-¿Es totalmente necesario que me trates de esta manera?
-No. Pero tengo que hacerlo. –Resople cruzándome de brazos.
-Pero tu...
-No Jhon. Ya no quiero oírte. –Levante ambas manos en derrota.
Jhon asintió sin ganas e hizo una mueca de lado, mostrándome que ahora, él también estaba enojado e incómodo.
Jhon Sanders era mi "mejor" amigo. Si ese es el sustantivo con el que podía llamarlo...
Jhon no era más que un adolescente sorprendente e injustamente alto. A sus catorce años media más del metro setenta, lo cual me hacía enfurruñarme más con él, de lo que normalmente lo hacía. Yo ya conocía a Jhon desde hace ya un considerable tiempo. Desde jardín de niños Su hermana, Kylie, fue y es de igual manera, mi mejor amiga durante años. Obviamente entre los tres hemos tenido ciertas diferencias, pero con el que más paso corajes, es con él, con Jhon.
Metí ambas manos a los bolsillos de mi gigante sudadera y empeze a dirigirme a paso rápido a la cafetería. No quería seguir peleando de manera estúpida e inmadura con Jhon.
El motivo de mi enojo el día de hoy, era que, como usualmente lo hace; Jhon había leído para mí un pequeño pedazo del periódico, donde decía que Harry Styles, el integrante de One Direction, y para mi mala suerte, mi delirio como hombre; pasaba por casi su séptima relación amorosa. Le explique como siempre lo hago, que lo único que pasaba entre su "supuesta" novia era solamente una amistad como la de cualquiera, y lo único que Jhon hizo fue denigrarlo, calumniarlo y difamarlo. Y es así como son normalmente los días junto a el:
Jhon -> Insulta a Harry -> Me enfado -> Peleo con el -> No le hablo. -> Se acerca nuevamente. -> Se disculpa -> Me dice que no volverá a hacerlo. -> Lo abrazo. -> Me dice que soy su mejor amiga. -> Promete no volver a hacerlo. -> Horas después... Lo hace.
Esta vez era suficiente. Sé que estaba siento estúpida e inmadura con el hecho de enojarme con mi mejor amigo por insultar a Harry, pero ya era demasiado el tener que lidiar con lo mismo todos los días. Él no lo conocía. Y sé que yo tampoco lo hago del todo, pero él no entiende mi obsesión enferma hacia él. Si solo tuviera la oportunidad de acercarme a él por solo un segundo... Mi vida estaría completa por siempre. Con solo tocarlo o mirarlo de cerca, tendría suficiente.
Una vez estando bajo del tejado de la cafetería, escaneo por el lugar en busca de mis amigas. O de Kylie. Pero en el momento en el que el olor que merodea por el lugar, rompe contra mi olfato, me doy cuenta de lo hambrienta que estoy, así que me dirijo a la fila para comprar un par de galletas.
Hago movimiento tontos con las manos y el billete que tengo entre ellas, mientras espero. No me percato en el momento en el que un chico se cierne a mi lado sobre la fila e inconscientemente me empuja de lado, logrando que pierda el equilibrio y caiga al suelo con un sonido sordo.
Un par de risillas de parte de los chicos a mí alrededor, hace que ruede los ojos con exasperación, lleve mi mano al costado que me duele y me queje al momento en el que mi mano entra en contacto con el lugar mallugado.
-Dios... Te juro que no te vi. Como lo siento ¿Estas bien? –Se agacha a mi altura y me tiende una mano, pero yo no la tomo. Estúpida.
Mi orgullo como siempre esta primero.
Me levanto con dificultad del piso, sin fijarme en quién diablos se tomó la libertad de tirarme al piso. Aliso los bordes de la sudadera azul marino, que ahora está completamente mojada de la parte delantera.
-Perdóname, juro que no era mi intención. –Él se disculpa, pero yo levanto un dedo, haciéndolo callar.
-No te preocupes, no es nada. –Me encojo de hombros y me muerdo el interior de la mejilla para reprimir un chillido en el momento en el que subo la mirada y me encuentro con un par de impresionantes ojos azules.
Es Jonathan.
-¿Cómo que no es nada? –El jadea. –Mira la parte delantera de tu sudadera. –Hace un movimiento burdo con su mano hacia mí. Pero yo lo único que hago es mirarlo atónita.
-La lavare después. –Patéticamente le digo, sintiéndome inexplicablemente nerviosa ante su presencia.
-No, no sería justo para ti. –Niega con la cabeza. –Propongo que tomes la mía. –Mueve sus dedos extremadamente largos al borde de su sudadera y la saca de su cuerpo y tendiéndola hacia mí. –Y yo lavare la tuya. –Me dice aun con la mano extendida en mi dirección.
Me ruborizo con el pensamiento de andar por ahí con la chamarra de Jonathan cubriendo mi torso.
-Anda, tómala. –Él me dice y yo niego con la cabeza.
-No creo que este bien. –Me sincero.
-¿Tendría que estarlo? ¿Meredith? –Me busca con la mirada y yo me ruborizo aún más mirando hacia otro lado. –Solo tómala, me la puedes devolver mañana. –Se encoge de hombros indiferente y la coloca suavemente sobre mi hombro. –O cualquier día que puedas, me da lo mismo.
El olor de la sudadera del chico frente a mí, se cuela por mis fosas nasales, provocándome que una carga de electricidad se extienda a lo largo de mi cuerpo y se concentre en mi estómago.
-¿Estás seguro? –Le pregunto con voz temblorosa. El asiente sin pensarlo.
Y antes que le agradezca su acto, un grupo de chicos un año mayor al mío, se acercan de una forma juguetona, pero a mí parecer, agresiva hacia él y lo despeinan sin cuidado alguno.
-¡Vamos Jonathan! Vamos perdiendo tres a cero y tu estas aquí ligando a una de octavo grado. –Me ruborizo ante su acusación y me doy media vuelta, empezando a alejarme de ahí, con la sudadera de Jonathan en mi manos.