Capítulo 13: sentimientos guardados

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Un montón de agujas perforaron su cuerpo haciendo que soltara un agudo grito, sus piernas temblaron, todo su cuerpo lo hizo. Cayó de rodillas al suelo mientras escuchaba las exclamaciones sorprendidas de Sasuke y Naruto. Las agujas habían dado en sus puntos vitales.

—¡Kimera!— Gritaron al unísono, pero fue en vano, ella se dejó caer en los brazos de Naruto quien la atrapó con respiración entrecortada.

Otra horda de agujas fueron lanzadas hacia ellos, cerró los ojos y esperó a ser atravesada, pero nunca hubo golpe. Abrió los ojos y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Sasuke caer al suelo a un lado de ella.

—No quiero que tu sueño muera...— Había logrado escuchar, aunque sus oídos comenzaron a fallar y un pitido molesto los invadió.

Se zafó de los brazos de Naruto y se arrastró hacia Sasuke, puso una mano sobre la de él y su frente se posicionó en su pecho que subía y bajaba a un ritmo demasiado lento. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos y caían directo en la camisa de azul de Sasuke. Se sentía tan impotente, no había nada que pudiera hacer por él. Por primera vez, ninguno de sus trucos ninjas funcionarían para salvar la vida de la persona que quería.
Un aura roja los rodeó, era como si el fuego la abrazara. Alzó la cabeza y se sorprendió al ver a Naruto en cuatro patas, la figura de un zorro rojo lo acompañaba, de sus manos sobresalían garras y su mirada era feroz, como la de un animal furioso.

—¡Voy a matarte!— Gritó con la furia latente en su cuerpo.

El-el Zorro de las Nueve Colas, pensó completamente horrorizada. Su padre le había comentado sobre él y el recipiente que lo contenía.

Naruto comenzó a golpear los espejos logrando romper estos y los montones de cristales cayeron al suelo o sobre ellos, Kimera protegió con su cuerpo el de Sasuke para que su situación no empeorara con aquellos filosos pedazos de hielo que caían. Cuando se dio cuenta, la prisión estaba rota y Haku estaba fuera de los cristales. Los párpados de Kimera rogaban por cerrarse, pero no podía, si algo pasaba, debía proteger a su compañero.

La niebla de disipó de un momento a otro dejando ver a Kakashi y a Zabusa en su enfrentamiento. Kimera no necesitó su Byakugan para ver el chakra de su sensei, este estaba completamente visible en su mano y rebotaba en el suelo como si millones de rayos salieran de ahí, el ataque iba directo a Zabusa pero un cuerpo se interpuso entre ellos logrando que la sangre volara de un lado para el otro. Hatake Kakashi había matado al joven llamado Haku con su jutsu secreto. Miró sorprendida los tres cuerpos que estaban parados y se miraban de forma amenazante y uno sin vida. La forma en la que se comportaba Zabusa ante la muerte de su compañero le enfermaba, la hacía sentir mal por Haku. Abrazó el cuerpo de Sasuke contra el suyo y apoyó su frente con la de él mientras las lágrimas volvían a hacer acto de presencia en sus ojos y de su boca salían sollozos llenos de dolor y sufrimiento. Sus ojos comenzaron a pesar, su respiración fallaba y el cuerpo ya no quería corresponderle. La tristeza e impotencia la dejaban sin energías, le quitaban las pocas fuerzas que tenía.

—Kimera, deja de llorar...— Escuchó el suave susurro de una voz debajo de ella. Como pudo, alzó la mirada para encontrarse con Sasuke y una media sonrisa adornando su rostro.- No me gusta verte llorar.- Añadió antes de acariciar su mejilla con debilidad.

—Vuelve a espantarme así y juro que te golpearé.— Dijo justo antes de desmayarse ella.

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—... y entonces me desmayé.— Completó Kimera su historia con una sonrisa en el rostro aún en su cama.

Hinata saltó a sus brazos con los ojos llenos de lágrimas y la apretó con fuerza haciéndola reír levemente. Acarició su cabello y le devolvió el abrazo.

—¡Pro-prometiste volver sin he-heridas!— Reprochó sin dejar de abrazarla y comenzando a derramar lágrimas.

—Lo siento.— Dijo Kimera divertida.— Pero no puedo evitarlo cuando tengo a Naruto-kun y Sasuke-kun en el mismo equipo.

Justo cuando Hinata iba a contestar, la puerta se abrió dejando ver a su padre con un rostro lleno de seriedad y con una imponente postura. Su cabello caía largo sobre su espalda, sus ojos aperlados la miraban carentes emociones, llevaba una bata blanca que llegaba hasta sus pies descalzos.

—Tienes visitas, Kimera.— Las gemelas se miraron entre ellas y luego dirigieron su vista enfrente para que la más pequeña se sonrojara.— Vamos, Hinata, tienes entrenamiento.

—Sí, padre.— Finalmente, soltó a su hermana y caminó detrás de su padre con la mirada baja. Al pasar junto al chico lo saludó con algo de vergüenza.— Hasta luego, Sasuke-kun.

Sasuke sólo asintió en su dirección con la mirada clavada en la menor de las Hyūga, se acercó a su cama y se sentó a su lado sin emitir palabra alguna.

—¿Te sientes mejor?—Preguntó finalmente luego de segundos sin hablar.

—Yo... claro que sí.— Contestó con las mejillas sonrojadas y la mirada puesta en sus manos.

—Quería agradecerte.— Hizo una pequeña pausa antes de seguir hablando.— Pusiste mi vida por sobre la tuya sin importarte nada.

—Te lo prometí. Prometí que te protegería con mi vida si era necesario.— Kimera alzó la cabeza y lo miró a los ojos.

—Lloraste en el puente, ¿por qué?— Eso sí que la tomó por sorpresa, no esperaba esa pregunta.

Respiró hondo antes de hablar, no quería revelar información de más pero sabía que debía hacerlo en algún momento y qué mejor que hacerlo en su propia casa en donde se sentía protegida.

—Porque no toleré pensar que estabas... muerto.— Cerró los ojos con fuerza para evitar lloriquear como una niña pequeña.— No toleré verte herido, no toleré pensar que ya no te vería nunca más. Me importas, Sasuke-kun, más de lo que crees y... y debía decírtelo antes de que cualquiera de los dos dejara este mundo. Lloré... porque te quiero.

La cara de Sasuke era digna de una pintura, parecía paralizado en su lugar, no había visto nunca al Uchiha tan pasmado por algo, ni siquiera cuando lo venció en la academia en una pelea de Taijutsu. La chica, avergonzada y sintiéndose humillada, bajó el rostro dejando que su cabello parecido al color de una berenjena, ocultara todo rastro de tristeza y dolor que comenzara a formarse en ella.

Sintió su barbilla ser levantada y algo hacer contacto con sus labios, apenas un roce, una caricia llena de ternura. Uchiha Sasuke la estaba besando, un beso inocente y dulce como la miel. Luego de unos segundos así, se separaron, Sasuke con una sonrisa de medio lado y Kimera con las mejillas más rojas que el fuego. Y desde ese momento, la tarde se basó en pláticas de cosas triviales y pequeños besos que el Uchiha le robaba a la Hyūga que se quedaba completamente embelesada con sus labios.

Uchiha Sasuke-kun, te quiero.

Hyūga Kimera, te quiero.

No Tienes Que Estar SoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora