El pequeño Charlie se había ido a la cama tarde aquel día. Había reñido con su madre y su padre; entre sollozos les había gritado que ya no lo querían y por consecuencia, él no les quería tampoco.
Había pedido una mascota, pero sus padres se habían negado, de una forma que a él le parecía vil, cruel y despiadada. Ahora, sollozando entre las pesadas sabanas bordadas de aves, y encerrado entre las cuatro paredes tapizadas de juguetes y fotografías de la vida salvaje, respiraba entrecortadamente, susurrando que “era injusto”.
Por la ventana se filtraba la luz de la vara luminosa que se encontraba instalada justo frente al jardín de su casa, parte una de las pequeñas colonias que rodeaban la gran metrópoli, a la que sus padres prometieron llevarlo cuando éste cumpliera años. Él ya no quería ir; no quería nada.
Las sombras que se proyectaban debido al árbol que había crecido justo en medio de la vara y su ventana, a veces lo asustaban; cuando esto ocurría, llamaba a su padre para que éste lo consolara.
Pero no hoy, hoy tendría que ser valiente. Sus padres debían aprender la lección.
Un crujido en el piso de madera del pasillo, hizo que los rizos en su cabecita se sacudieran al ritmo de su espantada respiración. Tenía que aguantar. No llamaría a su padre, quien lo había calificado como: “demasiado inmaduro aún, para tener una mascota”; le demostraría que se equivocaba, eso haría. Al fin y al cabo, él ya tenía casi seis años.
Un nuevo crujido y con toda la valentía que pudo juntar, se escondió bajo la sábana. Quizá podía pedirle a su padre un vaso de agua, eso escondería su temor.
No, él podía resistirlo; no tendría miedo nunca más.
Se quitó las colchas y con determinación, puso sus piecitos en el frío toque del suelo, y acomodándose la pijama a rayas que su madre le había regalado hace unas semanas, avanzó hasta la puerta pintada de amarillo (su color favorito) y con dudas que insistía en disfrazar, incluso ante él mismo, estiró su mano y atrapó la perilla.
Tragando saliva y recordándose que casi era un hombre, dio la vuelta poco a poco, causando un pequeño rechinido en la puerta, la cual abrió con la mayor precaución que pudo manejar.
Cerrando los ojos al principio, Charlie fue asomando su cabeza hasta que lo único que le quedó por hacer fue abrirlos, y ahogando un grito de horror, lo hizo de golpe para comprobar, que de hecho, el largo pasillo que conducía hasta las escaleras del primer nivel, adornado por cuadros que a él nunca le habían gustado y una mesa que se había quedado sin jarrón, cuando él lo hizo pedazos con su pelota, estaba vacío.
Suspiró de alivio y con una sonrisa de orgullo se dio la media vuelta, pero eso fue lo último que supo al respecto. Su mente de pronto se nubló y su consciencia se perdió.
Ya no era el dueño de su propio cuerpo.
3.-
Lo despertó un sonido que le costó reconocer al principio como familiar. David abrió los ojos con pesadez y estiró su brazo para alcanzar el celular que chillaba cada vez más fuerte.
Con la práctica que le habían dado ya los años de cargar un móvil a todos lados, encontró el botón para contestar a pesar de que aún no podía enfocar la mirada.
Con voz ronca y desgastada, saludó con un parco: “Sí, diga”. Le costó ubicar la voz y más aun lo que decía.
- …buscando como locos. ¿Dónde te metiste? –regañaba Samanta.
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Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.
Fiksi RemajaDavid ha tenido sueños muy extraños, tanto, que su mente ya no sabe distinguirlos de la realidad. En otro mundo, muy lejano, una guerra entre dos dimensiones pone en peligro la existencia que con tanto trabajo, los humanos han logrado establecer. El...