Capítulo XXVIII

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Relegados al fondo de su cabeza, quedaban esos pensamientos de que no debía ceder ante sus sentimientos por Jaime. A que hasta hace poco, se convencía que debía olvidarlo. Cuando el corazón era consciente de que existía un lugar donde dar rienda suelta a su pasión, el resto del mundo era invisible.

Jaime se levantó llevándola con él y rodeándola completamente la cintura con sus brazos y levantándola del suelo. Con ella flotando, se encaminó hacia el cuarto de él y se encerraron dejando fuera todas las preocupaciones. Ahí, de pie junto a la cama, le quitó la blusa y comenzó a regar besos por todo su torso cubierto solo por un sujetador violeta que a duras penas sostenía unos desbordados pechos. Rozó con sus labios el borde del encaje y luego le siguieron sus dedos. Laura, inmóvil, se dejaba explorar.

Llegado el momento, Laura comenzó a acariciar tímidamente el cuerpo de Jaime sobre la ropa. Sin temores, Jaime le tomó las muñecas y le posó las manos por debajo de la camiseta, junto al borde de los pantalones. Ella entendió ese gesto como una invitación y desabrochó los pantalones lentamente, para luego meter la mano entre ellos y acariciarlo completamente.

Entre jadeos, Jaime terminó de quitarle el sujetador y comenzó a acariciar un pecho concienzudamente hasta lograr unos gemidos que lo volvieron loco. Luego, le dedicó la misma atención al otro pecho. Cuando ambos estaban llegando al límite de su paciencia, Jaime la tomó por los hombros y la giró entre sus brazos. Con su espalda apoyada en el pecho, Jaime la acarició con una mano en su pecho y la otra perdida entre su entrepierna. Los pantalones de ella estaban enrollados en el suelo, alrededor de sus tobillos junto a sus braguitas. Ella arañaba los antebrazos de Jaime sin poder contenerse.

No pudiendo aguantar mucho más, Jaime la hizo doblar su cintura hacia adelante, dándole espacio suficiente para acomodarse por detrás y sin esperar a pensar siquiera, la penetró lentamente. Laura suspiró profundamente, soltando el aire mientras lo sentía avanzar más y más profundo. Cuando estuvo completamente adentro, le depositó un húmedo beso en el cuello mientras se acomodaba a la posición. Laura de a poco sentía como sus piernas se volvían de gelatina, pero con su agarre, Jaime la sujetaba firmemente para que no se fuera hacia adelante o se cayera. Llegado el momento, la ayudó a apoyarse en el borde de la puerta del closet. Y ahí, comenzó un profundo vaivén que los estaba haciendo llegar rápidamente al clímax. Sin embargo, no querían terminar tan rápido, por lo que Jaime controlaba el ritmo sin importar que estuvieran al límite de la resistencia.

Laura no podría aguantar mucho más. Con un duro agarre de la nuca de Jaime, volteó su cara hasta quedar frente a frente y lo besó con una profunda lengua, pidiéndole con ese gesto que terminara con la tortura. Sin romper el contacto, esta vez Jaime continuó con toda la fuerza que le quedaba hasta correrse en el interior con un gemido gutural ahogado en la boca de Laura.

Al sentirlo gemir, Laura también lo alcanzó ahogando sus gemido en la boca de Jaime.

Sin darse tiempo a respirar, Jaime acomodó a Laura en la cama, y se tendió junto a ella, pasando una pierna por sobre sus caderas y apoyando la cabeza de ella en su pecho. Sudados, pero sin importarles, Jaime y Laura descansaron del primer round.

-Se te hace tarde... - murmuró Laura al rozar con la punta de sus dedos el pecho de Jaime.

-Dame un respiro... me gusta donde estoy. – Jaime la besó en la frente y comenzó a tararear la melodía que en esos momentos salía suavemente desde el teléfono que descansaba en la mesita de noche. Un muy emotivo Elvis, cantaba apasionadamente Can't Help Falling in Love.

Laura cerró los ojos, disfrutando de la canción y anhelando poder decirle en voz alta que le encantaría que a futuro le cantara. Solo a ella. "No, no pienses en eso. No arruines el momento con la realidad", se repitió mentalmente.

