Capítulo 14.

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Maratón 3/5.

Ya era domingo, casi se acababa mi franco y sentía que me hubiese pasado un tractor por encima, me encontraba frente a mi armario buscando que ponerme ya que iría a visitar a mi madre al centro.

-¿Hola? -Respondo una llamada entrante mientras termino de atar mis zapatillas.

-Vanina, soy Sara. Debes venir urgente a la clínica, tu madre te necesita.

-¿Qué sucede Sara? ¿Qué le pasa a mi madre? -Escuchar eso hace que mi cuerpo comeniece a temblar por el miedo.

-Cuando llegues te cuento.

Corté la llamada y sin perder más tiempo tomé mis cosas y salí a la calle a buscar un taxi.

Luego de encontrar uno disponible, le di la dirección al chofer y me perdí con la vista clavada en los edificios y personas que el auto iba dejando atrás mientras una a una las lágrimas iban recorriendo mis mejillas.

Apenas llegamos, le pagué al chofer y me encaminé a toda marcha hacia recepción, allí me avisaron que la trasladaron a terapia intensiva.

Al pararse el ascensor en el piso correspondiente, salí al pasillo y allí me encontré con la enfermera.

-Sara. -Llamo a la enfermera.

-Señorita Vanina. -Responde acercándose a donde estamos.

-Dime que sucedió con mi madre.

-Pues hace un rato estaba tomando su merienda cuando comenzó a tener deficiencia respiratoria, -Un frío me recorrió la espalda- provocando que debamos trasladarla aquí, pues sufrió un paro cardiopulmonar, por suerte los doctores actuaron rápido y lograron reanimarla.

-¿Se puede pasar a verla? -Pregunté con voz estrangulada.

-Si, sólo que está sedada.

Entré y fui directamente al box que me indicó la enfermera, al llegar, sentí que mi mundo se venía abajo. No podía creer que una mujer tan activa como mi madre haya terminado en este estado. Recuerdo que de pequeña le suplicaba que dejara el cigarrillo y ella siempre respondía que en su momento lo dejaría, pero cuando lo hizo fue tarde, debimos consultar a un médico ya que no dejaba de toser. 

Estaba conectada a un monitor el cual marcaba sus signos vitales y a un tubo de oxígeno. Las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas, salí de terapia sintiéndome impotente por no poder hacer nada por ayudarla. Cuando crucé la puerta, me encontré con...

-Uriel, ¿Qué haces a...? -No logro terminar ya que las lágrimas vuelven a salir sin permiso.

Uriel se acercó a mi y sin decir nada me abrazó pasando sus brazos por mi cintura, mientras que yo enterré mi cara en su pecho aspirando su colonia lo que provocó que una vez más sentiera que me derrumbaba.

-Shhh pequeña, vas a ver que se va a reponer. -Habló una vez que me calmé y las lágrimas disminuyeron.

-¿Cómo estás tan seguro? -pregunto apartándome solo un poco, mientras él seca una de mis lágrimas con su pulgar.

-Solo lo sé. -Dijo tomando mi rostro entre sus manos para que lo viera directamente a esos ojos turquesas- Ella es fuerte pequeña.

Lo volví a abrazar sintiéndome inexplicablemente segura en sus brazos. Sara después de un rato nos interrumpió.

-Señorita Vanina, si quiere vaya a descansar, con el sedante que le han suministrado hasta mañana no despertará.

-No sé, preferiría quedarme por si ocurre cualquier cosa. -Digo abrazándome a mi misma una vez que me aparto de Uriel, sintiendo de pronto un frio espantoso recorrer mi cuerpo.

-Vamos pequeña, acá va a estar bien atendida, si llega a pasar algo Sara nos avisará. -La forma en la que me llamaba comenzaba a agradarme, cosa que me dejo en la punta de un abismo.

Lo pensé un momento, pero terminé aceptando.

-De acuerdo. Mañana cuando salgo del trabajo vengo derecho para aquí. 

-Vaya tranquila, yo me quedaré, si hay algún cambio la llamaré inmediatamente.

-Gracias Sara. -Nos despedimos de ella y nos marchamos.

Mi ángel.®✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora