Why? │jaebum

cuatro

Why

Casi todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar hacía la pregunta existencial de mi vida, ¿para qué decidí estudiar? Cuando entré a la universidad, escogí el horario de la mañana para tener la noche libre y así tener más tiempo para hacer las tareas y tener un "descanso", nunca pensé que iba a maldecir tanto ver el amanecer y escuchar a los pobres pajaritos cantar como locos por mi ventana, vivir en un departamento con unos padres escandalosos que no sabían cómo no hacer ruido por las mañanas y con el sonido de los vehículos tocar la bocina como si no tuvieran otra cosa más que hacer, pero como dicen por ahí; el que amarra su caballo sabe para dónde va y yo de una forma u otra sabía que no sería fácil llevar la vida de un universitario.
Miré el reloj de la pared y comencé a pensar en todo el tiempo que llevaba perdido por haber quedado fija mirando a la nada, no era la primera vez que perdía el tiempo pensando en mi vida y tampoco la primera vez que me retrasaba para llegar a la hora justa, salí corriendo como pude al baño que estaba frente de mi habitación cuando vi que faltaban 55 minutos para la primera clase y debía de tomar el metro para poder llegar un poco antes, entré e hice todo lo que hace una persona y lavé mi pelo como pude para no llegar con olor a monos, cuando todo estuvo listo salí disparada a buscar en el armario qué me iba a poner, siempre que estaba en esta situación me maldecía mentalmente por no haber sacado lo que llevaría la noche antes o siquiera levantarme unos minutos antes.

–Cielo, te quedan 30 minutos y si no te apuras tu padre no podrá dejarte en la parada del metro. –gritó mi madre. Suerte que casi estaba terminando.

–Ya voy.

Una falda de cuadros amarillos y negro con una blusa blanca con orillas amarillas fueron las únicas prendas que vi más cómodas para el día loco que llevaba hoy y con el pelo mojado salí tomando mi bolso, el jacket, el teléfono y el monedero para tomar el ascensor desesperada porque mi chófer personal estaba debajo esperando por mí y si llegaba un poco tarde tendría que ir andando hasta el metro, no pude despedirme de mi madre pero mucho menos había tomado el desayuno, si no paraba de correr iba a caer desmayada por la velocidad en la que iba la suerte de todo esto era que mi padre aún no se había ido.

–Ya no necesito hacer ejercicios. –dije cuando entré al carro respirando como un perro, sacando la lengua.– Gracias por esperar papá, vámonos ya que llegamos tarde.

–A mí no me vengas a atacar.–buen genio el de este señor.

Salió del residencial y tomó la calle que iba directo al metro, pasamos esquinas, doble vías y semáforos, iba ida y despreocupada de la situación porque pensaba que iba a una hora justa hasta que el auto comenzó a detenerse solo y mi padre aparcó en la zona más cercana. OH MIERDA.

–¿Qué le sucede a esto? – pregunté despacio, por su cara sabía que no estaba asimilando bien y podía molestarse. Y había acertado.

–Pues se paró, ¿no ves? Eres ciega ahora. –dijo con obviedad y mentalmente quise pegarme, tenía total razón de responder así.

–¿Qué haremos? –pregunté inocentemente.

Miré por la ventana y el sol comenzaba a ponerse más y más alto, eso sólo significaba una cosa.

–¡MIERDA!

Salí disparada del auto y mientras cerraba escuchaba a mi padre decir que dentro de su coche no se decían groserías y que ya me las vería con él cuando llegara, la estación del metro no estaba a tanta distancia y si corría como un atleta podía tomar el que estuviera, por primera vez me digné a mirar el reloj en mi muñeca y aunque rezara a Dios no iba a llegar temprano a la clase.