Capítulo III

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Laura sonrió suavemente y consultó la hora de su celular. Faltaban unos minutos para que Lexi llegara por ella. Por lo que iría a ver a los niños, para ver si ya estaban dormidos y desearles las buenas noches. Esperaba que, estando Jaime en la casa, Jaimito durmiera en su cama. En última instancia, con su padre. A pesar que no le incomodaba dormir con el pequeño, sabía que si sus jefes se enteraban, podrían molestarse.

- Si me disculpa, iré a ver a los niños antes de irme.

Cuando llegó al cuarto, Elena seguía jugando con sus muñecas y Jaimito estaba sentado en medio del cuarto rodeado de sus juguetes.

- Bueno niños – dijo al momento que tomaba en brazos a Jaimito – hora de dormir.

- Que guapa te ves, Lau.- dijo Elena, a la vez que subía a su cama junto con su muñeca preferida.

- Gracias, pequeña. Y tú también te ves guapísima con ese pijama. Y tu pequeñajo – tocándole el estómago a Jaimito y haciéndolo reír- también estas guapísimo.

Acomodó a los niños en sus respectivas camas, mientras respondía a las preguntas de una curiosa Elena.

- Lau, nos lees un cuento? – dijo la niña, extendiéndole uno de sus cuentos preferidos, "La Cenicienta".

- Esta noche no puedo, pequeña. Mi amiga Lexi viene por mí y ya voy retrasada.

- Está bien. – La pequeña queda cabizbaja, abrazando el cuento – mamá tampoco tuvo tiempo para leernos el cuento.

Laura la observó tirar el libro al suelo y esconder su carita en el cuerpo de su muñeca. Le dolía en el alma saber que Elena se sentía rechazada por su madre. Y le dolía aún más aumentarle ese rechazo. Se sentó en la cama y la acomodó en su regazo.

- Mi pequeña. – deposita un beso en su cabecita. – Sabes que mamá tiene que trabajar. Además, tu papá está hoy en casa y estoy segura que estará encantado de leerles el cuento que uds elijan.

- Pero yo quiero que tú me leas el cuento de hoy. Papá es niño y no juega con princesas. Tú, sí.

- Quien dijo que papá no juega con princesas? Tu sabias que las princesas, para que ellas sean princesas, también necesitan a un príncipe?

- De verdad? – la mira ilusionada

- Claro que sí. El príncipe es quien las lleva al baile. Es quien le coloca el zapato cuando se le pierde. El que la despierta con un beso.

- ¿Y el príncipe, también le lee un cuento a la princesa?.

- Por supuesto. El Príncipe, le lee un cuento, la cuida, la hace reír y la defiende de los malos. Pero la princesa también lo defiende y lo cuida. Así como tú, que cuidas a tu papito y lo haces reír.

- Ah, sí. Eso sí.

- Entonces, él puede leerles el cuento de esta noche. Y estoy segura que luego, van a soñar solo cosas bonitas.

- Está bien. – La niña se levanta y la toma de la cara para darle un sonoro beso en la mejilla – buenas noches.

- Buenas noches, pequeña. Que duermas con los angelitos.

- Y si te veo, te saludo?

- Por supuesto que sí. Y a tu hermanito también.

- Bueno ya.

Laura arropó a Elena y luego hizo lo mismo con Jaimito, rezando en silencio por que el niño durmiera toda la noche en su cama.

Al salir del cuarto, se encontró con Jaime, quien sonriente, la esperaba.

- Ya... ya los niños están en la cama. Elena quiere que les – Jaime la interrumpe.

- Gracias. – Laura susurra un "¿porqué?".- Por levantarle el ánimo a mi hija. Lo que más lamento, es que los problemas de nosotros, lastimen a los niños.

- No tiene nada de que agradecer. Es lo mínimo que puedo hacer. Al fin de cuentas, para eso me paga, no?

- otra en tu lugar, podría haber salido hace rato sin detenerse a despedirse de los niños. Gracias.

Se quedaron mirando fijamente a los ojos. Laura admiraba esos ojos oscuros, anhelando que alguna vez la miraran con un poco del cariño que ella le tenía. Cada día se le hacía más difícil ignorar que le pasaban cosas con su jefe. Pero debía ser realista, y seguir ocultando lo que desde hacía meses sabía: Se estaba enamorando.

Las constantes sonrisas que le dedicaba, a pesar que sabía iban dirigidas a los constantes avances en el crecimiento de sus hijos, la ternura y paciencia con que atendía a sus hijos, demostraba que amaba ser padre, para ella eso era un punto a favor en cualquier persona.

Para Laura, que había sido criada por una abuela antipática y sin padres, el traer hijos al mundo debía ser porque realmente se tenía las ganas para amarlo y criarlo. En definitiva, todo "Él" le gustaba. Pero debía ocultar sus sentimientos y solo expresar un agradecimiento laboral. Al cabo, ese también ya lo tenía.

Poniendo toda su fuerza en ello, separó su vista de los bellos ojos de su jefe a la vez que tomaba rumbo hacia la puerta, era mejor esperar a Lexi en la entrada.

- Bueno – comentó un poco nerviosa – yo me voy.

Jaime la tomó de la muñeca y la hizo voltear ligeramente.

- Pásalo bien – y sin pensarlo, le besó la mejilla.

Ambos sorprendidos por el acto, se separaron rápidamente y entre nervios, Laura se despidió y dejó a Jaime solo en medio del pasillo preguntándose qué había pasado.

Minutos más tarde, llamaban a la puerta y Laura que estaba ahí abrió rápidamente.

- Buenas... ah, eres tú! – Dijo Lexi al percatarse de que Laura abría.

- Estoy lista, vámonos – empujándola hacia el auto.

- Espera – la detenía de los hombros mientras su amiga seguía empujando hacia afuera – quiero saludar a tu jefe.

- Hoy no, está ocupado. Vámonos, please?

- Está bien, solo por esta noche.

Era bastante más tarde de lo que usualmente llegaba cuando salía con sus amigos, pero la noche estaba lo bastante cálida como para haber ido a tomar unas cervezas con ellos. Solo esperaba que nadie notara que se le habían pasado las copas. La poca costumbre, se dijo.

El Karaoke estaba lo suficientemente ambientado como para habérsele pasado los jarros de cervezas y las canciones. Estaba tan ensimismada en olvidar lo que su jefe la hacía sentir, que aún no lograba entender que el dueño del bar le hubiera ofrecido cantar los fines de semana. Le dio la opción a pensarlo, pero tenía conciencia de que a la mañana siguiente no recordaría ni siquiera qué canción había cantado esa noche.

Cuando entró en el salón, le llamó la atención ver que todo estaba a oscuras excepto la televisión que estaba encendida en un documental de los osos panda. Caminando lentamente, Laura se acercó a apagarla.

- Llegas tarde...

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