Capítulo XIX

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Lexie estaba tomándose la foto respectiva, cuando se dio vuelta a ver a Laura, para molestarla, cuando la vio tomar aire rápidamente. Se había puesto pálida.

-Mierda.

-¿Qué pasa? – le pregunta Jaime.

-Laura no se siente bien. – ambos posaron para la foto y ella rápidamente se despidió.

-Avísame que sucede – dijo Jaime preocupado, mirando hacia Laura pero no encontrándola.

-Sí, claro. – se despidieron y Lexie dejó atrás a Jaime y a todos, hasta alcanzar a Laura. - ¿Te sientes bien?

-No... todo... todo da vueltas.

-Ven... - mirando hacia todos lados – busquemos un asiento.

Mientras trataban de encontrar un lugar donde Laura pudiera relajarse, se acercó un chico de la producción y les dijo que Jaime había pedido que las acompañara a enfermería.

-Ay, que amable ¿No? – dijo Lexie a Laura irónicamente.

Ambos tomaron a Laura de los codos y la llevaron a la enfermería. Esperaron un rato, mientras ella bebía agua de una botella que el chico les había llevado y hasta que se le pasara el mareo. – ¿Te siente mejor?

-Si... creo que ya.

-Me diste un susto de muerte, cuando te vi desde el escenario. Jaime se quedó muy preocupado.

-¿Le dijiste algo? – se alertó Laura.

-Mija, se veía desde lejos que no estabas bien. Claro que se dio cuenta. ¿Ya te dieron los resultados del médico?

-No, mañana debo ir por ellos. Me pidió que fuera acompañada.

-Si quieres, te acompaño.

-No te preocupes, Heidi quedó en ir conmigo.

-Está bien, pero debo enterarme qué fue lo que dijo esa doctorcita. Lo tuyo ya no me está gustando... ¿Estas embarazada?

-No. Sabes que no puedo.

-Sí, lo sé. Pero si no fuera porque lo sé, podría asegurar que estas en estado.

Laura tembló por las palabras de Lexie.

Aún si pudiera, no se veía con un bebé en su vientre.

Esa noche no cenó. Se quedó en la cama, recostada. Se sentía demasiado cansada. Y Heidi estaba en casa, por lo que la rubia la mandó a guardar reposo.

Tenía todas las luces apagadas y se escuchaba una suave balada que salía desde su teléfono. Era toda la compañía que le apetecía esa noche. Dormitó un rato y despertó cuando sintió el picaporte de la puerta moverse.

Ahí, de pie sujetando un tazón, estaba Jaime. Llevaba su chándal de andar por casa y una playera blanca que le quedaba como guante. Sus rizos húmedos, le caían por la frente.

Entró al cuarto y cerró, poniendo seguro a la puerta.

Se les estaba haciendo costumbre el encerrarse por la noche, por precaución para que no los viera alguno de los niños.

-¿Cómo te sientes? – dejando el tazón en la mesita de noche, se acerca para darle un tierno beso en los labios.

-Mejor... pero cansada.

-Me dijo Heidi que no cenaste. Pensé que era porque no te sentías bien, así que te traje un té.

-Gracias. – Lau cerró los ojos mientras él la acariciaba suavemente. Su cuerpo entero, comenzó a relajarse.

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