargar con ninguna sensación negativa, porque solo quiero ser feliz. Siempre es bueno perdonar si esa persona lo siente de corazón, y a diferencia de los engaños en los que antes hemos caído, esta disculpa ha sido real.

No quiero más resentimientos en mi vida.

La mañana acompaña a la perfección nuestra etapa en la vida. El otoño comienza a hacer su aparición de forma lenta y agradable, con una brisa suave que da frescura a los últimos días calurosos por los que hemos pasado. Mi mente, sin embargo, no se concentra en nada que no sea dar un paseo y comprar varias tabletas de chocolate a petición de mi enfadada novia. Supongo que es normal tal cambio en su estado de ánimo, pero yo haré todo lo posible por que no se sienta sola ni desanimada durante los seis meses que le quedan hasta dar a luz.

La tienda a la que pretendo entrar está a unos veinte pasos. Continúo mi camino apreciando el característico paisaje de la ciudad, y paso por el lado de un callejón.

Mi perdición.

En ese preciso instante, una mano se posa sobre mi boca y me obliga a entrar en el callejón oscuro, arrastrándome por la fuerza. Intento gritar, pero la fuerza con la que me empujan y la impresión del momento me lo impiden. Nadie se da cuenta de que desaparezco, a pesar de que había tanta gente paseando por las aceras. Cierro los ojos con fuerza, temiendo por mi vida más que nunca. La sensación de una fría hoja de cuchillo en mi cuello me hace abrirlos de par en par. Siento un leve dolor un poco más arriba de la clavícula, muestra de que la persona que me ha secuestrado me ha hecho un corte.

-Mueve un músculo y te rebano el cuello -me amenaza una voz horriblemente familiar.

Permanezco inmóvil, a pesar de que mis manos no dejan de temblar. Aprieto los puños de manera que mi mayor enemigo no pueda darse cuenta de mi miedo.

-Cuánto tiempo, Adams -habla en mi oído, con su típico tono repelente-, te he echado tanto de menos... ¿Cómo has estado sin mí? Creyendo que nada malo podría pasarte, ¿eh? -La hoja del cuchillo parece penetrar un poco más en mi piel herida, lo que me hace reprimir, a duras penas, un grito de dolor- Quiero darte una invitación. Vendrás, ¿verdad?

En mi campo de visión aparece una pequeña tarjeta, blanca y rectangular, con una dirección y una hora escritos a mano. La tomo con una de mis manos y la miro detenidamente. Internamente estoy rogando que este loco no perciba los latidos de mi corazón en mi cuello.

-Ven a las cinco a la dirección que te he marcado -agrega. Aunque su mano ya no cubre mi boca, el cuchillo sigue amenazando con cortarme el pescuezo-. Si por el contrario decides ser malo y rechazar mi amable oferta, puede que el dinero de la cuenta bancaria de tus padres desaparezca repentinamente, o tal vez, por casualidades de la vida, Kelsey tenga un accidente automovilístico que la obligue a abortar. ¿Quién sabe?

Un escalofrío me recorre de pies a cabeza cuando oigo que dice esas cosas con tanta tranquilidad. Tengo ganas de golpearlo como ya hice otra vez, pero estoy acorralado y él va armado. Podría acabar muerto si me atreviera a luchar contra él. Estoy indefenso.

-Vale -musito-. Iré.

-Eso es lo que quería oír -comenta Max bajando el cuchillo, y por primera vez en mucho tiempo puedo ver su sonrisa sádica. En lo único que ha cambiado físicamente es en la barba que ahora adorna su cara; aparte de eso sigue viéndose cono el mismo gilipollas de siempre.

Ir de vuelta a casa se me hace un mundo. Los pensamientos que rondan mi cabeza me tienen tan intranquilo que solo deseo gritar y golpear lo primero que encuentre.

Sabía que Max no tardaría mucho tiempo en volver. Lo sabía y, aun así, decidí ignorarlo como el imbécil que soy. A pesar de todas las advertencias y de lo mucho que me repetía mi propia conciencia que esa felicidad no podría durar demasiado. Si Max va en serio y tiene a su séquito de hijos de puta con él, estamos realmente jodidos.

