Capítulo XXVI: Huída

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Capítulo XXVI

Huída

Rafael apartó a su hermano justo a tiempo. Gabriel, que había quedado de rodillas en el último ataque recibido, no tuvo capacidad de reacción frente a las llamas negras que provenían de las fauces de su enemigo.

Nada funcionaba contra el gigantesco parac-to; ningún ataque de los obeliscos lograba atravesar su piel, y por el contrario, los propios, eran excesivamente dañinos. Entre llamaradas que salían de su hocico, rayos provenientes de sus garras y explosiones que salían de la nada y atrapaban a los dos hermanos en cúpulas de energía penumbrosa, parecía tener aquella batalla ganada.

Aun sangrando de varias heridas en el rostro, Rafael le preguntó a Gabriel sobre su estado.

-Me duele hasta el cabello –exclamó el aludido-. Esta cosa es un punto a favor de lo sanguinario ¿Algún plan?

Rafael sacudió la cabeza. Ya había probado de todo, incluso el mismo hechizo que minutos atrás había detenido a Adam. Todo con el frustrante resultado infructuoso.

La bestia rugió y el suelo bajo los obeliscos se oscureció de repente. La explosión resultante separó a los hermanos y les puso en órbita.

Gabriel logró rehacerse en el aire y de la cintura extrajo su imponente Colt. Disparó con la precisión de siempre y las detonaciones cargadas de energía celeste atinaron en el rostro del monstruo. No obstante, además de algún enérgico rugido, el daño fue nuevamente inexistente.

Cuando apenas los dos hermanos aterrizaban, el titánico centauro sacudió los brazos con fiereza y una marea negra se materializó a su alrededor; los ligeros cuerpos de Rafael y Gabriel quedaron súbitamente atrapados en ella y comenzaron a dar vueltas en el espacio aéreo alrededor del parac-to. Después, con suma precisión, el monstruo extendió sus manos y atrapó con cada una a los dos hermanos, aprisionándolos con sus poderosos y deformes dedos.

-Esta es una versión un tanto torcida de ‘estrechar manos’ –gritó Gabriel.

-¿Tienes que comportarte así todo el tiempo? –le reclamó su hermano, que al igual que él, notaba lo difícil que sería liberarse.

El parac-to emitió un rugido que llenó los aposentos de Andemián con su apestoso aliento y sin una pizca de misericordia, comenzó a apretar sus dedos.

Los apresados obeliscos sintieron la presión subir de inmediato e incluso sus firmes armaduras parecieron ceder ante semejante fuerza.

Rafael reunió todo el poder que le fue posible y lo hizo explotar alrededor suyo; los dedos del parac-to se abrieron como si hubiesen estado envolviendo un petardo. Cuando talones del obelisco tocaron el piso, la cadena dorada ya había salido disparada de su espalda por una orden suya, enredándose en las cuatro patas del centauro oscuro. Cuando el arma hubo finalizado su enredada trayectoria, el obelisco la tensó de un tirón que acompañó de un ronco quejido. Las extremidades de la bestia se torcieron de manera que el pesado cuerpo fue insostenible, y éste cayó después de un par de intentos por evitarlo, sobre uno de sus costados. Gabriel, libre al fin, se escurrió de entre los gigantescos dedos y se alejó de su alcance gracias a un par de ligeros saltos.

El monstruo, sabiéndose ahora con las cartas volteadas, se dedicó a escupir llamas de Arum sin apuntar realmente, pero que resultaron todavía más peligrosas para los dos hermanos. El cuarto ahora era una trampa mortal de energía negra por donde quiera que se caminara, además, la iracunda bestia, estiraba con violencia los brazos buscando impactar lo que fuera.

-¡¿Nunca te han dicho que no debes asustar a un idiota?! –gritó Gabriel a su hermano, a la vez que rodaba para escapar de una llamarada especialmente cargada.

Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora