Capítulo XXXIII

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Los meses que llevaba en aquel pueblito estaban haciendo maravillas para su mente y su corazón. Cualquiera que la viera desde fuera, pensaría que es feliz. Pero estaba segura de que quienes la conocían bien, sabían que estaba encontrando la paz que tanto necesitaban.

Así se lo hizo saber Ethan y Tony cuando habló con ellos por videollamada un par de meses atrás. La alabaron por lo radiante que se veía y la instaron a que volviera a Los Ángeles, que todos la extrañaban. Pero, muy a su pesar, les dijo que aun no era tiempo. Iba bien encaminada, pero todavía le quedaba mucho camino por recorrer hasta sentirse completamente dueña de sí misma y poder confiar en el mundo.

El tiempo comenzó a volar desde que aceptó el puesto de enfermera en el pequeño centro médico de la zona. Estaba a veinte minutos caminando desde la cabaña en donde vivía y lo mejor de todo es que estaba en plena primavera por lo que los días eran cada vez más agradables. Cuando estaba en casa, se sentaba en la terraza, a mirar el bosque que tenía enfrente. El pasto verde le daba paz y la suave brisa que movía las altas copas de los arboles, eran como un arrullo para su alma.

Lo único que lo haría maravilloso, seria tener a Jaime con ella.

Desde que llegó a Chile, había evitado leer noticias de él. Solo respondía sus mensajes y los de Heidi, comentándole acerca de los progresos de los niños y como iba con su enfermedad. Laura lamentaba no poder acompañar a Heidi, pero sabía que no estaba sola, pues su hermana Patricia quien se había enterado de todo, decidió pedir permiso en el trabajo para cuidarla.

Así, Laura solo echaba un poco de menos a cada uno de la Familia Camil Balvanera, pero en especial, a Jaime. Desearía poder tener la oportunidad de volver a estar en sus brazos, pero ahí, en aquel paraíso en que se había convertido la cabaña para ella.

La primavera dio paso al verano y comenzaron a llegar los turistas a la zona.

La cabaña en donde vivía, estaba dentro de un complejo hotelero que administraba Roberta, la ex novia de su hermano. La muchacha, hacia muchísimo tiempo se había casado con el médico del pueblo y habían comprado ese terreno para levantar las cabañas que recibían a gente de todas partes del mundo. Por lo mismo, Laura había aceptado ayudarla con la administración, mientras compaginaba con el trabajo de enfermera en el pueblo. Lo único que debía hacer era recibir a los huéspedes, enseñarles donde tenían sus cabañas e indicarles todo lo que debían saber del funcionamiento. Lo demás, corría por cuenta de ellos mismos, pues la idea del complejo era que mantuvieran su privacidad cada cabaña. En total, eran nueve cabañas que estaban esparcidas entre el bosque y el verde de las faldas del cerro. Pero todas tenían full conexión. Laura, tenía la cabaña que estaba en el bosque, cerca de la laguna, que las hacía de centro turístico y salón.

Con el movimiento que trajo el verano, Laura fue perdiendo poco a poco el contacto con todos, hasta que un día dejó de recibir mensajes de Heidi y Jaime. Ethan le escribía esporádicamente, pero al parecer ya no tenían interés en que ella volviera. Al principio, pensó en que debía volver para no perderles, pero no estaba preparada para volver definitivamente. Aunque no lo hubiera buscado, aquella cabaña se estaba convirtiendo en su hogar.

A finales del verano, Laura se encontraba en la terraza, con una cerveza en la mano mientras recostada disfrutaba de la calurosa tarde bajo la sombra de los arboles. Aquel día no habían turistas en el complejo, pero Roberta y su esposo estaban en la zona, poniendo todo en orden para las últimas semanas de reservas que tenían.

Mientras miraba las copas de los arboles, Laura pensaba en todo lo que quería hacer y lo que finalmente estaba haciendo en Chile. Poder entender y meterse en la cabeza, que tenía que aprovechar cada instante con sus seres queridos quienes eran realmente los que valían la pena. Dejar de ser egoísta y agradecer el poco o mucho tiempo por el cual tuviera la dicha de compartir con ellos.

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