c h a p i t r e : d i e c i o c h o | e d i t a d o

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«Según la leyenda, hace siglos en las costas de esta isla, siempre iba un pequeño niño de cabellos rubios y con flores azules alrededor de sus hebras a contar los caracoles que se encontraban entre las intensas pizcas de arena

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«Según la leyenda, hace siglos en las costas de esta isla, siempre iba un pequeño niño de cabellos rubios y con flores azules alrededor de sus hebras a contar los caracoles que se encontraban entre las intensas pizcas de arena. Un día, encontró entre sus aventuras, encontró un niño hijo de los artesanos del pueblo. Sin dudarlo, se unió a contar caracoles junto a él.

Se hicieron buenos amigos. Se compartían todo. Sonrisas, buenos recuerdos y miradas fugaces.

Crecieron juntos mirando el mar. Crecieron juntos y con ellos crecía un enorme cariño.

De niños que corrían por la arena y mojaban sus pies en el mar cristalino, habían pasado a ser unos adolescentes con sentimientos enredados en lo más profundo de su vínculo.

Despidiéndose ante la luna, se prometieron cruzarse en la playa al otro día.

Aquella noche, el chico artesano decidió declarar su amor al siguiente crepúsculo.

Ese día, esperó y esperó al chico de las flores.

Ese día no llegó a su punto de encuentro. Pasaron los días y él, ya no fue más al lugar donde el atardecer se escondía a través del mar azul.

El chico artesano preocupado, cruzó todo el bosque hasta dar con la noticia que el pueblo había quemado su residencia por pecadores y en las llamas, se perdió la vida de su amado sol de flores azulinas.

Ante el desespero y un corazón roto, el chico enloqueció.

Todos los días hablaba con el mar, recordando el color azul de sus pequeñas flores, recordando los colores caniculares de sus mejillas con el arrebol del cielo. Recordando el sol, como el color de sus hebras. El chico perdió la cabeza por amor.

Años después, hablándole a él mar, una persona se le acercó, le dijo que por todos estos años esa persona conservó su amor y su recuerdo. Sin embargo, ya el chico artesano no recordaba el motivo de ir a la playa y el motivo de su locura.

La persona que se le acercó le concedió un deseo conocido en Isquia. El deseo del silencio. Él sabía que, aunque había enloquecido, su corazón dictaba su amor aún. Su corazón pidió ver aquellos ojos acaramelados una vez más. Solo unos segundos más.

Luego de que su corazón dictaminara su deseo. Solo quedaba un atardecer vacío y una figura con flores en su cabeza esperándolo en el mar para que lo acompañase a conocer lo que había más allá de la puesta de sol.

i'm not her || hopemin || {EDITÁNDOSE} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora