Capítulo IV

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- Llegas tarde –Laura se da vuelta con una mano en el pecho, asustada. En el sofá, estaba Jaime recostado con un vaso en mano, sobre la mesita, una botella de líquido que suponía era whisky. En su estado aletargado, producto de las cervezas, Laura asumió que Jaime estaba bebiendo.

- ¿Qué hace en pie aún? – preguntó Laura, a la vez que se acercaba a la mesita. – Y, ¿Bebiendo? Ud. no bebe.

- Hasta ahorita... La ocasión lo amerita, ¿no crees? – dijo al darle un sorbo al vaso y haciendo una mueca – esta cosa sabe horrible. Aún no entiendo cómo les puede gustar.

- Entonces no siga bebiéndolo.

Intentando quitarle el vaso de la mano, Laura se acerca a él. Cuando logra quitárselo, Jaime la toma de la muñeca y Laura da un salto, poniéndose aún más nerviosa. Debido a las cervezas, se encontraba con sus sentimientos a flor de piel. En lo único que pensaba cuando venía de camino a la casa, era en acostarse en su cama y llorar por ese amor no correspondido. Al parecer, Jaime no la iba a dejar.

- Sírvete una copa conmigo – le tendió la botella.

- No, usted se va a ir a dormir, que mañana lo va a lamentar.

- Si lo voy a lamentar, al menos ayúdame a pasarlo bien ahora.

Laura miró los ojos suplicantes de Jaime, y supo a ciencia cierta que no podría negarle nada. No esa noche.

Jaime estiró su mano y la sentó junto a él mientras le volvia a ofrecer una copa. Como pudo, le acercó y sirvió un vaso del liquido dorado que lo anestesiaba en aquel momento.

Laura lo acercó hasta sus labios y probó el whisky, arrepintiéndose desde ya por la mezcla de alcohol que estaba haciendo. No terminaba ni de saborar el trago, cuando Jaime le puso la mano en la nuca, enterró los dedos en su cabello y se inclinó hacia ella, en cámara lenta.

Y entonces la besó.

Laura sintió calor por todo el cuerpo y no precisamente por culpa del alcohol. Le picaba la piel y tenía un cosquilleo en el estómago. Y su cuerpo, por inercia se acercó al de él.

Jaime le separó los labios y profundizó en el beso. La abrazó por la cintura con uno de sus brazos y le acarició los labios con la punta de la lengua.

Ella los separó y permitió la invasión, sintiendo a cada paso, nuevas olas de deseo que se desperdigaban por todo el cuerpo. En el afán de frenar la sensación, se aferró a los anchos hombros de su jefe mientras todo giraba a su alrededor.

Entonces él rompió el beso y apoyó suavemente la frente contra la suya.

-ah –fue lo único a lo que Laura pudo pronunciar.

Sin apartarse de ella, Jaime acarició su mejilla, cerrando los ojos unos segundos y arrepintiéndose.

-Lo siento.

-No... no te... no te preocupes – dijo ella, sin ganas de alejarse. Disfrutando del breve contacto que aún mantenían. Había sido increíble experimentar el más leve contacto con Jaime. Se había fijado en ella y la había besado.

Y cómo la había besado.

Y todo por culpa del alcohol.

Se separó completamente de él, y centró su mirada en la pantalla, justo en ese momento mostraban como los osos pandas se reproducían. Pero ella no prestaba atención a nada, salvo su propia respiración y el hormigueo en sus labios.

Habian pasado diez minutos desde el beso y ninguno había sido capaz de articular palabra, pero Jaime se había hecho mil y un reproches en silencio: "¿Cómo había sido capaz de besarla?¿Tanto alcohol había tomado que no media consecuencias?".

Laura es una chica buena, que era muy importante para su familia, por lo mismo, no podía hacerle aquello. Además, él no era de aquellos que le gustaban las aventuras. Jamás pensó que seria capaz de aquello. Pero esa noche no se sentía él mismo. Ahora, le añadia a que se sentía como un cerdo, por haber cedido a sus instintos más básicos, con la niñera.

