Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.

Capítulo I: El último oráculo

Focus Lumen:

Los herederos de Escanón

Capítulo I

El último oráculo

Habían pasado casi cinco meses desde que el espíritu de su maestro se despidió de ella, pero el dolor seguía tan palpable como aquel día.

Equímides fue un padre, un amigo y un tutor para ella. Juntos mantuvieron viva la doctrina de los oráculos después del colapso. Sus mismos padres biológicos (quienes encomendaron el cuidado de su hija a Equímides) habían dado la vida para mantener a salvo a la raza humana, y cada vez le quedaba más claro que las personas no se merecían tan estoico sacrificio.

Ahora, su maestro, uno de los únicos dos oráculos en vida, había pasado a engrosar la lista de aquellos grandes espíritus que lo dieron todo por el mundo.

“Injusto” pensó la muchacha.

Mientras se desplazaba por el camino cubierto de nieve y avanzaba en contra del gélido viento de lo que alguna vez fue Siberia, Yuna se obligaba a recordar lo que Equímides solía decirle cuando ella, en una de sus pataletas, se quejaba del poco merecimiento que las personas tenían para ser salvadas:

“Los defectos que sufrimos como raza, son resultado de la maravillosa habilidad que tenemos para sentir. Es cierto que el odio, la avaricia y el egoísmo son muy palpables en nuestros hermanos, pero eso jamás opacará el amor, la compasión y la generosidad que las personas son capaces de demostrar. Ninguna otra raza en el universo tiene esa habilidad. No podemos permitir, bajo ninguna circunstancia, que tan maravillosos dones, desaparezcan por resentimientos propios. A final de cuentas, mi querida niña, somos sin lugar a dudas, humanos también.”

Una lágrima quedó congelada en su mejilla. Ahora él estaba en paz, disfrutando de su muy merecido descanso, después de años de luchar por una causa que a veces a ella le parecía perdida.

Si tan sólo hubiese podido estar con él; quizá podría haber hecho algo para salvarlo. Pero ella confió, confió en que los humanos más fuertes del mundo se encargarían de protegerlo. Además, contaba con el apoyo de un obelisco, uno de los seres más poderosos del universo, todo debía salir bien.

Se había equivocado. Debió rechazar en su momento la petición que le profirió Equímides de mantenerse a raya. Debió convencerlo de que le sería útil en esa batalla, que ella sería mucho más útil que un grupo de postadolescentes malcriados y egoístas; para eso la había estado entrenando ¿no era verdad?

-“Tu supervivencia es una de vital importancia y no podría deseársela a nadie más. Yuna, cada movimiento en esta guerra es crucial. Omitir la más mínima ventaja nos podría costar todo; yo estaré siempre velando por ti”.

“Mentiroso” murmuró entre sollozos que se perdieron en la espesa tormenta de nieve que parecía querer aplastarla sin miramientos.

El clima en sí, daba la impresión de ser el escenario perfecto para su taciturno estado de ánimo o quizá sólo estaba buscando un pretexto más para sentirse miserable; siempre habían sido un tanto melodramática.

Sin embargo, antes de morir, su maestro le había demostrado cuánto confiaba en ella. Un mensaje espiritual, proveniente del lugar más sagrado para los oráculos, había llegado con una tarea de su protector hacia ella.

Debería, una vez cumplido su cometido, tomar el lugar de su maestro junto a los sellos, y no estaba segura de poder hacerlo. ¿Cómo podría pelear al lado de quienes dejaron morir al ser más querido que había tenido en su vida? Sentía una inmensa indignación hacia ellos.