⟻II. ABRIENDO LA BOCA.⤛

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...2 Años antes del incidente...

—Alo... —suspiré sobre las palabras que decían al otro lado del teléfono desechable— Entendido... —dije con total frialdad para luego colgar.

Miraba a la gran ventana enrejada, se podía apreciar como oscurecía mientras me encontraba sentada en la orilla de la cama, todo en esta habitación me parecía sencillo. Cama, lámpara, una mesita de noche y una silla en una esquina, todo con un aspecto descuidado y viejo, el olor era húmedo hasta un poco desagradable.

Mientras la gran ciudad se sumergía poco a poco en el atardecer, las luces iban abriéndose paso con rapidez, destellos de colores variados de neón eran las más destacables a la vista, los drones de mandados y demás sobrevolaban las calles, y las publicidades que antes eran más sosas en el día, se volvían más elaboradas y llamativas al caer la noche, haciendo parecer que las cosas que promocionan fueran hasta palpables o que simplemente fueran a pisarte.

Vi como el reloj marcó las 5:00 pm y me dirigí a la salida del Motel donde me recosté en la pared de afuera de este, me dediqué a esperar con un refresco en mano, yo no era particularmente fanática de las gaseosas, pero no me iba a matar tomarme una. Podía ver todo desde donde me encontraba, la mayoría de las personas llevaban capuchas y tapa bocas o como yo que llevaba puesta una gorra, mi vestimenta no suele ser llamativa pero igual sé que no pasó desapercibida, mi persona ya es bastante llamativa de por sí, algo que no encaja muy bien con mi oficio pero que igual me da ciertas ventajas, mi conjunto se conformaba por una franela blanca algo holgada, unos pantalones de mezclilla negros y unos zapatos cerrados igualmente negros.

Me distraje un poco al ver a lo lejos como una bola de niños trataba de derribar un dron con un paquete algo pesado de una agencia de moda rápida muy famosa hoy en día, me dio gracia al ver cómo este soltaba las alarmas para luego ellos salir huyendo, tropezando torpemente más de uno.

Eché mi vista a la entrada del edificio que se encontraba al otro lado de la calle, solté una sonrisa segura al encontrar mi objetivo, tomé mi bolso y me puse en marcha. Entrando como perro por mi casa en dicho edificio.

—¿Tuvo un buen día señorita spoot? —dijo el recepcionista deslizando una llave con un papel sobre la madera de la recepción.

—Un poco nublado para mi gusto. —respondí mientras le pasaba un sobre con una pequeña suma de dinero en su interior. Obviamente esta conversación fue parte de un simple intercambio.

Realmente pudo inventarse otro nombre mejor, parecía que estuviera llamando a su perro con el tal spoot.

—Sé que entre como tal, pero no es razón para nombrarme como perro —me queje para mí misma entre susurros mientras me encaminaba hacia el ascensor.

Llame éste para poner mi mirada en el papelito donde se encontraban el número de piso y de apartamento, mire más abajo de estas dos y se encontraba un número de teléfono con un "llámame linda" al final, que patético.

—¿linda? Está más que claro que soy más que linda.

Estaba tan indignada con el momento de osadía de ese mundano que no me percate de la pareja que tenía al lado esperando el ascensor. Lo único que pude hacer con la pena de que me estuvieran viendo como un bicho raro, fue forzar una sonrisa y fingir demencia sobre el asunto.

Apenas llegó el ascensor marque el piso 16 usando la llave que se me fue dada, la cual realmente era una clase de tarjeta, y tras esperar unos minutos con la incómoda música de fondo y la parejita acaramelada, las puertas al fin se abrieron y me adentre a los pasillos buscando la placa en bronce con el número 164 grabado en ella, ya estando al frente de esta lo siguiente que hice fue tocar la puerta muy amablemente...

Lo siento, miento.

—¡Hey basura universal ábreme la asquerosa y repugnante puerta o te la tumbo a golpes! —que palabras tan hermosas salieron de mi dulce boca.

—¿Quién eres? —abriendo la puerta un chico completamente desaliñado, con aire de completo fastidio.

Lo inspeccione de arriba hasta abajo Y sin decir palabra alguna lo empuje para entrar mirando todo lo que era mi alrededor en ese momento, él continuaba quejándose y preguntando por mi identidad, lancé mi bolso al sofá que se encontraba cerca de la puerta, dando vuelta sobre mis pies me recosté en el espaldar de ese mugriento sofá y comencé a fijarme en la figura alterada y desaliñada que tenía al frente.

—Cálmate, me alteras —al parecer la seriedad con que dije eso le afectó de alguna manera, porque me miró como si estuviera tratando con una completa lunática. Tal vez tenga razón.

—Te lo preguntaré por última vez ¿Quién eres?

Continúe viendo todo a mi alrededor ahí donde estaba, como si él no estuviera o existiera. Me agarró con su asquerosa mano mi brazo y volvió a preguntar lo que lleva ya rato preguntándome, pero esta vez con aires de amenaza.

—No es obvio el por qué estoy aquí —acerque mi rostro a su demacrada cara y con una sonrisa diabólica procedí a aclarar sus dudas— Le debes algo a mi padre.

Se quedó pensando aterrado, no sé si porque ya sabe quién soy o porque ya se está arrepintiendo de todas las cosas que estuvieron mal en su vida sin arreglo, me soltó y su semblante de terror cambió a uno más valiente.

—Ah... Ya me acuerdo de ti, la perra mala de papi —dijo tembloroso, pero con valentía.

Creo que pensó que por haberme podido agarrar el brazo hace un momento era solo una chica débil, me enoje, pero no deje que mi expresión macabra cambiará. No es la primera ni la última vez que me dirían eso, así que solo decidí acabar esto rápido.

—Dime ¿Pago o condena?

Abrió los ojos demasiado para mi gusto y comenzó a burlarse, pero sin dejar su voz temblorosa.

—Mira niña, no estoy para juegos ridículos, si tú padre quiere su pago que venga el mismo.

—¿Pago o condena? —no quería caer en explicaciones, como la explicación de que si venía mi padre, sería mucho peor para él. Además de que mi padre es un hombre ocupado, no vendría por algo tan poca cosa.

Se comenzó a reír como si de una broma se tratase, la locura en sus ojos se vio reflejada ya en este punto. Salió corriendo a la mesa de centro, agarró un pequeño pote del tamaño de mi dedo meñique y se lanzó el contenido en la nariz.

—¡Condena!

—Terrible error —saque mi arma disparándole justo en la frente, así acabando con su triste vida en el acto.

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