Capítulo36.

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Uriel pov:

-Descansa pequeña, cualquier cosa que necesites ya sabes donde estoy. -Digo y sin poder contenerme acaricio una de sus mejillas. Antes de que desapareciera detrás de la puerta de la habitación la tomé por la cintura y luego de acercarla un poco a mi me apoderé de sus labios.

-Tú igual. -Respondió para luego aparteararse y entrar a su cuarto.

Me encontraba a pasos de distancia de la persona que en tan poco tiempo había puesto mi mundo de cabeza. No me sentía de esta forma desde que conocí a Gabriela. Desde hace seis años que no me permitía tener sentimientos, había tenido algunas aventuras y todas se acabaron en el mismo momento que ellas decidían dar el siguiente paso, pero todo eso cambió cuando la conocí a Vanina. Por más que intenté alejarme de ella y de hacer oídos sordos a lo que dentro de mí ocurría, al final terminamos estando juntos.
Ahora estoy dando vueltas peor que un felino enjaulado, quisiera ir hasta su cuarto, llamar a la puerta y arrastrarla hasta aquí, tan solo quería que estuviera a mi lado y poder despertar a su lado para saber que esto es real y no un maldito sueño que donde despiertas y te golpea la cruda verdad. Aún no avanzábamos al siguiente paso, pero eso no tenía importancia para nosotros.
Pese a mis intenciones, me obligué a permanecer en mi cuarto, fui hasta el baño y me pegué una ducha para sacarme esa sensación de ansiedad, necesito tenerla a mi lado las veinticuatro horas del día.

Cuando estuve listo, salí, me cambié y luego de acostarme  dormir.

Están intentando descansar cuando un leve toque en la puerta me alertó. Me levanté y al abrir la puerta me quedé sin oxígeno.

-¿Es... Estabas dormido? -preguntó tímidamente Vanina con el pelo suelto, enfundada en una larga bata haciéndola ver más hermosa de lo común.

-No, no, estoy igual que tú. Ven pasa. -Respondí haciéndome a un lado para que pueda pasar.

Luego de cerrar la puerta, me volteé hacia ella que ya se encontraba en el ventanal de espaldas contemplando la ciudad, me acerqué desde atrás y la rodié con mis brazos por su cintura apoyando mi mentón en su hombro.

-Perdón. -Soltó rompiendo el silencio el cual no era incómodo- Es solo que no podía dormir.

-Esta bien. -Respondí en un susurro- Ven, vamos a descansar, es tarde.

La tomé de la mano y la guié hasta la cama, nos metimos bajo las mantas y luego de acomodarnos, la abracé por la cintura pegándola más a mí y por primera vez después de muchas noches pude descansar profundamente dejando que su dulce aroma de avena y miel invadiera mi sistema.

Mi ángel.®✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora