4.- Cuatro

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Gritó, sí, pero eso no la ayudaría en lo absoluto. Ella sabía, lo sabía. Los gritos en esa parte de la ciudad eran tan comunes; rutinarios. Nadie iría en su ayuda. Nadie se arriesgaría.

Trató de escabullirse de los callejones: alcanzar una avenida, un comercio abierto, algo que le supusiese ayuda o abrigo. Parecía inútil. La madrugada la había alcanzado y todo a su alrededor estaba vacío; todos sabían que no era seguro caminar por ahí a esas horas; incluso ella. Pero qué estúpida había sido.

El pavimento estaba mojado, resbaloso. Las paredes aún brillaban por los restos de agua que había dejado la espesa lluvia de aquella tarde. Las sombras se levantaban amenazantes, cualquier sonido era una advertencia. Se acercaba, podía sentirlo.

La chica delgada, de faldas cortas, cabello pintado de azul y maquillaje exagerado, corría maldiciendo a sus pesadas botas por derrapar en cada esquina.

¿Qué había sido lo que la había atacado? Un animal, no había duda. Gruñía como un perro, pero era tres veces más grande del perro más enorme que hubiese visto antes. Logró aspirar el pútrido aliento que emanaba de sus fauces cuando casi la atrapa de una mordida en el callejón donde había comenzado la persecución.

Había sido su imaginación o todo su pelaje (¿piel?) era de color negro. Un negro tan profundo que se confundía con las sombras que ahora la rodeaban. ¿Cómo escapar de algo que no podía ver?

Levantó la mirada, y para su intranquilo alivio, al final de esa calle, pudo ver algo de actividad. Había tráfico; una avenida.

Juntó toda la energía que le quedaba y le pidió a sus pulmones que aguantaran un poco más, y comenzó lo que no sabía, era su carrera a la muerte.

Pasó salpicando charcos, pateando latas y botellas. No escuchaba más que su respiración al límite y su corazón a punto de tambor. Llegando ahí detendría el primer auto, como fuese lo haría.

Ella sabía que esa bestia podía matarla; quería matarla. Lo intentó un par de veces, algunas cuadras atrás; incluso se había llevado en sus garras, un gran jirón de piel del costado que ahora la chica se sostenía mientras éste sangraba copiosamente.

Se detuvo. Sólo fue por un segundo pero no sabría explicar en qué había estado pensando; definitivamente no lo habría hecho de nuevo de tener la oportunidad.

Pero ya no la tendría.

Escuchó algo y su corazón se parlizó. Poco a poco se fue dando cuenta de lo estúpido de su error.

Corrió, tan rápido como nunca lo había hecho. La avenida estaba sólo a unos pasos. Sentía la ansiedad de quien alcanza la meta, de quien está a punto de…

Estiró su brazo en un último ingenuo de sentirse segura, pero antes de entender lo que sucedía, su cuerpo se hizo hacia atrás; la avenida transitada comenzó a alejarse. Ya no podía respirar.

Sentía una enorme presión en el cuello y antes de perder la conciencia, alcanzó a ver las gotas de sangre que corrían por su pecho.

Alguien juraría después, haber visto una enorme sombra, arrastrar el cuerpo de una inmóvil joven, hasta perderse en la oscuridad.

4.-

David se dejó caer en el sofá más cercano a la puerta de su casa. Se sentía atolondrado y molido; sufría una especie de presión en la cabeza, como si el cerebro quisiera liberarse de sus ataduras.

A pesar de haber sido un día (¿o dos? ya no estaba seguro) muy largo, no se explicaba aquel estado en el que se encontraba; le parecía exagerado sentirse como si acabara de correr un maratón. A final de cuentas, había dormido ¿no? Claro que había sido en la casa de ese sujeto, pero no podía declararse ni siquiera desvelado.

Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora