Poco después de que Heidi se fuera, Laura se durmió. Cuando abrió nuevamente los ojos, estaba todo oscuro. Tanteando la mesilla de noche, prendió la luz y se dio cuenta que el reloj marcaba las once de la noche. Quitándose la blusa y los pantalones, se dirigió al cuarto de baño para colocarse un chándal holgado junto a una camiseta sin mangas. Iría a ver a los niños, suponiendo que ya estaban dormidos y luego, por comida.
En el cuarto de los niños, estaba todo a oscuras. Al momento de encender la luz, se percató que estaban los juguetes en el suelo y ni rastros de sus dueños por el cuarto. Se dirigió al cuarto de su jefe y la escena que encontró, la enterneció. Sonriendo, se apoyó en el marco de la puerta, viendo a Jaime con un niño a cada lado, abrazados y dormidos. La televisión encendida, delataba que habían estado viendo programas infantiles.
Sin hacer ruido, se acercó a ellos y los tapó con una manta. Sin moverlos, besó a cada niño deseándoles dulces sueños. Cuando vio a Jaime, deseó poder tener el derecho a besarlo y darle las buenas noches como se le antojaba. Sin embargo, debía reprimir sus deseos y mantenerse al margen.
Deseándoles dulces sueños a todos, volvió a dejarlos en la más absoluta oscuridad.
Los tres días siguientes, pasaron entre risas por las locuras de los niños, nervios por saber que Jaime estaba cerca y los malestares de una gripe que estaba incubando. Se decía que pasaría pronto pero si no cambiaba la situación, al lunes siguiente debería ir al médico. Se notaba más delgada y sin apetito. Por lo mismo, trataba de ocultar las nauseas que le daba cualquier olor o comida y, al parecer, lo lograba porque Jaime no se percató de nada, solo Elena.
- ¿Qué tienes, Lau? ¿Estás malita de la panza?
- Un poco, pequeña. Pero no te preocupes, se me va a pasar luego luego. Ven, vamos a la cama. – tomó en brazos a la niña y la arropó bien, antes de acomodarse junto a ella.
- Sabes, mi mamita me sobaba la pancita para que se me quitara. A ver... - dijo Elena, mientras se sentaba en la cama y apoyaba su manito en el vientre de Laura. Suavemente, comenzó a acariciar en círculos mientras le sonreía – así se te va a quitar, ¿Bueno?
-Tus manos son mágicas. – dijo Laura
Mientras acariciaba el vientre de Laura, Elena relataba un sinfín de historias típicas de niño, haciendo reír a Laura y haciéndola olvidar sus problemas. Disfrutaba de las conversaciones inocentes con ella, porque simplemente la ayudaban a despejar su cabeza.
- ¿Qué hacen? – dijo Jaime al entrar al cuarto de los niños y verlas reír. Se acercó a la cama de Jaimito y ajustó las barandas de seguridad. El niño había caído rendido minutos antes, después de haber pasado toda la tarde jugando en el jardín. Lo besó en la frente y lo arropó antes de sentarse junto a Elena, quedando la niña entre él y Laura.
- Sobándole la pancita a Lau que le duele, ¿Cierto? – respondió la niña mirando a Laura, esperando su aprobación.
- Y como tus manos son mágicas – tomando las pequeñas manitos, se las llevó a la boca y le dio besos sonoros en las palmas que le provocaron cosquillas a la niña. – Ya se me pasó.
-Shhhh – les dijo Jaime – van a despertar a Jaime. Y la verdad, no me apetece desvelarme hoy.
Laura y Elena, como niñas regañadas, se miraron y apoyando sus dedos índices sobre sus bocas fruncidas, rieron bajito.
- Bueno pequeña, es hora de ir a dormir. – dijo Laura, a la vez que la ayudaba a acomodarse. – Que descanses.
- ¿Lau, me das mi beso? – La niñera, sonriente, se acercó y la besó en la frente – Ahora mi papito.
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¿Seguirás Amandome?
RomanceEsta noche eres todo mío. Esta noche, la luz del amor está en tus ojos pero, ¿Seguirás amándome mañana? Algo tan "inocente" como un amor platónico, se sale de control después de una borrachera. Cuando se dan cuenta de las consecuencias, asoman los...