Rellemera

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Aquí estoy despertando, todavía no puedo dormir de tu lado
Ahí está tu taza de café, la mancha de lápiz labial se desvanece con el tiempo
Si puedo soñar lo suficiente, me dirías que estaré bien
Estaré bien


Ese mañana, Kimera había despertado más temprano de lo normal. Fue extraño para ella despertar sola pues Hinata y Neji siempre estaban metidos en su habitación para asegurarse que nada le faltara o que la herida no le doliera. Luego de que se desmayara en El Valle del Fin, Naruto le contó que Sabaku No Gaara había aparecido y se la había llevado directo a Konoha para que la curaran. Ahora, los Hyūga estaban en deuda con el portador del Shukaku ya que, de no ser por él, Kimera estaría muerta.

Había pasado más de un mes desde que Sasuke se fue. Desde entonces, la peliazul solía levantarse en las madrugadas con los ojos llorosos y gritando por ayuda. Las pesadillas no dejaban de atormentarla, esa fue la principal razón de que siempre hubiera un futón en su cuarto, al lado de su cama.

Luego de desayunar y ser arrollada de disculpas de sus nuevos compañeros de cuarto, decidió que arreglaría su habitación por ella misma. Había gente que lo hacía por la rama principal, pero ese día quería hacerlo, necesitaba distraer su mente de sus tormentosos recuerdos.


Limpiando hoy, encontré esa vieja camisa de Zepplin
Que Te llevabas cuando huías, y nadie podía sentir tu dolor
Somos demasiado jóvenes, demasiado estúpidos, para saber cosas como el amor
Pero ahora sé mejor, mejor ahora

Mientras doblaba el futón, encontró una playera que no era de ella. No era de nadie de su Clan. Era de él.
La miró fijamente con la mente perdida en sus recuerdos, suspiró antes de ponérsela por sobre la cota de malla que llevaba. No tomó su chaqueta, simplemente dio la vuelta y salió de su cuarto para ir en dirección al campo de entrenamiento del equipo siete.

Durante ese mes, no había podido moverse, Hinata y Neji fueron advertidos que podía hacerse un daño peor si lo hacía, así que casi la ataron en la cama y la vigilaban las 24 horas del día. Pero aquel día parecía que se habían evaporado, sólo aparecieron en el desayuno, así que supuso que estaban en una misión.

Mientras caminaba por las calles de Konoha, el equipo Ino-Shika-Chō, la miró con atención al ver esa mirada tan perdida y triste que había cargado desde que Sasuke la había atravesado con un Chidori. El trío se miró y, sin decir palabra alguna, se acercaron a ella con la mejor actitud que pudieron tener.

—¡Hola, Kimera! ¿Qué tal te va?— Saludó Ino regalándole una enorme sonrisa que fue correspondida con una tímida y, para los ojos del equipo 10, falsa.

—Bien. Las cosas parecen estarse calmando en la aldea. ¿Cómo van en sus misiones?— A pesar de llevar la plática muy bien, Ino y Shikamaru notaron que parecía querer huir.

—Ya sabes, todo es aburrido y fatidioso, pero es lo que hay.— Para sorpresa de los chicos, Kimera soltó una risilla por las palabras recién dichas de Shikamaru.

—Debo irme, chicos. Hasta luego.— Agitó su mano mientras se alejaba y cuando creyó que ya no la veían, bajó la cabeza mientras volvía a meterse en sus tristes recuerdos.

Para el equipo ocho fue muy evidente que el equipo 10 seguía a Kimera. A fin de cuentas, ellos se especializaban en eso y eran los mejores ratreadores de los novatos. No tardaron en preguntar el porqué de sus acciones y luego de que explicaran sus razones, habían seis personas siguiendo de cerca a la Hyūga. En el camino se encontraron al equipo Gai que acompañó a la bola de idiotas, como Neji los había llamado, en su misión de cuidar a la pequeña peliazul. En el último instante, Naruto y Sakura aparecieron, luego de que todos les explicaran la situación, el rubio bajó la cabeza con tristeza mientras miraba a su mejor amiga alejarse con la cabeza gacha y a paso desganado.

Todos se reunieron en el campo de entrenamiento en el que Kimera entrenaba, miraban atentos sus movimientos torpes e inútiles. No sabían qué le pasaba, pero la Hyūga parecía tan perdida en aquellos movimientos que había hecho por años.

Así que lo ahogo como siempre lo hago
Bailando por nuestra casa con tu fantasma
Y lo persigo, con un tiro de verdad
Ahora mis pies no bailen como lo hicieron contigo

Patada, puñetazo, Puño Suave, patada, puñetazo, Puño Suave. Una patada mal dada dio como resultado a un pequeño cuerpo en el suelo. Y se rompió. Lloró sobre sus rodillas y tapó su rostro con sus manos mientras sollozaba ruidosamente y las lágrimas bajaban libremente en sus sonrojadas mejillas. Luego del incidente, la menor se había negado a llorar. No derramó lágrima alguna en ninguna ocasión, se mantuvo firme en la decisión de no hacer tal acción. Pero guardarse todos sus sentimientos sólo dio como consecuencia que estuviera ahí tirada en el suelo. Llorando y lamentándose no haber podido hacer más por Sasuke.

Un minuto fue lo que pasó antes de que Hinata saliera de su escondite, con el ceño arrugado de preocupación y la tristeza de ver a su hermana así resaltaba en los blanquecinos ojos. Posó sus brazo en el cuerpo de Kimera en forma de abrazo que la hizo sobresaltar y mirar a su hermana con sorpresa.

—Hi-Hinata...

Neji tampoco soportó más, se acercó a Kimera y pasó un brazo por su espalda del lado contrario de Hinata.

—Neji-niisan...

Sakura y Naruto se unieron al abrazo, la reconfortaron con una sonrisa y palabras alentadoras. Ahora cuatro cuerpos rodeaban a Kimera e intentaban protegerla del dolor.
Shikamaru, Ino, Chōji, Shino, Kiba, Rock Lee y Tenten también se unieron al abrazo grupal que reunió y pegó las piezas del dañado corazón de Kimera.

Ahora ya no se sentía sola, tenía amigos que siempre la protegerían, que la cuidarían. Y en medio del llanto, una sonrisa esperanzadora se posó en sus agrietados labios.

Amigos... Ellos eran sus amigos.

No Tienes Que Estar SoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora