Cap 52 Extra 2

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Por la mañana desperté sin ánimo alguno. No tenía fuerza para levantarme de mi cama, así que solo extendí el brazo para agarrar mi celular de la mesita de noche y ver si tenía algún mensaje de mis amigos, pero en cambio encontré un montón de mensajes de Aiden pidiéndome perdón, y que si era necesario, me dejaría ir si eso era lo que yo quería.  

Por algunos momentos sentí pánico ante la idea de perder a Aiden para siempre, así que le envié un mensaje preguntándole si podía verme el día de hoy. Justo acababa de recibir un mensaje de él cuando una pequeñita entró a mi recámara.  

Sonreí, sintiéndome un poco mejor al ver el dulce y tierno rostro de Mía.  

-- Hola, princesa -dije, poniéndome en pie para cargar a la bebé y sentarme junto con ella en la orilla de mi cama-. ¿En dónde está tu mamá?  

En ese momento Lissa entró a la habitación con una enorme sonrisa en el rostro.

-- Aquí estoy -respondió, sentándose a mi lado-. ¿Cómo está todo? ¿Hablaste con Aiden?

Suspiré, comenzando a jugar con las manitas de Mía.

-- Sí, eso creo. Quedamos en vernos hoy y dejar en claro las cosas.  

Mi hermana me observó con cierta ternura y compasión en su mirada.

-- Abby, Aiden te ama mucho como tú lo amas a él.  Creo que las cosas estaban muy bien entre ustedes dos. Además -una sonrisa divertida apareció en su rostro mientras evaluaba con atención mi estado de ánimo-. A Mía le vendría muy bien un primito con quién jugar.

Lissa observó a Mía mientras ella jugaba entretenida con mi celular. Mientras tanto, yo seguía pensando en Aiden y su hijo.

Aún seguía doliendo el hecho de que él tenía un hijo con su antiguo amor. Un hijo que los uniría por el resto de sus vidas.

¿Cómo competir contra eso? ¿Quién me asegura que algún día ese vínculo que existía entre ellos dos se haga mucho más grande y se vuelvan a enamorar?

Mi problema no era con el hijo de Aiden, él pequeño no tenía culpa alguna, sino por la madre. Aún así, las palabras de mi familia y amigos me ayudaron a reflexionar que Aiden realmente me amaba a mi y que no debería de tirar todo por la borda solo por alguien que formó parte de su pasado.

-- Pero esa ya es decisión tuya, Abby -murmuró, poniéndose en pie-. Tengo que irme ya. Adiós, mi amor, cuida a tu tía -dijo, besando la frente de la pequeña-. Nos vemos después, hermanita.

Y salió de la habitación sonriendo por última a Mía.

Después de bañar a Mía y jugar con ella hasta que se quedó dormida, pude ducharme y arreglarme con rapidez, y cuando por fin estuve lista, cargué a Mía con cuidado de no despertarla y salí de casa para verme con Aiden.

Al ver a Aiden no pude evitar sonreír, sintiendo aquella calidez que solo él es capaz de provocar en mi. Realmente lo amaba y ahora qué mis ideas y sentimientos estaban más que claros, estaba decidida a no dejarlo ir.

-- Hola -saludó él con tristeza cuando pudo percatarse de mi presencia ahí.

Sonreí con cierta timidez, dándome cuenta que por esta ocasión no había llevado a su hijo con él.  

-- Hola.

Una triste pero igualmente hermosa sonrisa apareció en su rostro mientras ambos tomábamos asiento en una de las bancas del parque más cercano.  

-- Veo que estás haciendo una vez más tu labor de tía -comentó con una leve sonrisa en rostro.

Reí un poco por su comentario.

-- Es mi labor de tía -respondí-. ¿Y en dónde está tu...hijo?

Todo rastro de sonrisa desapareció de su rostro para ser suplantado por una expresión relajada y un poco preocupada.

-- Se quedó con Isa.

-- ¿Sabes? Algún día Liss cuidará a nuestros hijos y tú cuidarás a los de Isa.

Aiden no habló por algunos largos segundos. Al voltear a verlo, descubrí que sus ojos observaban, embobado, las facciones de mi rostro mientras yo me encontraba hablando.  

-- ¿Nuestros? -preguntó.

Lo observé, confundida y sin entender a qué se refería con esa simple palabra.

-- Dijiste que algún día Liss cuidaría de nuestros hijos y yo los de Isa…

Como instinto me sonroje, consciente de lo que implicaba decir aquellas palabras, pero era algo de lo cual no me arrepentía de haber dicho.

-- ¿Enserio?

Una enorme, bella y espectacular sonrisa apareció en su rostro que logró dejarme sin aliento una vez más.  Justo en ese momento Mía despertó llorando, seguramente de hambre, pero yo no tenía nada de comida en aquellos momentos.

-- ¿Qué pasa, mi amor? -dije, secando las gruesas lágrimas de las suaves mejillas de Mía-. ¿Tienes hambre?

La intensidad de su llanto aumentó, y con eso, la frustración por no haber cargado con algo de comida para darle.

Aiden, que se encontraba sentado a mi lado, solo sonreía mientras veía como Mía se negaba a sentarse en mis piernas y comenzaba a estirar un poco de mi cabello.

-- Ven Mía -dijo Aiden mientras cargaba a la pequeña y se ponía en pie-. Vamos Abby.

Me pare de la cama mientras veía como Aiden comenzaba a jugar con Mía, y gracias al cielo, la bebé ya no lloraba, solo se reía con fuertes y alegres carcajadas infantiles. Y al verlo jugar de aquella manera con mi sobrina, pude darme cuenta que Aiden era y sería un grandioso padre.

Al final ambos comenzamos a jugar con Mía en el parque hasta que ello logró quedarse dormida de nuevo en los brazos de Aiden.

Lo observé fijamente por algunos minutos, recordando la verdadera razón del porque me había reunido con Aiden aquél día.  

-- Aiden…-comencé a hablar, indecisa si sacar el tema a colación.  

Él levantó la mirada de Mía para ver directo a mi rostro totalmente serio.

-- ¿Si?

-- Respecto al tema de tu...hijo…

Dejé de hablar, no encontrando las palabras adecuadas para expresar todo lo que sentía respecto al tema de su hijo y sobre mis sentimientos hacía a él, que en ningún momento perdieron su intensidad.

Él solo se limitaba a observarme con una expresión de querer saber mi respuesta, así sea mala o buena.

-- Te amo demasiado, Aiden y quiero...ser feliz contigo y con tu...hijo.

Aiden solo se limitó a observarme sorprendido. Entonces, para sorpresa mía, sus hermosos ojos azul verdosos comenzaron a llenarse con algunas cuantas lágrimas.  Yo solo lo observé fijamente, pensando que no existía hombre mas perfecto que Aiden.

De pronto él se acercó a mí, agarró mi rostro con su mano libre, y su hermosa mirada se encontró con la mía.

-- Te amo, Abby, y no sabes la felicidad que siento al escucharte decir esto -sonrió y todo el aire se fue de mis pulmones-. Soy el hombre más feliz y afortunado del mundo, mi chica unicornio.

Ambos sonreímos antes de que nuestros labios se encontraran en el beso más tierno que había recibido a lo largo de mi vida.

RojaijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora