Capítulo XXXIV

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Mientras recorría los fríos pasillos de oncología, Jaime se preguntaba de qué forma cumplir con la voluntad de Heidi. No quería dejar a sus hijos solos, pero Heidi le había pedido que fuera a ver a Laura, que le dijera frente a frente lo que sucedía.

Era ilógico que él viajara con el riesgo de dejar a sus hijos y a Heidi en aquel momento tan delicado, pero la deducción de Heidi también tenía sentido. No quería obligar a Laura a volver al lugar de donde huía.

Se debatía mentalmente si hacerle caso o no a Heidi. Pero sabía que terminaría cediendo. Era incapaz de no cumplir el deseo de Heidi. Además, ella aún se ilusionaba con que al fin pudieran vivir su historia de amor sin impedimentos.

Quizás en algún momento, él también se ilusionaría con ello, pero en esos momentos, era más importante acompañar a Heidi en los momentos cruciales de la enfermedad. Después de un chequeo de rutina, Heidi fue incapaz de seguir ocultándole la verdad, que la enfermedad no estaba en remisión si no que seguía avanzando y estaba comprometiendo otros órganos.

Después de acompañar a sus hijos a dormir, comenzó con la investigación del lugar donde Laura se encontraba. En unas cuantas horas, organizó todo para volar el próximo fin de semana.

****

El sábado en la mañana, Laura se encontraba revisando la despensa para ir al mercado, cuando Roberta la llamó para avisarle que tenía una reserva de última hora. Iba a ser la única reserva del fin de semana y la persona iba solo por pocos días, por lo que le pedía si podía dejarle la despensa y el refrigerador con lo necesario para su estancia. Mentalmente, hizo la lista, agregando dos de cada cosa y después de cortar la comunicación, se fue al mercado.

Tiempo después, mientras terminaba de acomodar la cabaña, escuchó la bocina de un vehículo en la entrada del lugar. Desde donde se encontraba la cabaña, no se apreciaba el portón de entrada pero si andaba por el camino de tierra hacia la entrada, podía habilitar con el mando a distancia el acceso. Así lo hizo, luego de asegurarse por el citófono que era la persona a quien esperaba.

Sebastián... algo.

Cuando sintió el vehículo ya en el camino de tierra se acercó a la amplia zona de estacionamiento, bajo unos cuantos arboles, a esperar la llegada de la camioneta que traía al huésped. Al detenerse, comenzó a sentir una ansiedad que desde hace mucho no sentía. Los hombres conversaban dentro del vehículo detenido, pero ella no era consciente de qué conversaban.

Cuando vio que el huésped se despedía y abría la puerta del pasajero, su corazón se desbocó y solo atinó a taparse la boca para ahogar un gran grito de sorpresa que salió desde el fondo de su garganta.

¡Oh Dios Mío!

-¡Jaime! – susurró histéricamente, sin creerse lo que sus ojos veían.

Jaime en cambio, sintió como su corazón se aflojaba al ver a Laura. Solo ahora era consciente de cuanto la había extrañado.

Aún sintiendo el calor del día, su cuerpo estaba sudando frío. La alegría de volver a ver a Jaime, estaba siendo eclipsada por la angustia que la recorría. Hay algo en Jaime que le dice que no está ahí porque realmente la extrañaba.

Estaban los dos en la pequeña sala de la cabaña que había acondicionado para Jaime. Poco rato antes, Jaime se había duchado y acomodado sus cosas en el cuarto. Ahora se encontraban con dos refrescos en mano, y Laura impaciente por saber a qué había ido.

-¿Qué estás haciendo aquí?

-¿No te alegras de verme? – pregunta Jaime, arqueando una ceja mientras sorbía su refresco.

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