Cansada, Laura se acercó a la mesa a tomar lo que quedaba de su vaso. Solo cuando se tiró en la silla, fue consciente de que ya estaba lo suficientemente mareada como para finalizar la noche. Levantó la vista, y vio que Jaime se acercaba a la mesa también.
-Creo que ya es hora de que nos vayamos. Estas borracha.
-¿Por qué te comportas como un papá conmigo?
-Porque veo que ya no estás con tus cinco sentidos alerta.
-¿Y qué te hace pensar que quiero irme contigo? Quizás estoy esperando que te vayas para ligarme a algún muchacho.
Jaime la vio, con los ojos alertas. Jamás pensó en que Laura quisiera hacer eso, ligarse al primero que se le cruzara. Y no le gustó. Nuevamente los celos, afloraron en su interior.
-Mientras yo esté aquí, eso no ocurrirá. Así que será mejor que nos vayamos.
Jaime le hizo una seña a Miguel y ellos se acercaron.
-Nos vamos. ¿Quieres que te lleve o te quedas?
Miguel miró a Lexie, y ella solo le asintió.
-Déjanos en mi departamento.
-¡Ey! – Protestó Laura – yo no quiero irme.
-Cariño – dijo Lexie mientras le pasaba un brazo por sobre los hombros. – Ya es hora de descansar. Usted se va con el hombretón, para su casa y yo, como niña buena, me voy también.
Laura siguió protestando hasta que, entre todos, la convencieron de salir. Sin perder oportunidad, Jaime se fue junto a ella, sujetándola de la cintura al verla caminar con paso vacilante. La acomodó en el asiento de copiloto y el resto se acomodó en la parte de atrás.
Sin tanta ceremonia, dejó a Miguel y Lexie en el departamento del primero. Luego, enfiló hacia su casa. Laura estaba ensimismada, mirando por la ventana. Una vez que llegaron a la casa, Jaime hizo caso de las indicaciones que Laura le dijo temprano, y entraron por la cocina. Aquella puerta estaba cerca de los cuartos de ellos, por lo que fue más fácil ingresar sin que metieran ruido. Acompañó a Laura hasta su cuarto.
-¿Estás segura que no necesitas ayuda para acostarte? – La sentó en el borde de la cama y le quitó los zapatos.
-Estoy bien. No soy un bebé.
-Eso, ambos lo sabemos.
-¿Entonces? ¿Por qué me sigues desvistiendo? – Jaime sonrió suavemente, mientras dejaba el zapato en el suelo.
-Porque... me gusta.
-Sí, claro. – rodando los ojos.
-Es cierto. Me gusta cuando me necesitas.
-Yo no te necesito. – dio vuelta su rostro y se acomodó contra las almohada. El vestido se le subió lo suficiente como para mostrar todas sus piernas. Jaime se tomó el tiempo en admirarlas.
-Puede ser que no me necesites, pero quiero ayudarte igual. Ahora, si te vas a dormir, será mejor que te coloques el pijama, para que duermas cómoda.
La muchacha intentó sacar su pijama de debajo de la almohada, pero sus movimientos eran torpes, por lo que un risueño Jaime la ayudó también a sacarlo y a colocárselo. Se trataba de una polera con un hombro colgando y un pantaloncito lo suficientemente corto. Ya, acomodada nuevamente, se levantó de la cama y se cruzó de brazos contra su pecho.
-¡Ya estas! Ahora, descansa que mañana tendrás una cruda lo suficientemente grande. Buenas noches.
Ya, de retirada, Jaime la besó en la frente antes de abandonar el cuarto. Cuando estaba tocando el pomo de la puerta, escuchó la voz pastosa de Laura.
-Jaime, no te vayas. Duerme conmigo esta noche, ¿Por favor?
El moreno se dio la vuelta y la observó acurrucada en medio de la cama. Y sin poder resistirse, decidió en ese momento, que se quedaría. Todo sería lo suficientemente inocente, pero no perdería la oportunidad de dormir ahí, con ella entre sus brazos. Por lo que le puso el seguro a la puerta, y volvió a la cama. Se quitó sus pantalones y playera, quedando solo con bóxer, y se metió entre las sabanas. Automáticamente, Laura se acurrucó junto a él, apoyando la cabeza en su hombro y Jaime abrazándola por la cintura. De esa forma, ambos se durmieron.