"¡Gran cliché!"

Golpeándose la frente con la mano, echó su cabeza hacia atrás para recostarse. Segundos después, escucha el tintinear de las copas. Laura había vuelto a servirse un vaso y aprovechó de servir uno para él. Jaime la miró sin moverse y se dio cuenta que ella también libraba una batalla. Eso, o le encantaba el whisky, hasta el nivel de aventarse dos copas "de hidalgo".

Sabia que tenia que levantarse de ahí, pero no era capaz de ponerse de pie. Su cuerpo estaba adormecido. Y ya sentía que su cabeza estaba volando hasta el infinito.

-Yo...-empezó Laura, sin mirarlo.

Y Jaime cometió el error de girar su rostro para mirarla a los ojos.

Brillaban con una calidez que hacía tiempo habían abandonado su vida. Sus labios estaban aún inflamados del beso que habían compartido. Estaba un poco despeinada, pero se veía seductora. Le atraía tenerla en sus brazos.... quizás desnuda, sudorosa y satisfecha.

Jaime gimió y la tomó de la nuca y la atrajo para volverla a besar.

Ella acomodó su cabeza para recibirlo, separó los labios y respondió a las caricias de su lengua acomodándose a su costado.

Él la agarró por la cintura y la apretó contra su cuerpo, notando sus generosas curvas y sintiendo aún más calor en el cuerpo. Sentía que la habitación giraba en torno a ellos, y ya no podía culpar al alcohol. Le acarició el cabello, quitándole toda horquilla que lo sostenía aun en su cabeza.

Luego la besó en la mejilla, detrás de la oreja, bajando por el cuello y cubriendo parte del escote descubierto.

-Jaime...- dijo Laura, respirando con dificultad.

Lentamente, él se apartó y la miró a los ojos. Estaba ruborizada, tenía los labios entreabiertos y sus ojos brillaban aún más.

"Márchate", se ordenó a sí mismo. "vete ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde".

Pero Laura ya no pensaba coherentemente, así que apoyándose en su hombro, se sentó a horcajadas de él.

Sin pensárselo, la cogió de la cintura y la volvió a besar. Esta vez, sin ningún vestigio de duda. Era el aquí y el ahora. Le acarició los pechos por encima del vestido, mientras ella recorría el suyo por sobre la camiseta.

Jaime la apretó aun más a él, haciendo que se rozaran íntimamente por sobre las ropas, logrando un gritito ahogado de Laura.

Los movimientos comenzaron a ser cada vez más explícitos, logrando una rápida reacción de Jaime. Laura, entendiendo la situación, se separó lo suficiente para respirar y volver a acomodarse sobre él, esta vez, liberándolo de sus pantalones lo suficiente para sentirlo sin barreras.

Ella se volvió a acomodar hasta sentirlo en lo más profundo de su ser. Él cerró sus ojos y apretó fuertemente sus caderas aún cubiertas por el vestido. Laura pensó que Jaime se estaba arrepintiendo y haciendo un sutil movimiento, lo apretó aún más en su interior, logrando que Jaime abriera por completo sus ojos y le sonriera de medio lado. Sin romper el contacto visual, el acarició nuevamente sus pechos, esta vez, liberándolo de los confines del sujetador. Los miró y se saboreó. Y sin quitar esa sonrisa de sus labios, la acarició con su lengua.

Estuvo a punto de perder el control con los gemidos que ella ahogaba sobre sus hombros.

Se separó de ella y se volvieron a besar apasionadamente.

El vaivén aumentaba lentamente de velocidad, buscando su liberación. Así siguieron, ahogando gemidos y gritos en la boca del otro.

Solo un sonido ahogado los delató. Ambos habían llegado al clímax, sin siquiera moverse del lugar. Solo los delataba la agitación del pecho de ambos, y la satisfacción provocada por el acto. Laura se derrumbó en su pecho, y él no dejó de abrazarla.

Agotado, Jaime cerró los ojos y se durmió.

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