Capítulo XXXV

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Cuatro meses después...

Los primeros meses sin ella habían sido horribles.

Horrible, porque aún sabiendo que era una parte tan importante de su vida, el mundo siguió su curso.

Sus padres se desvivían por estar con ellos, al pendiente de lo que necesitaran los niños y darle un apretón cuando lo veían mirando hacia al vacío. Pero en sus ojos solo podía sentir compasión. Y eso ya no lo podía soportar.

Los padres y hermanos de Heidi estaban viviendo su duelo lo mejor que podían, y él no tenía la fuerza necesaria para estar preocupado por ellos. Por eso, perdió contacto con todos, salvo con Patricia quien era la única que iba a ver a los niños. Y se lo agradecería eternamente.

Sus amigos, aún con la pena de la partida de Heidi, estaban apoyándolo en todo y eran los únicos que no lo miraban con compasión, si no que entendían su estupor por la muerte de Heidi.

Los niños, en cambio, estaba siendo bastante duro controlar su pena. Sabían que Heidi había muerto y que desde el cielo les cuidaba. Pero cada noche en que Jaime o Elena se despertaban llorando en busca de su madre, a él se le partía el corazón.

Solo conocía una forma en que el dolor fuera menos grande, pero no entendía por qué Laura no había ido con ellos. La había llamado pero su número no existía. Le había enviado mensajes por las redes sociales pero no los había respondido tampoco. Incluso había llegado al extremo de preguntarles a Ethan y Tony por ella, pero ellos tampoco sabían de su paradero.

Aún cuando necesitaba energías y fuerza para afrontar un nuevo día, recordaba aquella tarde cuando hicieron el amor en la cabaña. La había sentido más suya que nunca. Le había curado las penas con besos y le había dado fuerzas con su aliento. Cuando Heidi se fue, le había marcado a Laura pero no contestó. Intentó varias veces hasta que tuvo que hacerse cargo de todo. Pasado los funerales, intentó ponerse en contacto con ella nuevamente y lo único que logró conseguir fue un mensaje demasiado corto para reconfortarlo:

"Lo lamento mucho... la extraño muchísimo... no te derrumbes."

Después de eso, volvió a marcarle y el teléfono ya no existía.

La extrañaba pero estaba llegando a la conclusión de que ella no. Debía hacer acopio de valor y asumir que no podía refugiarse en sus brazos. Debía encontrar la fuerza necesaria para darles seguridad a sus hijos, y mientras siguiera sumido en la pena, no podría darles lo que ellos necesitaban.

Con el paso de los días, volvió a establecer una rutina con ellos. A donde fuera, eran tres en el camino. Por ellos y para ellos, era ternura, amor, comprensión y seguridad. Para el resto, estaba levantando muros. Muros que no dejaran ver su necesidad de Laura. Se decía día a día de que ya no la necesitaba. Y llegaría el momento en que aquellas mentiras, por fin las creería.

*****

-¿Estás segura que tienes que viajar inmediatamente? Acaban de darte el alta médico. – dijo Roberta mientras la veía recorrer el cuarto recogiendo cosas para meter en la maleta.

-Yo lo sé, pero quedarme acá va a hacer más larga la ansiedad. – Laura terminó de hacer la maleta. No le quedaba mucho más en la cabaña. Aprovechó que no quedaba nada en sus manos, para sentarse junto a Roberta y tomarle, con cariño, ambas manos entre las suyas. – Si me quedo acá, en mi estado, la ansiedad me va a terminar llevando al hospital otra vez.

-Cariño, necesitas descansar lo más que puedas.

-Y lo haré, no te preocupes, pero una vez que llegue a Los Ángeles.

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