Me tomaba demasiado enserio el hecho de que esto no era un juego.
No era como si de pronto los planetas se alinearan indicándome que esto estaba relacionado con mi destino.
No era mi destino. No lo era.
Ni el suyo. En lo absoluto.
Era más bien la atracción, afección, y la afinidad que teníamos el uno por el otro.
Él me amaba. Yo lo amaba. Así de sencillo.
A él no le importaba que fuera unos cuantos años menor que él. Eso hacía que lo quisiera aún más de lo que ya lo hacía. A mí no me importaba que fuera un par de años más grande. Sin embargo, eso es lo que sentíamos nosotros. Las demás personas no pensaban lo mismo:
Mi madre.
Mi padre.
Mi hermana.
Sus amigos.
Su familia.
Sus fans.
En sí, el mundo entero.
No me querían con él. A su lado.