-Me encanta esta canción – volvió a murmurar Laura, segundos después – Creo que si hubiera nacido en aquella época, podría haber sido una fiel seguidora de Elvis...

-Y yo me alegro de que no hubiera ocurrido... - Jaime le movió la cabeza para verla a los ojos – no me agrada saber que podrías ser fan de otro.

Laura rió.

-Lamento que te duela, pero Elvis tenía un "No sé qué" que me mueve las hormonas.

-¿Ah sí? ¿Te las mueve más que yo? – la besó un poco brusco, provocando aun más la risa de Laura - ¿También lo dejarías que te bese así?

-Bueeeno... - beso - si me mueve las caderas como lo hacía... - beso – posiblemente – beso- dejaría que lo hiciera...

-Caderas, ¿Eh? Pues yo también puedo hacerlo... - Jaime se posicionó sobre ella y la incitó con sus movimientos de cadera. Rápidamente, ambos comenzaron a aumentar la respiración y continuaron con el siguiente round.

Ya entrada la tarde, y ambos vestidos, partieron hacia la clínica a ver a Heidi. Se comportaban con normalidad, aunque sus ojos delataban la complicidad de compartir un secreto. Ya en el cuarto de Heidi, la acompañaron durante toda la tarde hasta que las enfermeras llegaron a buscarla para otra ronda de exámenes. Según les comentaron, eran los últimos antes de que entrara a pabellón durante la noche, lo que les llamó la atención.

-¿Durante la noche? – Preguntó Jaime – el médico me dijo temprano, que sería mañana por la mañana.

-Así es, pero se presentó un cupo durante esta noche y el médico quiere operar pronto.

-¿Y es seguro eso? – preguntó Laura.

-Eso lo determinarán los exámenes. Señores, por hoy ya no podrán ver a la paciente, así que vayan a casa, descansen y mañana vuelven a la hora de visitas. – la enfermera los acompañó por el pasillo hasta el ascensor para evitar que volvieran a la habitación – si es necesario, nos pondremos en contacto con usted, Sr. Camil, para informarle.

Jaime solo pudo despedirse rápidamente de la enfermera, cuando se estaba cerrando la puerta del ascensor. Una vez adentro, ambos se miraron sorprendidos.

-¿Nos echó? – dijo Laura.

-Parece que tenía un poco de prisa – respondió Jaime, soltando la risa.

Divertidos, abandonaron la clínica y decidieron pasar por sushi para la cena. Mientras esperaban el pedido, Jaime llamó a Angélica para saber de los niños y Laura respondía los mensajes de Noah, que habían llegado mientras estaban en la clínica con Heidi.

Hola! ¿Quieres ir por un helado?

Laura rió ante su pregunta inocente, pensando que ese chico no tenía nada que hacer en la vida.

Hola!

A diferencia tuya, tengo muchas cosas que hacer como para ir por un helado.

A los segundos, le entró otro mensaje de Noah.

No te creas, yo estoy en medio de una grabación. Pero estoy cerca de tu trabajo y tengo un par de horas libres, mientras solucionan algo con mi compañera. ¿Me acompañas? Así me haces compañía y me defiendes de las fans.

Siguió riendo ante la insistencia de Noah, y así la encontró Jaime, quien se le acercó por detrás y sin tocarla salvo al apoyar su cabeza en el hombro de ella, le preguntó cuál era la gracia.

-¿Me cuentas el chiste?

-No es de tu incumbencia – cerrando el teléfono y girándose hacia él – Sr. Camil.

-¡¿Perdón!? – Dijo Jaime, fingiendo asombro - ¿Qué no es de mi incumbencia? – Se le acercó hasta colocar su cara frente a frente y habló bajo – Después de lo de hoy, ¿Crees tú que lo que te suceda no es de mi incumbencia?

El brillo en los ojos de Jaime, le hizo ser consiente a Laura que lo sucedido durante el día, no había sido un arrebato de ambos. Si no que era la declaración de pertenencia. Jaime la estaba reclamando como suya.

-¿Estás reclamando algo que es tuyo? – le plantó cara, aún sabiendo que se arriesgaba a mucho.

-Eso dalo por hecho. – pillándola con la guardia baja, Jaime le plantó un rápido beso en los labios y se separó de ella para recibir el pedido y la dejó con la boca abierta.

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