No tenía idea de la hora que era, pero sabía que había un sonido que le taladraba en su cabeza. Poco a poco fue penetrando entre las brumas del alcohol y la hizo ser consciente de la cruda más grande del mundo. Pero estaba cómoda.
Su almohada era calientita y tenía un vaivén constante. Relajado. Se acurrucó más a ella y trato de sumirse en sus dulces sueños. "Si, esto es vida", se dijo.
El sonido.
Otra vez.
-¿Quién carajos...?- se da vuelta hacia su mesita de noche, buscando al culpable del sonido. Nada más y nada menos que Jaime Camil.
"Serán Tus Ojos, la verdad. Que dicen todo, sin hablar...", se escuchaba.
-¿No me digas que me llevas de tono en tu celular?- habló Jaime al momento que se estiraba en la cama. Laura se volteó rápidamente sin contestar el teléfono y mira atónita a Jaime.
-¿Qué haces aquí?
-¿Cómo, que qué hago aquí? Tú me pediste que me quedara a dormir contigo.
-No. Jamás... - se queda en silencio, cuando ve la sonrisa de Jaime.
-¿Jamás, qué? ¿Jamás me lo pediste?... ¿Segura?
El teléfono seguía sonando, por lo que la prioridad de Laura era silenciarlo. Lo tomó y revisó la pantalla: Ethan. Contestó al segundo.
-Cariño mío, al fin contestas.
-Estuve a uno de tirarte por la ventana. ¿Cuál es la urgencia?
-Buen día para ti también. ¿Amanecimos de malas?
-No... con cruda.
-Jajaja – la risa estrepitosa salía por el auricular el teléfono y Laura frunció el ceño profundamente. El sonido en general le partía la cabeza.
-Me alegra ser tu entretención, pero si no me dices ahora lo que quieres, te cortaré y bloquearé tu número por... por siempre. O hasta que se me pase la cruda, lo que ocurra primero.
-¡Patrañas!
-Uno... Dos... - Jaime aprovechó para acercarse al baño para hacer su rutina, mientras Laura se deleitaba con el trasero de su jefe. Así fue que perdió toda concentración por lo que hablaba Ethan, al otro lado del teléfono.
-¿Me estas escuchando? ¡¿Laura?! ¡LAURA!
-¿Qué quieres? – responde sin perder detalle de su jefe. Jaime, tampoco perdía detalle de Laura y a propósito, dejo la puerta abierta para que ella observara como se lavaba el rostro y acomodaba un poco los rizos.
-Te digo, que Tony te invita a almorzar con nosotros. Vamos a ir a la playa. ¿Por qué no te vienes?
-Este... - en un gran esfuerzo por tomar atención a lo que le preguntaban, Laura recordó que Heidi le había dicho que ese día los niños y ella se irían a Disney, por lo que la casa estaba sola... Jaime y ella estaban solos.
-Ándale, vamos. No te vemos hace días y queremos saber cómo vas con tu Sexy Boss.
-No lo sé. Te confirmo dentro de un rato.
-Pero me confirmas, eh.
-Seeh, seeeh.
Sin darse el tiempo a despedirse, cortó la comunicación y se acercó al baño. Ahí mismo, como dios lo trajo al mundo, estaba Jaime abriendo la cortina para darse una ducha. Esperó a ver cuál era su movimiento pero él, ajeno a la muchacha, siguió dando el agua. Comprobó la temperatura con la mano, y se metió bajo la lluvia de agua. Al momento en que cerraba la cortina, dijo:
-Dicen que el agua fría es muy buena para la cruda.
-¿Es una invitación?
-Puede ser.
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¿Seguirás Amandome?
RomanceEsta noche eres todo mío. Esta noche, la luz del amor está en tus ojos pero, ¿Seguirás amándome mañana? Algo tan "inocente" como un amor platónico, se sale de control después de una borrachera. Cuando se dan cuenta de las consecuencias, asoman los...