-Hola, cielo -Kelsey me recibe cuando llego al apartamento. Al verme con las manos vacías, su sonrisa desaparece-. ¿Y el chocolate?

-No quedaba -miento sin siquiera mirarla, y me dirijo a la habitación mientras que en silencio sufro con mis propios pensamientos.

Ella no se da por vencida tan fácilmente. Me acompaña a nuestro dormitorio, donde yo me siento en la cama de matrimonio, como si no me pudiera mantener en pie.

-Oye... ¿Te pasa algo?

-No -contesto rápidamente.

-Mientes. No pareces estar bien.

-Digo la verdad -la contradigo comenzando a impacientarme.

-Si estuvieras diciendo la verdad, me estarías mirando a los ojos -insiste en un tono serio.

-No tengo por qué hacer eso para decirte algo cierto.

-Pues tú siempre lo haces -asegura.

Guardo silencio. No puedo discutir con ella ahora, esto es lo único que me queda. Mi mente está demasiado saturada como para pensar con claridad. Los problemas se multiplicarían.

-Kyle, dime qué te pasa.

-Estoy bien.

-Eso no es cierto. Déjate de tonterías y...

-¡Te he dicho que estoy bien, joder! -grito alterado, levantándome de la cama por instinto. Ella no parece inmutarse ante mi salvaje reacción, y agradezco que al menos ella tenga más cordura que yo en este momento.

-¿Por qué quieres esconder lo que ya se ve a la luz? -inquiere con un semblante inexpresivo, lo que me cae como una jarra de agua fría.

Soy tan estúpido. Por supuesto que ella sabe perfectamente lo mucho que algo me está atormentando. Aunque quiera mantenerla lo más alejada posible del peligro, esconderle mis sentimientos y sucesos no ayudará en nada, porque no nos hará sentir bien a ninguno de los dos.

Ahora sí, la miro a los ojos. En ellos puedo percibir una pizca de temor que pretende ocultarse tras la serenidad de su rostro. Me acerco a ella dando pasos lentos y perdidos, y la abrazo. La abrazo con todas mis fuerzas, demostrándole que realmente la necesito, que definitivamente me he perdido en este sendero al que llaman vida. Admito prescindir de sus consejos, de su apoyo moral y la confianza que me transmite. No puedo hacer nada más que seguir creyendo en ella.

-Es Max -musito aún abrazándola. Puedo sentir sus manos agarrando con más fuerza mi camiseta-. Debo ir a donde me ha citado.

-Yo te acompaño.

-Esto es muy peligroso, Kelsey -le aseguro preocupado-. Yo por poco logré salir vivo de aquel callejón. ¿Sabes lo descuidado que sería de mi parte dejarte arriesgar tu vida en vano?

-¿Y sabes tú lo espantoso que sería vivir con el recuerdo de que te dejé morir? -contraataca sin dudar ni un segundo- Este es un deber tanto tuyo como mío, Kyle, ambos debemos ir. Porque si una pareja se quiere de verdad, debe permanecer unida tanto en lo bueno como en lo malo, ¿recuerdas?

Nuestra promesa de seguir juntos.
Nuestra promesa de superar las adversidades de la mano. No podría olvidarlo.

Asiento con la cabeza, intentando alejar todos mis malos presentimientos. No voy a pensar en el futuro, sino en el presente. He de concentrarme en el ahora, o no podré avanzar.

-Vamos -digo tras unos segundos de silencio.

Tal vez esté firmando mi sentencia de muerte, y también la de Kelsey. Pero no nos queda otra alternativa.

✴✴✴
Y ahora sí, llega lo que nuestros protagonistas tanto temían. Max los tiene atrapados, y no pueden hacer más que luchar por seguir viviendo. ¿Qué les espera en aquel lugar misterioso? ¿Y cuál es el nuevo plan que trama el enemigo?

Júralo Por Mí [#UAI2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora